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jueves, febrero 6, 2025

La historia de los monos que vivían en el subsuelo del Cemic y los detalles del complejo operativo para viajar a Sudáfrica

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«Willy». «Carolina». «Francisco». Son los nombres de tres de los 41 monos capuchinos liberados del último laboratorio con primates del país, y que ya están en un santuario de Sudáfrica. Sus cuidadores despidieron a cada uno con un beso.

Son parte de una colonia de 50 ejemplares de la especie Cebus apella, también llamada Caí, que vivían en el subsuelo del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (Cemic), en Saavedra, aunque hace tres años que el lugar no estaba activo.

Otros 9 monos liberados aún no pudieron abordar el avión y ocho más, de otra raza y que no se espera que salgan del país, mantienen un futuro incierto.

Clarín conoció los detalles de un complejísimo y oculto vuelo de liberación. Uno que viene ideándose desde hace cinco años, que estuvo a punto de cancelarse por la denuncia de un grupo de proteccionistas y que incluye una lucha por el bienestar animal que aún no termina.

Lo primero que hay que conocer de esta historia es que este bioterio, como se le llama a los centros de pruebas de investigación en animales, nunca fue ilegal, ni siquiera fue secreto. El silencio llegó cuando se decidió cerrarlo.

Se creó en 1983 en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS) como parte del Centro de Investigaciones en Reproducción Humana y Experimental (Cirhe), y en él se llevaron a cabo ensayos clínicos hasta 2021, año en el que el Cemic pidió asesoramiento al Conicet para comenzar con su desmantelamiento.

Uno de los monos caí que ya están en un santuario en SudáfricaUno de los monos caí que ya están en un santuario en Sudáfrica

Al ser un tema muy sensible porque se trataba de experimentación con animales, la Subsecretaría de Ambiente de la Nación pidió reserva absoluta. Además, la pandemia del coronavirus fue un parate también para esos caí, que en ese momento eran 74 y terminarían permaneciendo varios años más en ese subsuelo porteño.

Con una decisión judicial sin precedentes por la cantidad de individuos y una extensa gestión que abrió esas jaulas administrativamente, el viernes pasado iba a ser el día de la real liberación, pero por un detalle que se narrará más adelante en esta nota, eso finalmente ocurrió, y en parte, el miércoles.

La clave es que la Unidad Fiscal Especializada en Materia Ambiental (UFEMA), a cargo Carlos Rolero Santurián, resolvió rechazar el pedido de la querella (quienes previamente denunciaron al Cemic por maltrato animal), que había solicitado suspender el traslado de los monos, ante sospechas de que se tratara de una «venta encubierta» de estos animales.

El tamaño de las cajas, un El tamaño de las cajas, un «detalle» que demoró todo

¿Por qué se decidió que los monos tenían que irse a ese santuario en Sudáfrica?

«Hubiese sido mucho más fácil trasladarlos a alguna reserva de Argentina, pero a lo largo de estos años no encontramos ni acá ni en países limítrofes centros de recepción que tuvieran la capacidad técnica para albergarlos, un equipo de veterinarios que pudieran atender esa cantidad de animales, o por cuestiones climáticas (son monos que no resisten bajas temperaturas). Además, algunas reservas que se postularon para recibirlos no son oficiales», detalla a Clarín Agustín Languasco, director del CEMIC.

Fue quien acompañó –de forma literal y en la toma de decisiones– a los monos hasta Ezeiza. También es quien está definiendo qué pasará con los que aún no volaron y con los monos que se quedarán en Argentina.

En un momento los primates que están o van a estar en Sudáfrica estuvieron muy cerca de ser trasladados a Uruguay. Pero el brote de viruela símica en el mundo, justo después de la pandemia, hizo que esa reserva charrúa, “por las dudas”, se bajara del proyecto.

«El santuario de Sudáfrica, el Hidden Forest Sanctuary, en KwaZulu-Natal, es muy grande. Teníamos muy buenas referencias. Es parte de una liga de santuarios y reservas en África que también es enorme, así que rápidamente tuvieron el apoyo de varias asociaciones conservacioncitas del mundo para recibir a los monos. Siempre cumplió los requisitos como para ser el lugar de acogida. Lo que parecía ser el desafío más complejo era el tema del traslado«, detalla Languasco.

Los ocho macacos, que al ser de otra raza y necesitar otros requerimientos fueron rechazados por el santuario de África, nunca fueron utilizados en el Cemic para experimentación. Siguen en el subsuelo.

«Vinieron de otro bioterio, que se dedicaba a temas vinculados a la odontología, y cuando cerró, los recibimos nosotros, como si fuera un lugar de tránsito. Fue un acto humanitario tenerlos, hoy es un problema, porque con el cierre del bioterio estamos viendo en qué lugar los podemos reubicar.»

Volviendo al costo del vuelo de liberación, que generó la desconfianza de los proteccionistas, desde el Cemic responden a este diario que ese centro pagó en dólares por la confección de las «muy costosas» cajas transportadoras de los monos; que también abonó todos los trámites del Despachante de Aduana para la exportación de animales vivo; y que costeó el traslado por tierra de esas jaulas hacia Ezeiza.

El traslado,  a cargo de la Brigada de Control Ambiental.El traslado, a cargo de la Brigada de Control Ambiental.

Una vez en el Aeropuerto, tres fundaciones –Stichting Abri voor Dieren con el apoyo de Stichting Red een Dier y The International Primate Protection League (IPPL) junto a Stichting Wings for Animals– pagaron el viaje en avión de hasta Johannesburgo. Ya en la capital de Sudáfrica, la reserva se hizo cargo del costo de que los animales lleguen hasta el santuario.

Se habla de un total de 200 mil dólares por esta operación, pero desde Cemic dicen que no tienen claro «cuánto fue el total».

A todos los monos capuchinos se les puso un chip (identificación de que se trató de animales de laboratorio, con su historia clínica), y se les hizo una vasectomía a los machos que estaban en edad reproductiva. Ese gasto también corrió por parte del centro médico de Argentina.

«En el país hubo otros bioterios de primates, que se abrieron y se cerraron. Nunca pudimos saber cuál fue el destino de esos centros. Hubo uno en Corrientes que se desmembró, y no sabemos muy bien a dónde fueron a parar esos animales», diferencia el director.

Lo claro es que el laboratorio de primates del Cemic funcionaba bajo la modalidad indoor. Los monos no estaban en el exterior, es decir, no tenían ningún contacto con el medio ambiente, para mantener el entorno lo más controlado posible para la investigación.

Todos los caí mencionados en esta nota nacieron en cautiverio. Hasta ahora, no conocían la luz natural, y los cambios de horario se simulaban con el encendido y apagado de luces LED.

«Esta es una colonia de monos extremadamente longevos. Superaron de forma excepcional su sobrevida (el caí más grande tiene 36 años, el más chico 3, y en su hábitat natural viven aproximadamente unos 15 años). Desde que el bioterio cesó su actividad, dejó de reproducirlos y por eso descendió el número de animales. Ahí está la confusión de muchas personas. Algunos han fallecido de forma natural», aclara Languasco.

El (primer) vuelo

Los monos volaron en jaulas, dentro de pallets que toleran 12 cajas a la vez. ¿Por qué se frustró el primer vuelo, que iba a salir el viernes de la semana anterior y los monos terminaron despegando el miércoles? ¿Por qué aún quedan 9 monos caí a la espera de abordar?

Fue un detalle técnico el que escapó a los responsables del traslado y hará necesario que, en vez de uno, sean dos vuelos de liberación, lo que duplicará el costo de la operación.

Las jaulas, en sus palets, a punto de despegar hacia SudáfricaLas jaulas, en sus palets, a punto de despegar hacia Sudáfrica

Inicialmente, el Cemic quería trasladarlos a todos juntos, porque algunos monos podían compartir jaula, y esa compañía les iba resultar menos estresante durante tantas horas de vuelo. Así, calcularon embarcar a los 50 en cuatro pallets, moviendo 48 jaulas. No pudo ser.

Un año atrás, definieron que iba a ser KLM la compañía aérea encargada de embarcarlos, pero el tamaño de la jaula no dependía ni de la aerolínea ni de los cuidadores de los monos. Es una normativa de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), y complicó las definiciones a último momento.

«Con el correr de los meses, KLM empezó a reducir el tamaño de la bodega que nos dejaba disponible para el traslado. En un momento no entraban más de 36 jaulas, con 5 que son compartidas, así que pudimos hacer volar a 41 monos», explica Languasco.

Además de que se tenga que volver a pagar por un traslado que podía terminar con un sólo vuelo, obliga a tener que renovar, tanto en Argentina como en Sudáfrica, gran parte de la documentación de los 9 caí que se quedaron abajo.

«El permiso de importación en África nos llevó casi 6 meses. Como es la rectificación de un trámite que ya está hecho, pensamos que va a ser más breve. Así que van a ser trasladados apenas sea posible«, desea el directivo del centro médico.

Un equipo de trabajo conformado por el Cemic junto a conservacionistas y colaboradores de Holanda y Londres, está en estos días buscando más fondos para cumplir con ese segundo vuelo de liberación. Es que el segundo tramo del traslado, de Johannesburgo hasta la reserva, ahora será en un vuelo charter (privado), con el costo que significa.

La vida de estos monos de laboratorio

Este bioterio fue parte de una red de importantes laboratorios del mundo en el que se investigaron y probaron procedimientos de fertilización asistida en primates no humanos. Los monos de ese centro de pruebas porteño también participaron de ensayos de diversos fármacos, desde los que se desarrollaron contra la osteoporosis hasta los que permiten detectar tumores.

Con los 41 monos ya en Sudáfrica, comienza otra ardua etapa hasta su liberación (siempre parcial). Después de un aislamiento de 30 días –que asegura que eventualmente no contagien con virus y otros patógenos a la población animal que ya reside en esa reserva– el equipo técnico sudafricano deberá, «muy de a poco», vincular a los caí entre sí.

Es que hay algunos que jamás estuvieron juntos, incluso dentro del subsuelo del laboratorio. Siempre hubo una jaula.

Como explican a Clarín desde el CEMIC, «el gran desafío que ahora tiene el santuario es la vinculación de esta colonia, ver cómo los puede ir combinando en grupos que funcionen, y cómo pueden ir expandiendo el lugar donde residen. El ideal es que estos animales que nunca van a poder vivir 100% en libertad, armen un grupo social lo más grande posible en el recinto más grande posible».

En el hábitat natural, los monos caí muchas veces no viven más de 15 años, porque los ejemplares jóvenes terminan desplazando –es decir, eliminando– a los más viejos, corriéndolos de las copas de los árboles, y dejándolos a la merced de los depredadores.

MG

Redacción

Fuente: Leer artículo original

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