Más allá de esa gesta inolvidable, Viviani fue un formador de talentos y un maestro del básquet, dejando su impronta en Central Entrerriano y en todos los jugadores que pasaron por sus equipos. Su capacidad docente, su pasión por el juego y sus valores humanos lo convirtieron en un referente para varias generaciones.
Desde mediados de la década del 60, “Pichón” dedicó su vida a la enseñanza y al crecimiento del básquet. Su legado trasciende los títulos: queda en cada jugador, en cada anécdota y en el amor por la camiseta que inculcó a sus dirigidos.
Hasta siempre, “Pichón”. Gracias por tu generosidad, por tu compromiso y por engrandecer el básquet entrerriano. Tu legado vivirá por siempre.