Tiene el pelo rojo, los dedos cubiertos de anillos y detrás de él, unos muñecos que parecen salidos de una película de terror. Walas, líder de Massacre, habla con Revista GENTE desde su casa, a la que describe como “un tren fantasma”. Sin filtros, abre su mundo: del Parakultural a la masividad, de sus gustos excéntricos a su colección de vinilos, todo en el músico está atravesado por historias y por su curiosa manera de habitar su vida.
Con más de treinta años de carrera, Massacre se convirtió en una de las bandas más singulares del rock argentino. Dueños de una identidad que nunca se dejó moldear por la industria, sobrevivieron a modas y etiquetas. Walas, su frontman, es su corazón estético y su verbo. Hoy, encontró un canal para mostarse más al rojo vivo: MasterChef Celebrity, terreno donde la cocina se mezcla con la performance. “Estoy contentísimo, me está yendo bárbaro”, repite sin perder el humor.
Detrás de ese personaje explosivo, hay un coleccionista de muñecos antiguos, animales embalsamados y tablas de skate de los años 50. En su casa conviven jabalíes disecados, marionetas de ventrílocuos, payasos antiguos y vinilos. “Mis amigos veganos me critican, pero me entienden: saben que soy excéntrico”, dice. Entre el punk, el under y los platos de reality, Walas sigue fiel a su esencia.
La charla pasa de la cocina a los escenarios pero también atraviesa fragmentos de su infancia, etapa en la que las mujeres ocuparon un lugar muy importante. También habla de bullying y presiones y de cómo ser distinto fue algo que lo alejó de una adolescencia típica. Walas no sólo comparte una postal de su presente, sino que muestra parte de ese camino que lo colocó donde está hoy. Y además se animá a fantasear sobre quién será el ganador del reality que lo hizo conocido en otro mundo.
“Estoy en MasterChef y me va bárbaro: a veces cocino bien, a veces no tanto”

Antes de hablar de comida, Walas interrumpe para contar que acaba de tocar en la Marcha del Orgullo. “Había dos millones de personas, un éxito. Tocamos en el escenario principal a las ocho de la noche. Fue la primera vez que nos convocan, así que estoy feliz», dice. Así arranca la charla: con la misma energía con la que sube a un escenario.
Después llega MasterChef Celebrity. Cuenta que la experiencia lo tiene entusiasmado, que ya grabó varios episodios y que no puede spoilear, pero deja entrever que le va bien. “Aparecí en apenas cuatro, pero ya grabé varios, eso quiere decir que me va bien. A veces cocino bien, a veces no tanto. Pero me encanta. Pese a que no sé cocinar nada, me encanta la experiencia de aprender.”
–¿Qué sentís que estás mostrando en el reality?
-Honestidad total. Uno de los productores me dijo algo muy lindo: “Autenticidad”. Y eso lo veo reflejado en las redes. Me escriben cosas como: “Yo a este no lo conocía, pero me cayó bien”. Ser auténtico genera empatía. Yo soy el mismo de siempre, sólo que ahora bien iluminado, bien enfocado y bien editado.
–¿Te sentís cómodo con la exposición televisiva?
-Sí. Lo under y lo popular ya lo pude unir cuando sacamos El Mamut. Ese disco nos llevó del circuito alternativo a los grandes escenarios: Gran Rex, Luna Park, Obras, la tapa de Rolling Stone. Así que MasterChef no me cambia tanto, pero sí me abre a un público que no me consumiría ni loco.
-¿Y el vestuario? ¿Te dejan ser vos?
-Voy con los looks que quiero y me los halaga todo el mundo. Wanda me los celebra. La última vez fui con un tapado que me hizo mi diseñadora favorita, Gaby Felici: un tapado de peluche con los colores de la diversidad. Lo usé en la Marcha del Orgullo y al día siguiente lo llevé al programa. Me encanta comunicar desde lo estético, ser expresionista. Como en el escenario: mis looks son parte del show.
–Y sin querer, terminás marcando estilo entre los participantes.
-(Ríe.) Puede ser. Hoy muchos músicos se visten igual, más deportivos, más neutros. Yo vengo del glam, de Bowie, de Vivienne Westwood, de Elton John. Para mí, el look también habla. Es identidad.

–¿Nunca cocinaste en tu casa? ¿No era algo que te interesara?
-No, nunca. Tengo un par de especialidades que hago en las fiestas o vacaciones: unas ensaladas medias gourmet, guacamole -de dos tipos, uno con cilantro y otro sin cilantro, uno picante y otro no-. Y a veces me animo a asados intuitivos, medios amateurs, pero que salen bien.
-Tenés mano igual, porque no cualquiera improvisa y le sale.
-Es cuestión de lógica. Cocinar es manejar fuegos, temperaturas, tiempos. Un poco de química y otro de creatividad.
–¿Cómo te llevás con los compañeros y los jurados?
-Bárbaro. Somos un grupo hermoso, empezamos 25 y ya somos menos. Y con los jurados tengo un respeto reverencial, especialmente con Martitegui, que es tan serio. Me pongo en sus manos, confío en su juicio porque son eminencias del tema.
–¿Y Wanda? ¿La conocías antes?
-No. Pero Wanda es divina y empatizamos desde el primer día. Me halaga los looks, me dijo que tenemos que hacer algo juntos. Los dos nos llamamos «Wawa», así que me dijo que tenemos que hacer alguna cosa los “WaWa» juntos.
–Sos coleccionista, ¿no? Lo decías recién con humor cuando hablabas del tema Bad Bitch.
-Sí. Yo escucho esa canción de Wanda y la entiendo: “Lo veo, lo quiero, lo tengo”. En mi caso, si el precio lo permite, lo tengo (se ríe.)
“Mi casa parece un tren fantasma”

La cámara se mueve y el fondo parece cobrar vida. Muñecos antiguos, payasos, ventrílocuos, y lo demás lo suma él… «jabalíes embalsamados», por ejemplo. Walas se define como coleccionista serial. “Tengo animales embalsamados feos, como jabalíes acechantes”, dice entre risas. “Y todo eso convive con mis vinilos y mis tablas de skate», suma.
Habla de su museo personal con entusiasmo. “Colecciono muñecos de ventrílocuo, payasos antiguos, vinilos desde los 80, y tengo un museo de skates antiguos desde los años 50. Nunca, desde que era chico, dejé de comprar vinilos», detalla, Dice que una de las cosas que más disfruta en el mundo son las ferias de usados. “Es donde más feliz me siento, mirando todo, escaneando todo.”
-Tenés una casa-museo, entonces. ¿Dónde guardás todo eso?
-Sí, parece un tren fantasma. Vivo en una casa antigua y está llena de cosas. Mi casa tiene marionetas, animales embalsamados, jabalíes, skates, muñecos. Es un collage.
-¿De dónde sacás los animales embalsamados?
-De ferias de compraventa. No anticuarios, sino ferias de usados. Me encanta recorrer, mirar todo. Es donde más feliz me siento.
–¿Desde cuándo coleccionás así?
-Desde siempre. Algún amigo vegano o animalista me critica, pero me entiende. Saben que soy excéntrico, que lo mío tiene un costado artístico, no morboso.
–Parecés el doctor Cormillot, que tiene la casa llena de recuerdos…
—(Se ríe.) Bueno, Cormillot hijo, Adrián, es mi dietólogo. Me vio muy gordo, dijo que tomaba mi caso y ya bajé diez kilos en dos meses. Es un genio. Me dice qué comer cada semana, y funciona.
“Fui criado por mujeres y me decían el lunático”

Afirma que de chico sufría bullying, pero que lo suyo era distinto. “Era indirecto, porque me hacía respetar”, dice. Iba al club Ferro y odiaba los deportes colectivos. “Nunca devolvía un pase. Me apodaron ‘el lunático’ porque estaba siempre en Babia. Después terminé siendo skater y me gustaron los deportes individuales: surf, snowboard.”
Se crió en un ambiente femenino. “Por madres y abuelas. Era un chico chapado a la antigua, antiguo, me vestían ellas. No era moderno ni chetito». Ese contraste lo convirtió en alguien fuera de molde. “Ser distinto me marcó para siempre.”
–¿Cómo era ese bullying? ¿Te afectaba?
-No era directo, pero se notaba. Me miraban como raro. Pero yo me hacía respetar. Siempre fui un chico distinto, distraído, que vivía en otro planeta. Por eso me decían lunático.
–¿Y cómo te definís hoy?
-Soy leonino. Cumplo el 23 de julio, como Evangelina Anderson. Los dos somos mitad Cáncer, mitad Leo. Ella dice: “Soy un poco de Cáncer y un poco de Leo”, y yo también. Soy líder, pero sensible.
–¿Sabés tu Luna o tu ascendente?
-No, nunca lo investigué. No sé ni la hora en la que nací. Algún día lo averiguaré.
“Massacre nació del teatro under, no del rock”

La charla deriva hacia sus orígenes. Massacre tiene más de 30 años, pero Walas insiste: “No venimos del rock, venimos del teatro underground”. Su formación fue el Parakultural, Batato Barea, Tortonese, Urdapilleta, las Gambas al Ajillo. “Nos criamos en esa fauna bohemia del destape post dictadura”, recuerda.
Sus shows, dice, siempre tuvieron algo performático. “Entre tema y tema hay encuestas, reflexiones, absurdos. En el Gran Rex hicimos un show que duró tres horas y diez. Cuando bajamos dijimos: ‘Chicos, tocamos tres horas diez’. Es que hay mucho de lo extramusical. Lo llamamos café concert o stand up -apunta-. Ahora programamos, para dentro de unos días (el sábado 29 de noviembre), nuestro desembarco en en el Teatro de Flores. Será una manera de ponerle cierto broche de oro a este 2025″, define.
-¿Esa influencia del under sigue presente?
-Totalmente. De ahí viene todo. Yo era pendejito y me crié en esos camarines, con Batato, Tortonese, Urdapilleta, Luca Prodan, un personaje que se llamaba Geniol, que yo iba a ver siempre. Esa gente me formateó.
–¿Qué te dejó ese mundo?
-La libertad de ser como soy. Aprendí que el arte no tiene una forma única. Que uno puede ser rockero y teatral, oscuro y luminoso. Eso soy yo.
–¿Qué sentís al verte hoy en un programa popular después de tantos años en el under?
-A esta altura ya pude conjugar lo under y lo popular. El Mamut fue el quiebre. MasterChef Celebrity no me cambia demasiado, pero me divierte.
-¿Qué te pasa cuando alguien te dice que Massacre marcó su adolescencia?
-Me emociona. Ya hay tres generaciones que escuchan Massacre: padres, hijos y nietos. Muchos me dicen que nos conocieron cuando abrimos los shows de los Ramones. Tocamos cinco noches seguidas con ellos. Nunca nos separamos, seguimos desde 1987.
–¿Cómo lograron sostenerse tanto tiempo sin romperse?
-Somos cinco y cada uno cumple un rol. Uno es psiquiatra, así que maneja muy bien la psicología del grupo. Y además está Toni, mi mujer, que es nuestra manager. Se ocupa de lo ejecutivo y también de la contención emocional. Ella es fundamental. Estamos juntos hace treinta años, nos amamos mucho, aunque cada tanto tomamos distancia para respirar. Nos decimos en broma que “nos separamos para chonguear”, pero siempre volvemos.
–¿Ahora está en casa?
-Recién vuelve de viaje. La extraño cuando no está. Hace poco se fue a España y me trajo discos increíbles. Estuvimos dos semanas separados y me sentí ahogado en un vaso de agua. También es parte de Massacre. Sin Toni, no habría orden ni equilibrio.
Lo que no se vio de Walas en MasterChef

Su compañerismo lo hizo querido dentro del reality. Habla con cariño de Evangelina Anderson, de Cande Vetrano (“un sol”), y sobre Wanda Nara dice que tienen “una química estética”: “Nos halagamos los looks», revela.
¿Su pronóstico para la gran final? Se hace el misterioso. “Para mí, las tres que más chances tienen son Evangelina, Eugenia Tobal y Emilia (Attias). Son talentosas, aplicadas y divinas.” Y después lanza una de sus frases marca registrada: “Igual, si me siguen viendo en capítulos… es buena señal”, guiña. Su cocina, dice, es como su arte: mezcla de instinto, humor y performance.
«Me encantaría ganar los cincuenta mil dólares, pero sé que no voy a llegar. Hay candidatas mejores que yo. Creo que esta edición la gana una mujer. Es como una tercera ola del feminismo» ,concluye.
Agradecemos a Silvina Barletta





