A veces los caminos se revelan cuando todo parece tambalear. A los 16 años, mientras atravesaba la separación de sus padres, Macarena Suárez encontró su refugio en el teatro. “Fue amor a primera vista -cuenta-. Dije: ‘Yo quiero hacer esto, no quiero hacer otra cosa’. Mi mamá no estaba nada de acuerdo, pero yo insistí. Era eso o nada”, cuenta a Revista GENTE en el junket de La Herida.
Desde entonces no paró. Se formó en la Universidad Nacional de las Artes, donde se recibió de Licenciada en Actuación, y a los pocos meses de comenzar ya estaba en un set: tuvo un pequeño papel en La mirada invisible, de Diego Lerman, con apenas 16 años. “Con esa película me pagué mis primeras vacaciones. Me fui a la playa con mis amigos. Fue mi primer trabajo y el comienzo de todo», recuerda,
Su padre, asistente de dirección, la había llevado años antes a hacer un doblaje para un corto y la experiencia había sido traumática. “Tenía seis años y me puse a llorar, no quería hacerlo. Hoy daría todo por ponerle mi voz a un dibujo animado”, dice riéndose. De ese contraste nació su curiosidad por el cine y por los universos emocionales que lo habitan.

“De chica quería ser astronauta y veterinaria -se ríe-. Nada que ver. Pero creo que, en el fondo, las dos cosas tienen algo de lo que me gusta: la curiosidad, la empatía. Ser actriz también es eso: explorar mundos y entender a otros», confiesa.
Cuando se le pregunta por sus referentes, no duda: “Lali Espósito me encanta. Me crié con Cris Morena, como toda mi generación, y verla crecer, transformarse y abarcar tanto me parece admirable. Y después Marilú Marini y Valeria Lois, que me marcaron mucho desde el teatro. Vi La mujer puerca y fue una revelación. Dije: `Esto también puede ser el arte’”.
“Mi personaje era todo lo contrario a mí”
En La herida, filme que se estrena este jueves donde comparte protagónico con Junior Pisanú y Carlos Santamaría, Macarena interpreta a una adolescente de 18 años en una historia ambientada en los años 80. El rodaje se extendió por más de un mes entre Villa Gesell y Mar del Plata. “Filmar en la playa parece idílico, pero el viento era insoportable. Tenía que mirar al mar y no podía abrir los ojos porque me entraba arena. Fue desafiante en todos los sentidos.”
Pero lo físico no fue lo único que la puso a prueba. “Marcela -mi personaje- es muy distinta a mí. Tiene una emocionalidad intensa, escenas de amor y de sexo, de exposición. Eso fue lo más difícil. Había hecho una sola escena así antes, en una novela, pero era todo muy sutil. Acá era distinto: desnuda, con cámara, con coreografía de movimientos, cuidando lo técnico y lo emocional. Fue un trabajo enorme», cuenta.
Para prepararse, el equipo ensayó durante semanas, algo poco habitual en el cine independiente. “Ensayar antes de rodar fue un lujo. Llegás al set sabiendo quién sos, qué vas a decir, cómo se mueve tu personaje. Y eso te da libertad para jugar».
Del terror al drama: una actriz que se reinventa

Su primer gran protagónico fue en Pussy Cake (2019), una película de terror dirigida por Pablo Parés que se convirtió en un éxito de culto. “Nunca había hecho terror y terminé amando el género. Es una fiesta: sangre, efectos, energía punk. Estrenamos en el festival Rojo Sangre, y fue como tocar en una banda de rock. La gente gritaba, aplaudía, fumaba en la sala. Increíble», recuerda.
Por ese papel fue nominada a Mejor Actriz en el festival de cine fantástico de Brasil 2022, un reconocimiento que la sorprendió. “No gané, pero me nominaron. Y eso ya fue un montón».
Después vinieron otras producciones, entre ellas Descansar en paz, de Sebastián Borensztein, producida por Kenya Films (la productora de Ricardo Darín) y disponible en Netflix. “Fue un orgullo ser parte de un proyecto así. Pero igual me quedo con el camino: con los rodajes chicos, la familia que se arma, el vértigo de no saber si la película va a llegar a los cines».
Hoy está a punto de filmar una nueva película de terror -esta vez, en inglés- en la provincia de Buenos Aires. “El desafío me encanta. No me quedo quieta. Quiero seguir creciendo, aprender idiomas, viajar, actuar donde sea».
El amor, la pareja y el presente

Fuera del set, Macarena comparte su vida con Bruno Aversano, actor, conductor y locutor. “Hace once años que estamos juntos. Nos separamos un tiempo y volvimos. Es una relación que pasó por todo, como la vida misma».
Se ríe cuando habla del cliché de las parejas de actores, pero enseguida aclara: “Trabajamos mucho para que funcione. No soy de las que se quedan esperando. Si quiero algo, voy y lo busco».
Esa misma energía la aplica a su carrera, en un contexto que -como ella misma dice- “no ayuda”. “Estrenar una película hoy en Argentina es casi una rareza. Casi no hay subvenciones, no hay presupuesto. Por eso cada estreno es una perla», suelta.
Con proyectos nuevos, una filmación en inglés y funciones de teatro los viernes en Mordida (Patio de Actores), Macarena sigue sumando capas a una historia que recién empieza a contarse.
“Pasé por todos los lugares: facultad, casting, bolos, cine, televisión, teatro. Todo me sirvió. No me considero una actriz de moda, sino una actriz de trabajo. Y si algo aprendí es que lo que hacés con amor, tarde o temprano, se ve», cierra.





