La historia del locro está profundamente ligada a la identidad cultural del noroeste argentino, aunque sus raíces se remontan a tiempos precolombinos.
Este guiso espeso y sabroso, hecho a base de maíz, zapallo, porotos y carne, es hoy un plato insignia de las fechas patrias en Argentina, especialmente el 25 de mayo y el 9 de julio, pero su origen y evolución cuentan mucho más.
Origen prehispánico
El locro tiene su origen en las comunidades andinas indígenas, como los quechuas y aimaras, que habitaban la región que hoy comprende el norte de Argentina, Bolivia, Perú y parte de Chile. Ya cocinaban guisos con maíz (choclo), zapallo y porotos, alimentos fundamentales en la dieta precolombina. Estos ingredientes eran cultivados en terrazas de altura y cocidos en ollas de barro, a fuego lento.
La influencia colonial
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, el locro incorporó nuevos ingredientes como la carne vacuna y de cerdo, el chorizo y el panceta, así como condimentos europeos. Este sincretismo dio forma al locro criollo, como lo conocemos hoy: una mezcla de sabores originarios y europeos que simboliza la fusión cultural del continente.
Símbolo de identidad y resistencia
Durante las guerras de la Independencia, el locro pasó a ser un plato popular en las reuniones patrióticas. Su preparación colectiva, en grandes ollas, era símbolo de unidad y comunidad. A lo largo del siglo XIX, se consolidó como comida de resistencia cultural frente a la influencia europea.
El locro hoy
Actualmente, el locro se prepara en todo el país, con variaciones regionales:
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En el noroeste: suele ser más espeso, con mote (maíz pelado hervido) y zapallo.
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En Cuyo y la Patagonia: puede incluir ingredientes como cordero o incluso algarrobo.
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En las ciudades: se volvió un plato emblemático en actos escolares, peñas y celebraciones patrias.
Un plato con memoria
Comer locro no es solo un acto culinario: es una forma de conectar con la historia argentina, con sus raíces indígenas, su proceso de mestizaje y su espíritu colectivo. Cada cucharón cuenta una historia que mezcla fogones, lucha, comunidad y sabor.