Solo han hecho falta veinticinco años para que la idea de que la investigación puede convertirse en un motor de progreso económico y social para Catalunya, defendida con entusiasmo quijotesco por unos pocos visionarios a principios de siglo, haya sido adoptada por amplios sectores de la sociedad, incluidos los que toman decisiones estratégicas sobre inversiones.
Hoy defienden la investigación el presidente de la Generalitat, que anuncia personalmente inversiones en este ámbito y asiste regularmente a la inauguración de infraestructuras científicas, algo impensable años atrás. La defienden entidades bancarias como la Fundación la Caixa, que está construyendo un gran centro de inmunología en Barcelona. Y la defiende un número creciente de empresas, que necesitan la investigación y la innovación para ser competitivas.
El cambio de mentalidad respecto a la investigación ha venido motivado en parte por necesidad, porque las economías avanzadas dependen del conocimiento para mantener su bienestar. Y en parte por oportunidad, porque los fondos Next Generation de la UE, aprobados en respuesta a la pandemia de covid, están ayudando a financiar proyectos científicos y tecnológicos.
Convertir las ideas que salen de los laboratorios en productos que lleguen al mercado es la gran asignatura pendiente
Pero hay que reconocer el papel decisivo de pioneros como Lluís Torner, que levantó el Institut de Ciències Fotòniques (ICFO) de la nada y convenció a los más escépticos de que la fotónica tenía futuro, incluso a los que no sabían de qué les hablaba; Joan Guinovart que no se cansó de predicar en el desierto que “los países ricos no hacen ciencia porque sean ricos, sino que son ricos porque hacen ciencia”; Mateo Valero, que se sacó de la chistera el Barcelona Supercomputing Center (BSC) y empezó a defender la soberanía tecnológica de Europa cuando todos a su alrededor aún creían que se podía confiar en EE.UU.; o Andreu Mas-Colell, que tuvo la idea inverosímil de crear centros de investigación de primer nivel en Catalunya, fichando a científicos de todo el mundo, y la llevó a la práctica.
Gracias al liderazgo de estos pioneros, y de los que les siguieron, Catalunya es ahora una de las regiones más destacadas de Europa en algunas áreas de investigación. Se ha convertido en la tercera región europea con más capacidad de captar fondos competitivos del programa Horizon 2021-2027, solo por detrás de Île-de-France (París) y Alta Baviera (Múnich).
Pero en innovación -la capacidad de pasar de la ciencia al negocio- cae a la posición 82 de Europa, y tercera de España por detrás del País Vasco y Madrid. El número de patentes solicitadas desde los centros de investigación y universidades está estancado desde 2015. El número de startups sí se ha incrementado pero, cuando una startup consigue resultados prometedores, faltan scaleups capaces de continuar el desarrollo de los productos. Convertir las buenas ideas que surgen de los laboratorios en buenos productos que lleguen al mercado continúa siendo una de las asignaturas pendientes.
Catalunya es la tercera región europea con más capacidad de captar fondos competitivos del programa Horizon
La otra asignatura en que aún no se han hecho los deberes es la de la inversión en I+D+i, más baja que en otros países europeos de tamaño, población y ambiciones similares. En Catalunya asciende a un 1,73% del PIB (según datos del 2022), poco más de la mitad que en Bélgica (3,35% en 2022), Austria (3,26%), Suiza (3,15%) y muy inferior al objetivo de la Unión Europea (3%). Pero -¡cabeza de ratón!- es superior a la media de España (1,49% en 2023). Y aunque la Llei de la Ciència de Catalunya prevé un aumento de la inversión en I+D+i, este aumento difícilmente puede hacerse efectivo sin nuevos presupuestos.
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Andreu Mas-Colell
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La falta de recursos ha obligado a priorizar las áreas en que Catalunya puede ser más competitiva, porque “es preferible hacer poco de manera excelente que mucho de manera mediocre”, según argumentó en una entrevista con La Vanguardia el investigador del cáncer Joan Massagué, actualmente presidente del Consell per a la Recerca i la Innovació que asesora a la Generalitat (Coricat).
Hay dos áreas destacadas en que Barcelona despunta y en que se concentran las principales inversiones para los próximos años. Por un lado, la biomedicina, sector en que el área metropolitana cuenta con más de 1.400 empresas y 264.000 profesionales -aunque no todos ellos dedicados a la investigación-, según datos de Barcelona Global. Por otro, las tecnologías fotónicas, cuánticas y de computación, sectores emergentes que pueden tener un impacto relevante en la economía local en un futuro a medio plazo.
La inversión en I+D+i en Catalunya solo es del 1,73% del PIB, muy por debajo del objetivo del 3% de la UE
En el ámbito de la biomedicina, la próxima gran inauguración será la del CaixaResearch Institute, que nace con el objetivo de convertirse en un centro de inmunología de primer nivel que mejore el tratamiento de un amplio abanico de enfermedades, incluidas cánceres, infecciosas, neurodegenerativas y autoinmunes. Vendrá después el Antic Mercat del Peix, que alojará a 1.200 investigadores y que está previsto inaugurar entre 2027 y 2028.
Fue idea de Jordi Camí, otro de los visionarios que hace 25 años estaban convencidos de que Barcelona podría competir en la liga de las capitales científicas, quien tuvo la idea de aprovechar el solar del antiguo mercado de pescado de Barcelona para actividades de investigación. También fue Camí quien tuvo las ideas de levantar el hoy emblemático Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona (PRBB) y de impulsar la Fundació Pasqual Maragall para crear el centro de investigación de alzheimer BarcelonaBeta.
A más largo plazo, está prevista la construcción del nuevo hospital Clínic en la Diagonal, a escasa distancia del Parc Científic de Barcelona y del hospital Sant Joan de Déu, que recientemente ha reforzado su instituto de investigación pediátrica. A todo ello se suman las inversiones de la industria farmacéutica, un área que tiene una larga tradición en Catalunya y que va a más.
Pero las mayores inversiones en investigación e innovación en el futuro inmediato son las que se destinarán a las tecnologías de computación y de fotónica. Proceden no solo de los presupuestos para I+D+i de la Generalitat y del Gobierno, sino en gran parte de los fondos europeos Next Generation que le han correspondido a España.
Se ha anunciado ya un proyecto europeo para crear chips fotónicos liderado por el ICFO dotado con 380 millones de euros, que serán aportados a partes iguales por la Unión Europea y por los once países participantes. El BSC, por su parte, lidera el proyecto DARE para crear chips de alto rendimiento, dotado con 240 millones, también aportados por la UE y los estados participantes. Otros 200 millones se destinarán a un proyecto, también liderado por el BSC, para abrir una de las mayores factorías europeas en inteligencia artificial.
“La investigación, el desarrollo y la innovación [son] prioridades políticas, sociales y económicas de Cataluña”, señala la Llei de la Ciència aprobada en 2022, porque tienen “efectos sobre la actividad económica, el bienestar de la ciudadanía, y sobre el avance de la sociedad del conocimiento”. Tres años después, el reto es convertir las ambiciones en realidad y conseguir que los beneficios de la ciencia y la innovación se extiendan al conjunto de la sociedad.