El escritor Artem Chapeye siente un amor melancólico por casi todo lo que sus conocidos odian de Ucrania, lo pobre y descuidado, lo que se esconde porque avergüenza aunque sea lo más auténtico, lo único sincero. Al tiempo que ama lo cutre, desprecia el horterismo sobrevenido, la ostentación de mal gusto, tanto de los que exhiben sus coches de lujo como de los que alardean de un patriotismo que no sienten. “Los verdaderos sentimientos no necesitan amplificadores, ¿no te parece?”.
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