La vida de Shaunta-Maé Alexander es un testimonio imparable de lucha contra la adversidad. A sus 35 años, esta mujer de California atravesó un camino lleno de obstáculos, desde su infancia en un hogar de acogida hasta enfrentar enfermedades crónicas que la dejaron sin poder caminar. A pesar de las dificultades, logró alcanzar sus metas que parecían imposibles, como su sueño de correr una media maratón.
Alexander es una atleta de largas distancias que forma parte del programa de Atletas con Discapacidad de New York. Además, es Licenciada en Comunicación Social y autora de los libros infantiles «Querida pequeña yo; Hola mariposa«, «Querido yo: Es día de mudanza» y «Querido pequeño yo, la ira se ha ido».
Desde que nació, la vida de esta corredora estuvo marcada por la incertidumbre. Creció en un hogar de niños, donde vivió hasta los 16 años, momento en que fue adoptada por su madre, que le dio el hogar y el amor que tanto necesitaba. «Mi madre adoptiva me salvó. No sé si estaría viva o cuerda hoy si no hubiera sido por su llegada a mi vida, expresó en entrevista con Clarín.
Antes de conseguir una familia, su estadía no fue para nada fácil: «Lidié con años de abuso en manos de quienes se suponía que debían protegerme. Sufrí muchísimo por ello. A los tres años, ya había estado en seis hogares de acogida diferentes. Ninguno de los cuales era un espacio seguro para mí», detalló.
Además, como si fuera poco, a medida que Shaunta-Maé crecía, comenzó a experimentar intensos dolores de estómago que más tarde, cuando cumplió 12 años, serían el inicio de un trastorno crónico que cambiaría su vida para siempre: la enfermedad de Crohn. Esta afección, que inflama y daña el tracto digestivo, le provocó distintos problemas severos como diarreas constantes, dolor, calambres y hemorragias.
Esa enfermedad condicionó su infancia y adolescencia, limitando su capacidad para realizar las mismas actividades que sus compañeros. Ella siempre llevaba consigo una mochila que contenía ropa extra, pañales y medicamentos, ya que no podía controlar sus intestinos.
Con los años, la misma enfermedad desencadenó otros desequilibrios en su cuerpo, como el síndrome de taquicardia ortostática postural, que provoca un ritmo cardíaco acelerado al ponerse de pie después de estar sentado o acostado, y la pericarditis crónica, una afección en la que el saco que rodea el corazón se inflama, lo que puede causar dolor y dificultad para respirar.

Casi cuando ya comenzaba a acostumbrarse a vivir con dolencias, esta fue solo la primera de muchas batallas que Shaunta-Mae estaba por enfrentar. A los 30 años, sufrió un brote grave de Crohn tras una intoxicación alimentaria, lo que la llevó a someterse a una colonoscopia que, debido a una rara reacción a la anestesia, la dejó paralizada.
En sus palabras, “no podía mover las piernas ni los brazos, tampoco hablar, y apenas veía. No recuperé la consciencia por completo hasta una semana después». Durante su recuperación en el hospital empezó a usar un andador y, poco a poco, volvió a hablar.
A pesar de su determinación y el progreso logrado, en 2021 un nuevo diagnóstico la obligó a comenzar de nuevo. Como resultado directo de la reacción, desarrolló un trastorno neurológico funcional, una afección que interfiere con la comunicación entre el cerebro y el cuerpo, lo que provocó que quedara nuevamente paralizada de la cintura para abajo, por segunda vez.

En aquel momento, Shaunta-Maé confesó que se sintió frustrada: «Me había dado por vencida y ya no tenía ganas de intentarlo. Acepté mi destino. Sentí que mis discapacidades y enfermedades autoinmunes habían ganado y renuncié a la vida».
El momento en que su vida cambió
Sin embargo, en 2022, llegó un «momento de revelación» a su vida. «Ya no quería permitir que mis discapacidades me descalificaran de mi propósito. Si iba a estar en esta silla de ruedas por el resto de mi vida, entonces iba a ser la persona más fuerte en esta silla», reflexionó.
En lugar de entregarse a sus pensamientos negativos, Alexander empezó a entrenar desde su silla de ruedas. Al principio, solo se dedicó a sus brazos con pesas ligeras, y poco a poco fue recuperando movilidad, hasta que sumó una bicicleta estable a su ejercicio diario de 30 minutos.

Siguió la misma rutina durante todo el año hasta que finalmente los médicos le dieron permiso de avanzar en cinta de correr. Sin dudar, su familia le regaló una, pero el progreso de aprender a caminar de nuevo no fue nada fácil.
«Fue insoportable. Nadie habla del dolor que sufre el cuerpo cuando empieza a usar músculos y articulaciones que no se han activado en meses y años. El dolor era incapacitante. Pero también era necesario. Sabía que tenía que pasar por eso para poder caminar y volver a ser algo independiente», recordó.

A pesar del dolor, la valiente Shaunta empezó a caminar, luego a trotar, e increíblemente alcanzó a correr. Desde entonces, participó de 12 carreras en menos de 3 años.
Tanto fue su avance que, en junio de 2023, cruzó la meta de su primera media maratón en Nueva York de 5K, un hito que marcó el inicio de su verdadera transformación. «Fue una de las cosas más difíciles que me atreví a afrontar», afirmó.
El pasado 16 de marzo, superó su desempeño al correr 21 kilómetros en United Airlines NYC Half 2025, una carrera organizada por la fundación Team for Kids para recaudar fondos para programas infantiles y darles las oportunidades que ella no tenía mientras crecía.
Para esta resiliente atleta, correr no es solo una sesión de entrenamiento para su cuerpo, sino también para su mente. «Cada vez que termino una carrera, mis pensamientos sobre ella y sobre mí mismo se vuelven más positivos. Me siento más fuerte física y mentalmente», señaló.

El atletismo tiene un fuerte lazo con su historia ya que «como niña maltratada y abandonada, corría para desahogar las emociones«. Correr «era lo único que podía hacer para ser vulnerable y llorar, o para ser libre y no preocuparme por nada», agregó.
Al preguntarle cuál fue el mayor aprendizaje de su vida, Shaunta respondió: «Crecí teniendo que ser fuerte para poder sobrevivir. Ahora, estoy viva y puedo ser fuerte a mi manera. Puedo controlar esa narrativa. A pesar de lo que experimento a diario con mis enfermedades autoinmunes y discapacidades, puedo demostrarle al mundo que mis discapacidades no me descalifican para mi propósito«.