Explica Stefanie Kristin Wculek (Viena, 1984) que este verano se va a tomar una semana de vacaciones para visitar a la familia en su ciudad natal, pero que el resto lo pasará trabajando en su grupo de biología de la inmunodeficiencia innata del Institut Recerca Biomédica (IRB) de Barcelona. “No soy mucho de playa porque sufro con el calor, así que suelo repartírmelas durante el año”, cuenta.
Esta inmunóloga acaba de cumplir dos años trabajando en el centro de investigación barcelonés tras recalar en él procedente del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid. “Es un campo bastante especializado y hay muchos centros de investigación que se dedican en exclusiva a eso. Pero a mí nunca me ha gustado estar aislada, como tampoco lo están las células del sistema inmune porque tienen que ir por todo el cuerpo y coordinarse con él mismo para hacer su trabajo”, explica. El IRB de Barcelona era una oportunidad para trabajar con expertos de todo tipo en muchas enfermedades, procesos y órganos diferentes.
Wculek vive en Sant Just Desvern junto a su pareja. “Me hubiera gustado vivir en el Eixample, pero hay demasiado ruido”, explica. La investigadora reconoce que buscar piso en Barcelona no es nada fácil y rememora los problemas burocráticos para poder alquilar. “En ciencia vamos con contratos temporales, y eso no gusta. Tampoco me querían dar un piso porque mis nóminas estaban fechadas en Madrid. Al final, los padres de mi pareja tuvieron que ayudarme”, cuenta. La investigadora también señala una particularidad: el piso debía permitir la entrada de sus gatos. “Los animales siempre me han hecho mucha compañía; soy de un pueblo donde hay más vacas que personas”, se ríe.
Stefanie Wculek, Austria (41 años)
La investigadora llegó a Barcelona a principios del 2023 atraída por la oportunidad de poder trabajar en inmunología en una diversidad de campos. Aunque el ruido de la ciudad sigue sin gustarle, ha encontrado el equilibrio al vivir a las afueras y poder acercarse al centro para disfrutar del día a día cultural.
Viena es uno de los referentes en políticas de vivienda, con cerca de la mitad de sus ciudadanos residiendo en edificios municipales o subvencionados. “Esto no se soluciona en cinco años, sino en 50. Cuando yo estudiaba, tenía derecho a unas subvenciones de la propia ciudad para estudiantes de los pueblos cercanos para alquilar a un precio asequible”, explica.
Sobre la barrera idiomática, la investigadora trabaja principalmente en inglés y vive en castellano. “No tengo mucho talento para los idiomas. El castellano es totalmente diferente a mi idioma materno, el alemán, y me ha costado aprenderlo muchos años. Con el catalán, puedo entenderlo si no me hablan superrápido. Aquí la gente habla dos idiomas y tiene mucha flexibilidad para cambiar de uno al otro, pero yo voy aprendiendo poco a poco”, comenta.
La investigadora explica que siempre se ha percibido Barcelona como una ciudad muy internacional a la vez que inclusiva. “Entiendo que hay gente que tenga miedo de que se pierda la identidad. Como residente en el extranjero, a mí me pasa con mi propia identidad. Pero creo que se puede encontrar una solución hablándolo. Hacer políticas más de acción y no tanto de reacción”, reflexiona.