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viernes, mayo 9, 2025

La historia de violencia política en la dictadura argentina tras ‘El Eternauta’, la nueva serie de Ricardo Darín que arrasa en Netflix

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Los argentinos hablan por estas horas sobre la inflación, el dólar, como siempre, las groserías verbales de Javier Milei y, especialmente, El Eternauta. El gran comic argentino y latinoamericano de ciencia ficción se ha convertido en una serie de Netflix estrenada el pasado miércoles en la que Ricardo Darín encarna a Juan Salvo, su personaje principal. Y si se habla tanto de lo que sucede en la pantalla es por el valor de la traducción de una historieta épica que cuenta la lucha desigual contra una invasión extraterrestre, en 1957, el año de su publicación en la revista Hora Cero. La aventura imaginada por Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López tuvo tanto peso cultural y político que en 1976 se lanzó una segunda parte. La amenaza ya no venía de Los Ellos, inescrutables amos galácticos, sino de la propia tierra. En Argentina se había impuesto además una dictadura. El terrorismo de Estado se ensañó con Oesterheld y sus cuatro hijas. Todos desaparecieron. Si Salvo, el personaje principal de El Eternauta, busca a su familia por todos los universos posibles, Elsa Sánchez hizo lo mismo para saber sobre la suerte de su esposo y de Diana, Estela, Beatriz y Marina. La mayor de ellas tenía 25 años. El comic que todas las generaciones se pasan de mano en mano y el drama familiar de uno de los autores pasaron a constituir dos caras de una misma moneda que intenta su compleja síntesis como serie.

En 1957 existía un régimen militar que había derrocado al general Juan Perón. La historia comienza en una casa de la periferia bonaerense. Un grupo de amigos, Salvo y el profesor Favalli, entre otros, juega a los naipes cuando, de repente, se corta la luz y del cielo cae una nevada cuyos copos matan a quien los toca. El frío en pleno verano anuncia una invasión que traerá a la tierra a los Manos, ejecutores de un plan superior y maligno. Los humanos son convertidos en robots a través de un dispositivo, y los «cascarudos» y «gurbos» son unos monstruos utilizados para facilitar la tarea de exterminio. Pero Salvo y los suyos se resisten y pronto descubren que no están solos ni habrá una salvación individual. Una de las situaciones memorables de El Eternauta tiene lugar en el estadio de fútbol de River Plate, convertido en escenario de un combate entre fuerzas desiguales.

El Eternauta ha sido durante décadas el sueño imposible de varios cineastas. Se intentó convertirlo en un dibujo animado. Le tocó a Bruno Stagnaro, uno de los directores que adquirieron protagonismo en los años 90 con películas de fuerte realismo, como Pizza, birra y faso, el desafío de materializar un deseo latente de lectores de distintas edades. Stagnaro decidió ser fiel al espíritu del comic pero no se ha privado de adecuaciones que son objeto de polémicas. Los sucesos que se cuentan ya no transcurren en 1957: son puro presente. Los protagonistas tienen teléfonos móviles, utilizan internet, se reconocen herederos de frustraciones políticas como la crisis de 2001.

«Nunca se hizo algo así acá», dice Darín. La producción impresiona por la variedad de escenarios naturales y digitalmente construidos para cada episodio de una hora de duración.

Paradojas del proyecto

El reconocido actor se rindió al poder seductor de El Eternauta y no dudó en hacer suyo el proyecto. Darín también había sido capturado por su lectura en algún momento de su vida. Oesterheld supo contar con maestría las peripecias de un hombre común que no solo se transforma en la adversidad: lo hace como parte de un impulso común frente a una amenaza totalitaria. «Los pueblos que han podido sobrevivir son los que se juntaron codo a codo, se defendieron y se interesaron no solo por lo que les pasaba de forma individual».

La serie se conoce en medio de un proceso sistemático de destrucción de la industria cinematográfica argentina. El Gobierno de ultraderecha ha pulverizado al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). «A lo largo de 2024 y en lo que va de 2025, Carlos Pirovano se ha convertido en el único presidente del Incaa en tener el récord histórico de cero películas argentinas aprobadas durante su gestión», señalaron la Cámara Argentina de la Industria Cinematográfica (CAIC), la Asociación General de Directores Cinematográficos y Audiovisuales (DAC) y Argentores, la entidad que agrupa a los guionistas. De ahí que para Darín el impacto que provoca El Eternauta así como la ponderación de la cual es objeto el séptimo arte de este país suponen una «gran paradoja» en medio de la era Milei. El presidente no deja de asociar a la cultura con el adoctrinamiento. Escritores, actores, músicos, suelen ser tachados de «zurdos de mierda» que no merecen la financiación estatal.

La Buenos Aires de la serie es devastada por una nieve letal con imágenes emparentadas con las series norteamericanas The walking dead y The last of us. En la decisión de Stagnaro de superponer épocas parece latir un deseo de comentar también el presente argentino y la necesidad de recordarle a los espectadores de que no existe la salvación individual. Del desastre, insiste el director, se puede salir transformado. Y esa preocupación se enfatiza a través de la música y, en particular, la canción ‘El Magnetismo’, de El Mató a un Policía Motorizado: ¿Quién te va a cuidar? / En este mundo peligroso tenemos que estar juntos.

Los supervivientes

Oesterheld reivindicó a lo largo de su carrera el paso de la literatura al comic. Dijo que a Jorge Luis Borges también le habría gustado escribir guiones. Cuando lo secuestraron, en 1977, se estaba publicando la segunda parte de El Eternauta en la revista Scorpio. Lo llevaron al centro clandestino de detención El Vesubio, en los suburbios de la capital. «Su estado era terrible. Permanecimos juntos mucho tiempo. Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de Héctor se refiere a la Nochebuena del 77. Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y para fumar un cigarrillo. Nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces él dijo que por ser el más viejo de todos los presos, quería saludar uno por uno a todos los que estábamos allí. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos». El testimonio pertenece al psicólogo Eduardo Arias y fue brindado en 1984 a la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP) que encabezó el escritor Ernesto Sábato y publicó el informe que se conoce como Nunca Más.

Elsa Oesterheld recuerda que no solo desaparecieron su esposo y sus cuatro hijas sino también «mis dos yernos, otro yerno que no conocí, y dos nietitos que estaban en la panza». Uno de sus nietos, Martín Oesterheld, tenía cuatro años cuando su familia fue destruida. Le ha tocado desempeñarse como consultor de los realizadores de la serie. Una suerte de custodio del legado en momentos que el propio Gobierno se ha constituido en la voz del negacionismo histórico. En varios carteles publicitarios exhibidos en la ciudad donde se ve a Darín con su máscara aislante han aparecido pegadas las fotos del escritor y sus cuatro hijas. Una de ellas, la madre de Martín.

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Redacción

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