Pi, pi, piii. Son las dos de la tarde. Noticias. El 26% de los coches de Barcelona se saltan los semáforos en rojo, no respetan los pasos de peatones, superan la velocidad permitida y un 13% circulan en contra dirección. Esta situación aumenta año tras año sin que las autoridades pongan remedio”…
¿Se imaginan el impacto que tendría esa noticia? El caos en la ciudad sería más insoportable que ahora y caerían en cascada las reacciones políticas, en especial de los promotores del implacable plan de inducción al odio a los ciudadanos que van en coche.
Pues bien, estos datos son reales, pero no corresponden a los coches sino a los conductores de patinetes, según el resultado del último barómetro del RACC presentado la semana pasada. Los patinetes utilizan el espacio público de Barcelona como su coto privado de forma continuada y flagrante desde la eclosión de este modo de transporte. El problema se ha agravado por la tolerancia policial y por los discursos políticos protectores de esta manera incívica de moverse. Además, la inmensa mayoría de usuarios de patinete desconoce que desde enero deberán estar registrados y disponer de un seguro obligatorio.
La solución a la inseguridad, que es el problema más grave que sufre Barcelona, empieza por combatir el incivismo
Esta normativa que se ha adormecido deliberadamente durante mucho tiempo mientras la situación empeoraba, todavía no está completa. Está claro que no hay prisa. Todo lo contrario de lo que sucede con el férreo control de la circulación de vehículos de cuatro ruedas que están sometidos a todo tipo de limitaciones y vigilancia bajo la amenaza del implacable régimen sancionador que no perdona ningún desliz de los conductores. Sin contar con el escarnio político que reciben.
Nunca antes un tipo de movilidad como el patinete que supone una ínfima parte del total de la circulación, había provocado tanto malestar e inseguridad, especialmente entre el colectivo de peatones que es el más vulnerable de los que transitan por nuestras calles.

Dos usuarios del patinete en un semáforo de Barcelona el jueves pasado
Ana Jiménez
El estudio del RACC dice que los usuarios del patinete valoran la rapidez en los desplazamientos de este transporte. ¡Claro, si pasan por donde les da la gana y no respetan las señales! Pero esto no es extraño porque uno de cada tres no tiene ningún tipo de carnet de conducir, ni ha pasado por ningún cursillo para distinguir el rojo del verde de los semáforos. Un tercio de ellos desconoce que no se puede circular por la acera y solo uno de cada cinco reconoce que le han multado alguna vez.
¿Y qué hacemos mientras tanto? Muy poco o nada. La vigilancia brilla por su ausencia en este asunto porque el objetivo político es otro en materia de movilidad. Esta estrategia de tolerancia es un grave error porque el incivismo viario incide en la percepción de inseguridad que no solo está relacionado con los delitos, sino que también tiene que mucho ver con la convivencia.
Los políticos y los responsables policiales se esfuerzan en repetir que la delincuencia está bajando poco a poco y se quejan de que, en cambio, la percepción de inseguridad ciudadana se mantiene muy alta. El último barómetro municipal de Barcelona publicado el viernes constata que el problema más grave en la capital catalana es la inseguridad (26,5%) por delante del acceso a la vivienda (20,8%). Y esta preocupación se da tanto a nivel general de ciudad como en los barrios donde la inseguridad (21,6%) amplía la diferencia con la vivienda (8,9%). En todos los distritos, menos en Gràcia, la seguridad es el asunto más grave que sufren los ciudadanos. Mención aparte y preocupante merece Ciutat Vella donde esta preocupación se dispara al 46,6%.
A menudo, asuntos infravalorados como la anarquía de la que disfrutan impunemente los patinetes y otros vehículos de dos ruedas, engordan un problema mayor.