El informe del Indec correspondiente a octubre confirmó que la inflación volvió a tomar impulso. El nivel general del Índice de precios al consumidor aumentó 2,3% mensual, marcando el sexto mes de aceleración tras el 1,5% de mayo de este año. En la comparación interanual, la suba alcanzó 31,3%, mientras que el acumulado de 2025 se ubicó en 24,8%.
La cifra tiene un peso que excede el análisis coyuntural. Desde mediados del siglo XX, Argentina ha atravesado ciclos alternados de estabilidad y descontrol, y el comportamiento del IPC sigue siendo un indicador de la tensión entre ambas fuerzas. El repunte de octubre sugiere que los factores de inercia aún no han sido plenamente contenidos.
Las sectores que explican el aumento
Transporte, con un alza de 3,5%, fue la división de mayor incidencia, impulsada por incrementos en adquisición de vehículos y combustibles. A continuación se ubicó Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles, con 2,8%, resultado de actualizaciones tarifarias que se trasladan de manera progresiva a los servicios regulados.
En el extremo opuesto, los menores incrementos se observaron en Equipamiento y mantenimiento del hogar y en Recreación y cultura, ambas divisiones con 1,6% mensual. Estas variaciones más moderadas, no obstante, no lograron compensar los aumentos en sectores de mayor ponderación.
Los precios Estacionales avanzaron 2,8%, mientras que el IPC Núcleo —que excluye componentes volátiles y permite aproximar la tendencia subyacente— registró 2,2%. La persistencia de este indicador explica que la desaceleración de precios continúe siendo parcial.
Una comparación que devuelve perspectiva
Aun con un registro mensual que parecería moderado en términos de la historia reciente, Argentina continúa ocupando un lugar destacado entre las economías con mayores tasas de inflación. Las cifras internacionales sitúan por encima del nivel local a Venezuela, Líbano y Turquía, países donde las devaluaciones sucesivas y la fragilidad institucional han sostenido inflaciones superiores al 60% anual.
Otros casos, como Nigeria, Egipto y Etiopía, muestran variaciones anuales similares a las de Argentina, en torno del 30%, aunque asociadas a shocks externos o conflictos internos. El caso argentino se inscribe en una categoría distinta: la persistencia prolongada del fenómeno, incluso en períodos de crecimiento, y la dificultad para quebrar la inercia inflacionaria. Está realidad confirma la hipótesis que plantea la visión estructuralista que sostiene que el superávit fiscal y la no emisión monetaria no son suficiente para sacar a la economía del régimen de alta inflación que heredó el gobierno.
El problema, por lo tanto, no se reduce a una comparación estadística internacional, sino al interrogante sobre la capacidad de las políticas locales para modificar una trayectoria que lleva mas de una década consolidándose.
Un diagnóstico que vuelve sobre las raíces
La inflación argentina tiene múltiples capas. El comportamiento de octubre refleja:
- Actualizaciones en tarifas reguladas, que impactan sobre energía y transporte.
- Ajustes en bienes durables, sensibles al tipo de cambio.
- Un patrón de inercia, que preserva la velocidad de ajuste aun cuando se modera la demanda agregada.
La división Alimentos y bebidas no alcohólicas, con un peso considerable en la canasta, avanzó 2,3% y mantuvo su influencia decisiva sobre el índice general. Las diferencias entre regiones, que oscilaron entre 2,1% y 2,4%, indican que el proceso inflacionario mantiene una dinámica homogénea en todo el territorio.
Esa homogeneidad es también una señal: la inflación ya no responde únicamente a shocks puntuales, sino a un sistema de precios que se corrige de manera simultánea, aun en ausencia de movimientos bruscos del tipo de cambio o del gasto público.
Un cierre sin certezas
El último tramo del año se desarrollará bajo la influencia de factores conocidos: precios regulados, estacionalidad y expectativas cambiarias. El Indec señaló que los servicios crecieron por encima de los bienes, lo que confirma que la inflación subyacente permanece firme.
La pregunta que persiste —y que ha acompañado buena parte de la historia económica reciente— es si el sistema logrará estabilizarse en niveles más bajos o si los registros de octubre anticipan un nuevo tramo de resistencia inflacionaria. Las próximas mediciones permitirán evaluar si esta aceleración constituye un episodio aislado o el inicio de una tendencia más persistente.





