
Diego Santilli repite en campaña que “en política siempre hay que ir con la verdad”. Lo dice con naturalidad, como si ese principio fuera su marca personal o su identidad política. Pero hay un episodio que demuestra exactamente lo contrario y está documentado con sellos oficiales y su firma.
Hace quince años, siendo ministro de Ambiente y Espacio Público del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Santilli autorizó por escrito la instalación de un busto de Mustafá Kemal “Atatürk”, fundador de la República de Turquía, responsable de la política de negación del genocidio armenio. Lo hizo a pesar de varias alarmas que ya se habían encendido dentro de su propio ministerio y que señalaban irregularidades en el pedido diplomático. Cuando el escándalo estalló, el ex funcionario, y hoy primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires, lo negó públicamente.
Más de tres décadas en la política con declaraciones juradas incompletas, un patrimonio difícil de justificar, alianzas cambiantes, aportantes oscuros y un eslogan de campaña tan llamativo como oportunista, hablan de un político hábil para adaptarse a cualquier escenario. No es la idea de que esta columna se detenga en ese costado del candidato. La nota busca iluminar una historia poco conocida, pero reveladora, sobre la distancia entre lo que Santilli dice y lo que verdaderamente hizo.
La historia empezó con una carta diplomática

Documento: Carta del embajador turco a Mauricio Macri (11/11/2009): origen del pedido para “reponer”
el busto de Mustafá Kemal “Atatürk”
El 11 de noviembre de 2009, el embajador turco Hayri Hayret Yalav envió una nota al entonces jefe de Gobierno, Mauricio Macri. En ella aseguraba falsamente que en 1983 se había retirado un busto de Atatürk del Parque Tres de Febrero y solicitaba su “reposición” como gesto de amistad por el centenario de las relaciones diplomáticas entre Turquía y la Argentina. La misiva incluía un mapa que señalaba el lugar exacto donde, según la embajada, había estado el monumento, y proponía reinstalarlo en ese mismo sitio, en la Av. Sarmiento y la Av. Figueroa Alcorta.
La misiva se fue derivada al área de Santilli, al Ministerio de Ambiente y Espacio Público, y fue allí que el trámite encendió rápidamente las luces de alerta: los primeros informes internos indicaron que no existía algún registro de que ese busto hubiera estado en la Ciudad.

Documento: Carta del ministro Diego Santilli al embajador de Turquía, fechada el 4 de febrero de 2010,
en la que se compromete a facilitar la instalación del busto de Mustafá Kemal “Atatürk”
Aun así, el 4 de febrero de 2010, Santilli le escribió al embajador Yalav comprometiéndose a seguir el trámite iniciado ya “mantener en buen estado el área del pedestal para que el busto de Atatürk sea colocado”, ya proveer “dos epitafios y una reja alrededor del monumento”, como si la advertencia no hubiera existido. En esa carta, que lleva su firma, el Ministro daba por hecho que el monumento existía y que su reposición era un simple acto administrativo.
La argumentación diplomática era sencilla: si el busto alguna vez estuvo allí, podía reponerse sin necesidad de aprobación legislativa, evitando así el trámite formal que exigen las leyes de la Ciudad para la instalación de nuevas esculturas y la segura objeción de los armenios de la Ciudad.

Documento: Informes internos de diciembre de 2009 que confirman que nunca existió
un busto de Mustafá Kemal “Atatürk” en la Ciudad de Buenos Aires
En marzo, incluso después de recibir un tercer informe que ratificaba que nunca hubo tal monumento, solicitó la confección de las placas conmemorativas y el texto laudatorio. La ceremonia estaba programada para el lunes 31 de mayo, con la presencia del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.
El conflicto estalló pocos días antes, justo cuando la colectividad armenia se enteró de la inauguración del busto. La indignación derivó en amparos judiciales, solicitadas y reuniones de urgencia. El viernes 28 de mayo Santilli recibió a representantes de esa comunidad y suspendió el acto anticipando un escándalo.
Erdogan, ofendido, canceló su visita a la Argentina y provocó un conflicto diplomático que enfrentó al Gobierno nacional con la administración porteña. Desde Turquía confirmaron tener una carta firmada por Santilli; él, en cambio, salió a negarlo todo. “Nunca di tal autorización”, declaró a la agencia Télam. “Buscamos antecedentes y no había habido un busto de Atatürk”, agregó. Las pruebas lo desmentían: había firmado la autorización tres meses antes y tenía sobre su escritorio tres informes que le advertían que no había habido un busto tal como se afirmaba.

Dictamen de la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico del Ministerio de Cultura de la Ciudad de marzo de 2010. El informe sostiene expresamente que “no hay antecedentes ni disposiciones sobre su colocación anterior”,
lo que refuta la versión diplomática turca y los fundamentos del expediente avalado por Santilli
En los hechos Santilli avaló una falsedad que le daba un ataque político a la embajada. Su conformidad al pedido turco, a pesar de las advertencias, difícilmente se explica por un entusiasmo personal por ver el rostro de Mustafá Kemal en una importante esquina porteña. Más bien parece haber actuado con docilidad dispuesto a convalidar una falacia con una artimaña.
Aquel episodio, que terminó con la cancelación de la primera visita oficial de un jefe de Gobierno turco al país, fue considerado por la Cancillería argentina como un error de gestión diplomática y política. Para Santilli el episodio no tuvo consecuencias: ningún sumario ni sanción, solo el olvido mediático. Hoy, el mismo dirigente que entonces avaló una artimaña encabeza la lista de diputados por la provincia de Buenos Aires en las elecciones del 26 de octubre y se muestra en campaña como ejemplo de transparencia.

Arshak Karhanyan, el policía de la Ciudad de Buenos Aires desaparecido en febrero de 2019
En 2019, cuando Diego Santilli era Ministro de Justicia y Seguridad de la Ciudad, desapareció el joven oficial de la Policía porteña Arshak Karhanyan. La investigación, que estuvo a cargo de la misma fuerza sospechada, se degradó entre pruebas borradas, cámaras perdidas y silencios oficiales que siguen marcando el límite entre la verdad y la conveniencia política. Un hecho gravísimo en democracia.
Santilli, la máxima autoridad política de esa policía, nunca recibió a la madre del joven desaparecido ni impulsó una investigación sobre este tema grave. En este caso no hubo espíritu de cuerpo que tanto caracteriza a la fuerza de seguridad. En las comisarías no había fotos del compañero desaparecido.
En ambos episodios, el busto y la desaparición de un integrante de la Policía de la Ciudad, se repite un patrón: ocultar la verdad, negar la responsabilidad y seguir adelante como si nada.
Diego Santilli repite que “siempre hay que ir con la verdad”. Los hechos demuestran que él prefirió otro camino y no precisamente el de la transparencia sino el de la hipocresía.
Pablo Kendikian





