Una iniciativa pionera emprendida por los propietarios privados con apoyo de empresas va a permitir dar un primer gran impulso a la gestión forestal en Collserola. Tradicionalmente, los propietarios de fincas de Collserola (unos 1.000 en un área que ocupa unas 8.150 hectáreas) apenas han podido llevar a cabo tareas de manejo de estos bosques, sobre todo porque esta es una actividad poco rentable. Sin embargo, una nueva oportunidad de actuación se ha abierto con una iniciativa que afronta la gestión forestal considerando todas las funciones ecológicas que prestan los bosques. El compromiso de los propietarios de protección de los bosques genera créditos climáticos (con el aval de la Generalitat) que pueden ser adquiridos por empresas y sirven a los dueños de estos bosques para financiar los planes de acción forestal.
Los proyectos que se ponen en marcha permitirán, en dos fases, sufragar actuaciones en 56 hectáreas en fincas de Sant Cugat del Vallès, tras una primera experiencia exitosa. Los proyectos reciben, de media, más de 3.500 euros por ha protegida, y las empresas que prestan su colaboración son Molins, Fluidra y Occident.
Los créditos climáticos dan valor a los servicios ecológicos del bosque y pueden ser adquiridos
Los trabajos que se van a ejecutar permitirán hacer claras en el bosque, es decir, talar algunos árboles cuando exista un exceso de ejemplares. Y, además, se llevarán a cabo desbroces para eliminar los arbustos y el sotobosque, que compiten por el agua.
Se quiere “favorecer una estructura arbórea con menor densidad y más diversificada”, explica Martí Rosell, socio de la cooperativa Forest4 de trabajos forestales, que efectúa estas tareas en Can Cussó, en Valldoreix. Además, se hará “una selección de especies para favorecer una diversidad de árboles” y se mantendrán en pie los ejemplares que acogen aves o insectos. Las encinas taladas podrán servir para hacer leña, mientras que los pinos se clasifican y pueden servir para tableros o palés de transporte, entre otros posibles usos.
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Manuel Ferrer, presidente de la asociación de propietarios Collserola Iniciatives, explica que este proyecto es “un chute de esperanza” que hace renacer las posibilidades recuperar el control sobre los bosques para prevenir incendios. El compromiso de conservación debe durar 15 años. El paisaje de Collserola fue modelado durante siglos por la viña, hasta que la filoxera diezmó estos cultivos y dio lugar a una montaña pelada que lugo se convirtió en una masa arbórea sin gestión.
Lo que se hará ahora es una gestión forestal asistida. En Collserola los propietarios no pueden llevar a cabo una explotación maderera convencional porque los bosques no son productivos y ese recurso no tienen un valor suficiente. Por eso, lo que ha hecho la Oficina de Canvi Climàtic es impulsar los llamados créditos climáticos, que permiten poner en valor el conjunto del capital natural del bosque. Se trata de promover proyectos donde se tasa y se valora globalmente la contribución de estas masas forestales como proveedores de servicios ecosistémicos a la sociedad, es decir, la capacidad de absorción de CO2, la retención de agua y la protección de la biodiversidad, según explica Teresa Cervera, del Centre de la Propietat Forestal, empresa de la Generalitat, que impulsa también esta iniciativa.
Fuentes de la Oficina de Canvi Climàtic señalan que esta experiencia se inspira en los créditos de carbono (plantaciones de árboles destinados a absorber y fijar CO2) que pueden ser comercializados en los mercados voluntarios que funcionen en diversos países. Pero en Catalunya la prioridad no es plantar árboles (“más bien sobran”) y, además, son grandes consumidores de este recurso. Por eso, lo que se decidió es apostar por una gestión forestal integral. De esta manera, se da un valor también a la capacidad de los bosques de retener el agua y mejorar la biodiversidad.
Los créditos pueden ser adquiridos voluntariamente por empresas que quieran reducir su impacto ambiental o climático. Muchas suelen informar de estas actividades ecofilantrópicas en sus memorias o informes no financieros y otras quieren expresar de esta manera que promueven iniciativas adicionales para compensar ese daño.
Manuel Ferrer es dueño de una finca de 100 ha entre Cerdanyola (93 ha) y Barcelona (7 ha). Como muchos otros, su preocupación, al igual que la de sus hermanos, es el riesgo de un gran incendio. La casa familiar ya ardió en 1983 por un incendio forestal que vino desde Barcelona. La tragedia fue “espantosa”, perdió documentos y objetos de gran de valor en una finca con una historia que se remonta al siglo XV. Aún le estremece el recuerdo de aquel silencio tras las llamas o cómo veía el cielo a través del techo desplomado. Para los propietarios de Collserola la actividad forestal no es una fuente de ingresos ni de rentabilidad, todo lo contrario. El mantenimiento (masoveros, reparar caminos…) conforma una larga lista en el debe, mientras que en el haber apenas puede contar con los escasos ingresos por un coto de caza (900 euros /año, una aportación también amenazada