La guerra comercial EEUU-China se extiende a América Latina
Ander Sierra – Diario Red
México es uno de los países que más está sufriendo la política arancelaria de Trump. No obstante, no será el único. Todo apunta a que este enfoque también irá dirigido contra varios países de América Latina, donde China está estableciendo una sólida red manufacturera
“Aranceles, baby, aranceles”. Esta versión modificada de la sonada frase pronunciada por Donald Trump, “drill, baby, drill”, puede ser un buen resumen de cómo han sido las primeras semanas del presidente republicano. Si ya durante su primer mandato centró parte de su política exterior en la imposición de aranceles, en esta segunda etapa no será menos. Esto cobra especial relevancia considerando que, detrás de toda política arancelaria, existen objetivos estratégicos mucho más amplios.
México es uno de los países que está sufriendo este enfoque tan característico de Trump. El 3 de marzo, el presidente estadounidense informó que los aranceles del 25% sobre los productos procedentes de territorio mexicano entrarían en vigor al día siguiente, para después anunciar que esta medida se posponía temporalmente. “Después de hablar con Claudia Sheinbaum, acordamos que México no estará obligado a pagar aranceles sobre nada que esté comprendido en el T-MEC. Este acuerdo es válido hasta el 2 de abril”, declaró Trump en Truth Social.
Resulta curioso que estos dos movimientos se produzcan después de que Estados Unidos amenazara y volviera a aplazar los aranceles contra México, además de Canadá, el pasado mes de enero. Sin embargo, este vaivén tiene, como decimos, un propósito mucho más amplio: socavar el estatus de México como destino óptimo para el nearshoring.
Es decir, Estados Unidos está atacando dos de los factores fundamentales que todo país necesita para atraer inversión extranjera en el sector industrial y manufacturero: la estabilidad y la certidumbre. Si bien México atraviesa otros muchos problemas estructurales, como el auge del crimen organizado, el país ha conseguido en los últimos años convertirse en un destino atractivo para muchas empresas internacionales que quieren escapar de la guerra comercial existente entre Estados Unidos y China.
El problema para la administración Trump es que, entre esas empresas, también hay muchas de origen chino que instalan parte de su producción en territorio mexicano para evadir las tarifas, aranceles y sanciones impuestas por Washington contra la potencia asiática. En este sentido, exportar productos a Estados Unidos con la etiqueta “Hecho en México” en lugar de “Made in China” les permite sortear estas restricciones, acceder al mercado estadounidense y aprovechar las ventajas del acuerdo de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Precisamente, el T-MEC será revisado en 2026 y es más que esperable que Estados Unidos ponga sobre la mesa las relaciones comerciales mexicanas con China. Cabe destacar que Canadá también mantiene la misma postura. La hasta entonces ministra de Finanzas y vice primera ministra, Chrystia Freeland, declaró en noviembre de 2024, poco después de celebrarse las elecciones presidenciales estadounidenses, que Ottawa “compartía las preocupaciones” de Washington sobre el papel de México como puerta de entrada para los productos chinos a Norteamérica.
Los aranceles de la administración Trump contra su vecino sureño están dirigidos a presionar al gobierno de Sheinbaum para que adopte una política más dura hacia Pekín y frenar una dinámica que se ha intensificado especialmente en el último lustro: China ha establecido cadenas de suministro en México, fortalecido los vínculos con el país latinoamericano y aumentado la producción en territorio mexicano.
En 2023, México se convirtió en el principal socio comercial de Estados Unidos, superando al gigante asiático. Pero, ese mismo año, el comercio bilateral chino-mexicano alcanzó los 100.000 millones de dólares, más del doble que los 42.000 millones registrados en 2016. Asimismo, también en 2023, la inversión extranjera directa (IED) china en el país centroamericano fue de 5.600 millones de dólares, una cifra muy superior a los 267 millones destinados siete años antes. Esta tendencia se traduce en el siguiente dato: desde 2020, la llegada de nuevas empresas chinas a México ha crecido 2,8 veces.
Por tanto, en su afán de volver a dominar el hemisferio occidental en una especie de Doctrina Monroe 2.0, Estados Unidos ha puesto a México en el punto de mira. Washington no quiere que el acercamiento comercial entre México y China se siga materializando y, para ello, pretende atar en corto a uno de sus socios más sólidos en los últimos años.
Ante la presión estadounidense, la presidenta Sheinbaum declaró en marzo que revisarán “las tarifas que tenemos con China” porque “mucha de la entrada de productos chinos a México hizo que cayera la industria [en referencia al texto y calzado] en nuestro país”. Asimismo, según el Wall Street Journal, México habría ofrecido a Washington “igualar los aranceles contra China”, una oferta que, si bien por ahora no ha sido aceptada por la administración Trump, refleja hasta qué punto está dispuesto a ceder México.
América Latina, la siguiente en la cola
México es, junto a Canadá, el país que más está sufriendo la política injerencista del segundo mandato de Donald Trump. No obstante, no será el único. Todo apunta a que este enfoque también irá dirigido contra varios países de América Latina, donde China está estableciendo una sólida red manufacturera. Brasil, por ejemplo, es el principal destino de la IED china en la región, siendo la manufactura el segundo sector que más capital chino recibe.
En este contexto, si bien hacia América Latina no ha habido grandes medidas arancelarias –exceptuando el episodio producido con Colombia por las deportaciones–, es probable que esta dinámica cambie drásticamente. Esto se debe a que la estrategia agresiva de Estados Unidos contra China se libra en múltiples frentes y escenarios, siendo América Latina uno de los más importantes. Al retornar su visión de la región como su “patio trasero”, Washington quiere recuperar su estatus como hegemón en todo el continente y, para ello, considera que es fundamental atacar los intereses políticos y comerciales de China.
Un claro ejemplo fueron las declaraciones de Mauricio Claver-Carone, el enviado especial de la administración Trump para América Latina, quien declaró que Estados Unidos debería aplicar aranceles del 60% a “cualquier producto [independientemente del origen] que pase por [un] puerto de propiedad o control chino en la región” y que tenga como destino final el territorio estadounidense.
La administración Trump está decidida a presionar y amenazar –con aranceles, sanciones o diplomacia– a aquellos países latinoamericanos que considere que están demasiado alineados comercial o políticamente con Pekín. El objetivo final es forzarles a modificar su regulación comercial y distanciarse de la potencia asiática. Algo así dio a entender el secretario de Estado, Marco Rubio, cuando mencionó lo siguiente: “Algunos países cooperan con nosotros; otros, menos. Los primeros serán recompensados. En cuanto a los segundos, Trump ya ha demostrado que está dispuesto a utilizar la considerable influencia de Estados Unidos para proteger nuestros intereses”.
Lo interesante será comprobar cómo reaccionarán los países latinoamericanos ante esta estrategia. Canadá y México, quienes dependen enormemente del comercio con Estados Unidos, pueden estar dispuestos a ceder, pero otras economías en la región seguirán viendo beneficioso establecer unos vínculos más estrechos con China.
*Periodista especializado en política internacional. Director de Descifrando la Guerra. Interesado en la República Popular China y en la región Asia-Pacífico. Maestría en Estudios Internacionales por la UPV/EHU y en Estudios de Asia Oriental por la UAM. Coautor del libro «La nueva era de China: la gran estrategia para el sueño de Xi Jinping».