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sábado, abril 19, 2025

La espera y el misterio en una perturbadora distopía de Fermín Eloy Acosta

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Una secuencia sobre el escritor Fermín Eloy Acosta nacido en Olavarría en 1990: ganó la segunda edición del Premio Hebe Uhart Novela 2024 con la obra Las visiones venenosas y se acaba de editar por Ediciones Bonaerenses. Tiene tremenda pulsión en frases como “Matar una gallina no es difícil si no te da impresión el paso de la vida a la muerte” y “Ayer prendimos fuego una pila de ramas y vimos elevarse la ceniza irizada. Algo de eso nos hizo pensar en la belleza”. Y los ojos atentos de Hernán Ronsino (uno de los jurados del premio) que dice que su segunda novela podría tratarse de una distopía o de una narración alucinada que dialoga con la fina tradición de novelas de la espera, desde El desierto de los tártaros de Dino Buzzati, pasando por El castillo de Franz Kafka, hasta Zama de Antonio Di Benedetto.

Eloy Acosta escribió una novela sobre la espera en un tiempo donde nadie espera. Su fundamento es el siguiente: “Tiene que ver con la demora de la palabra, con un trabajo casi artesanal con la frase (y el párrafo, ahí me siento cómodo tanto como lector y como escritor). Es un texto que también indaga ciertos límites paranoicos, entre la vigilia y el sueño, que eran cosas que me interesaba explorar. Y también la exploración del paisaje, casi como si fuera un encantamiento. Creo que parte del oficio de la escritura (y la literatura) es construirse una zona inaccesible, casi mística. Hay algo de eso, y vuelvo a la literatura por eso, una y otra vez”.

Jugar con el misterio

El escritor, que también da clases en la UBA, dice que en ese contexto es que sale a buscar algo, usa el verbo refractar para decir ese “algo” y casi que se pone a jugar con el misterio de su novela, ese en el que las cuatro protagonistas están esperando a “Ellos, Las cosas”, una entidad o ciertas presencias que nadie sabe bien qué es (o son).

“Es difícil de acceder en relación a lo contemporáneo. Por eso a mí me cuesta mucho la literatura de temas, o la literatura que trabaja inmediatamente con el presente. Por eso el texto se postula, de alguna manera, como anacrónico. Me interesan los libros que son como artefactos que pueden reaccionar con asuntos del presente pero que no son el presente. Me gusta trabajar en ese desplazamiento, en esa deslocación”.

El escritor Fermín Eloy Acosta ganó el Premio Hebe Uhart de Novela.
El escritor Fermín Eloy Acosta ganó el Premio Hebe Uhart de Novela.

Eloy Acosta parece decir que si hay algo que la literatura tiene para ofrecer es que puede convertirse en un cuerpo extraño, en función del presente. Y arrojar más incertidumbres que certezas. Una incertidumbre que el presente nos arrebató. Una incertidumbre que Las visiones venenosas nos devuelve.

Tanto en su primera novela (Bajo lluvia, relámpago o trueno. Entropía, 2019) como en esta segunda, las voces protagonistas son femeninas. Eloy Acosta suele declarar que lo hace, primero como un proceso natural, y luego también está su formación lectora de la literatura femenina, tanto argentina y Latinoamericana como universal.

Otra clave para entender el tono de esas voces femeninas tiene que ver con diferenciarse de los modos de hablar con cierta coloquialidad contemporánea. Esas voces femeninas no tienen tiempo. O mejor dicho, viven en su propio tiempo y por eso no tienen nada que ver con nuestro lenguaje cotidiano.

El autor completa la idea sobre las voces femeninas en sus dos novelas pero haciendo foco en la novedad editorial: “Una voz ornamentada, con un uso de la frase muy particular. Eso iba a decantar en una prosa extravagante. Ahí es donde me siento cómodo. Por formación, hay algo de las escrituras femeninas, y de las voces del margen, que muchas veces no coinciden con las voces masculinas dominantes de la literatura que a mí más me interesan. Así se fue armando ese universo de la intimidad y de la extrañeza que fue, en cierta medida, tejiéndose en el texto”.

Fermín Eloy AcostaFermín Eloy Acosta

La literatura en la era mediatizada

La obra de Fermín Eloy Acosta puede servir también para pensar el rol de la literatura argentina en la era mediatizada. Cómo, justamente, puede ser una herramienta para habitar otra sintonía. Para pensar con otro ritmo. Para no tener la necesidad de estar corriendo de atrás a las nuevas formas de comunicar a través del arte. A veces, el arte, corre ese riesgo. Adaptarse para comunicar.

El escritor propone lo contrario: abrazar la palabra y, a través de su musicalidad, habitar este presente de otra manera. Al menos por un rato. Así lo dice en Las visiones venenosas: “Pasados los días llegué a reconocer el vuelo repetitivo de algunos pájaros, la regularidad en la forma de ciertas nubes y más abajo a ellas tres, como al resto de las cosas que rodeaban la quinta, enlazadas, como algunos animales, a las rutas que hacían, de las que, en cierta medida y guiadas por su propia intuición, no podían salirse”.

Para Bajo lluvia, relámpago o trueno la geografía fue la Pampa y ese horizonte de desierto sin arena. En Las visiones venenosas el espacio está quieto pero sigue habiendo campo, también bosque, montaña y hasta cierto trozo de agua que, cuando te descuidás, se desborda, o eso creen las protagonistas.

Es decir, para Eloy Acosta, la geografía es determinante. Dice: “Pienso mucho el trabajo espacial en función de la luz, de la oscuridad, del límite. En general trabajo haciendo planos, hago dibujos, bocetos. Imagino distancias, gramáticas de las distancias. En relación a los rostros, los cuerpos, el espacio”. En ese trabajo y proceso de escritura, comenta, nunca surgen de entrada, siempre salen del texto. Como si el texto las arrojara. Como si le fuera dictando su propia constitución.

La novela que se acaba de editar tiene a cuatro mujeres a la espera de “Ellos, Las cosas”. Nadie sabe casi nada, todas suponen todo. En el marco de las supersticiones, el miedo no está solo en ese ecosistema onírico, también entra lo sexual, lo anecdótico, lo existencial y, porqué no, las ganas de crecer y encontrar un estadío perfecto de la vida.

Una visión que, a pesar de ser venenosa, quizás pueda dejar tranquila a una mujer que ya no tiene ganas de correr ni de contar buenas historias. O como dice la protagonista en la novela ganadora: “Yo había aprendido, imaginé, la primera lección de dibujo: toda obra engendra alguna forma de crueldad”.

Las visiones venenosas, de Fermín Eloy Acosta (Ediciones bonaerenses).

Redacción

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