PRÓLOGO
Esta historia transita la inversa de la lógica, va de la Z a la A. Y no como un juego de palabras -aunque lo es- ni por capricho. Sucede que nació a partir de uno de los personajes más entrañables, queridos, admirados y perpetuos de nuestra televisión, para extenderse al país que le capitalizó su corazón hasta robárselo por completo, dando vida así a un relato que, también a la inversa de la lógica, pasó de la ficción a la realidad: el de la estrella de Hollywood –Guy Williams (en rigor, Armando Joseph Catalano) que decidió abandonar la tierra que lo vio nacer hace un siglo, para mudarse a 9,854 kilómetros de distancia -nuestro país-, donde terminaría falleciendo hace tres décadas y media.
Sí, de la Z a la A, a la invera de la lógica. Una historia que así comenzaba…
CAPÍTULO I: EL DÍA QUE VOLVIÓ A VESTIRSE DEL ZORRO… ¡Y EN ARGENTINA!

Fue en 1969 cuando, tras rodar El Zorro entre 1957 y 1959 y 1960 y 1961 y las súper producciones Damon y Pitias (1962) y El capitán Simbad (1963) para la MGM, participar en cinco episodios de la serie Bonanza y en tres temporadas de Perdidos en el espacio, Williams comenzó a sentir la falta de atractivas ofertas laborales que le devolvieran aquel brillo de una década atrás. Entonces resolvió poner una pausa a su carrera y retirarse para disfrutar de su casa española de tres plantas cerca de Hollywood Boulevard, con quince habitaciones y una moderna pileta de natación, y de una fortuna cimentada entre regalías, negocios inmobiliarios y su fábrica de postres Panettone, una especie de mezcla entre pan dulce y rosca de Pascuas.

Sin embargo, como por aquellos tiempos (1970), El Zorro, la serie de The Walt Disney Company creada por Johnston McCulley, dirigida por Norman Foster y estrenada en Argentina el 2 de enero de 1968 venía siendo un suceso en nuestro país, las autoridades de Canal 13 (desde donde se emitía de lunes a viernes de 19 a 19:30) resolvieron romper el tablero intentando que el líder absoluto de aquel programa viajara a nuestro país. Así que le encargaron tal cometido al periodista Leo Gleizer. Desafiante, Gleizer no sólo voló a Norteamérica y logró convencer a Guy Williams, el protagonista de la serie, sino que le sugirió que se dejara crecer su bigote afeitado, recibiéndolos -a él y al bigote- quince días después, el domingo 1º de abril de 1973, en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini.


A la locura generada ya en la pista apenas arribó, le quedaba por delante un combo de actividades promocionales que incluirían la participación de Guy en el popular sketch El Sorro con S de Porcelandia (el programa de Jorge Porcel), donde enfrentó a un joven campeón de esgrima de apenas veinte años llamado Fernando Lupiz, y una sucesión de presentaciones en los distintos ciclos del Trece. A la hora de la partida, un detalle relevante quedó latente en el recuerdo de todos, ya que Guy Williams accedió a un par de pedidos que jamás había aceptado en su propio país: volver a disfrazarse del Zorro (el Departamento de Vestuario del canal le confeccionó el traje en tiempo récord), e incluso llevar a cabo una exhibición de esgrima (la consumó en el programa Teleshow, conducido por Víctor Sueiro)… De alguna magia especial relacionada a Argentina había prendido fuerte en el alma del Zorro.
CAPÍTULO 2: ENTRE SU AMIGO EL SARGENTO GARCÍA, LA TANGUERÍA, EL MATE Y EL LECHÓN ADOBADO

Con el estela de más de 40 puntos de rating promedio en cada programa a los que había asistido, Canal 13 volvió a contratarlo para una segunda visita, que se consumaría el sábado 14 de julio de 1973, cuando tres mil fanáticos llegaron a Ezeiza para recibirlo con floretes, sombreros de ala ancha, capas y antifaces improvisados. Hubo una ovación cuando apareció con su esposa Janice Cooper (modelo con la que fue padre de Steven y Anthony), y sorpresa por dos cuando detrás de ellos surgió Henry Calvin, quien en la serie personificara al torpe y adorado Sargento García. «Por dos» debido a que había sido invitado por el propio Williams y por su semblante, bastante distinto al devolvía la pantalla chica: con cabello entrecano y escaso, peinado a la cachetada y 80 kilos menos que los 152 lucidos en rodaje.


El combo de actividades promocionales incluirían ahora la participación de ambos en Porcelandia (el programa de Jorge Porcel) y Capitán Piluso (de Alberto Olmedo), otras entrevista para Teleshow (con Víctor Sueiro) y su paso por el Circo Mágico de Carlitos Balá y Almorzando con Mirtha Legrand (anunció que hasta llegaba acompañado de publicidades gráficas en varios medios). Juntos, también, Calvin y Williams encabezaron varias actividades solidarias, disfrazados como El Zorro y el Sargento García, visitando a niños enfermos en los hospitales y firmando autógrafos por doquier. A lo largo de su estada, además, visitaron un carrito de la Costanera porteña (cayeron rendidos antes el lechón adobado) y una tanguería, Guy probó mate y Henry se inclinó por vino blanco mendocino. Volvieron juntos a California.
CAPÍTULO 3: SEPARADO, DE GIRA Y SIN PODER FILMAR SU PELÍCULA SOÑADA EN NUESTROS ESCENARIOS NATURALES

Las siguientes visitas de Williams sucedieron en 1974, solo y de incógnito, y entre diciembre de 1977 y marzo de 1978, contratado por el productor Carlos Patiño para presentarse durante la temporada marplatense en el Circo Real Madrid de los Hermanos Segura, donde sería aplaudido por 250 mil personas. Entretanto, una obsesión perseguía al actor: El Zorro vivo o muerto, el filme que anhelaba protagonizar con Fernando Lúpiz y, sentía, podría relanzar su carrera a partir del plan de estrenarla de manera consecutiva en 65 países.


Con una inversión de dos millones de dólares y la idea de que fuera rodada en escenarios naturales de nuestro país, aquel ambicioso proyecto lo encontró trabajando tres años en el guion junto a Araceli Lisazo (ex de Tito Lectoure, actriz y pareja de Williams: la había conocido justamente a principios del ‘78), Doris Band y Juan Carlos Torres. Cuando al plan ingresó Palito Ortega como potencial financista y Guy vio mermada su capacidad de decisión (el Rey quería rever el argumento y las locaciones e incluir en la cinta a estrellas locales como Carlitos Balá -para encarnar a Bernardo- y Alfredo Alcón -como el Capitán Monasterio-, en lugar de Lúpiz), el neoyorquino decidió bajarse del proyecto, que finalmente quedó abortado.

Ya en 1979, separado de su mujer Janice, se presentó en varios circos, que reservaban para el gran final al ídolo que todos los pibes argentinos querían ver en persona. Sobre la arena el presentador lo anunciaba, aparecía el Zorro con su imponente metro noventa sobre Tornado, el corcel negro, saludaba, recreaban un combate de espadas y látigos con el Capitán Monasterio (Fernando Lúpiz), ganaba, dejaba maravillados de todos y partía vitoreado.
CAPÍTULO 4: ENTRE TRES AMORES, DOS ANEURISMAS Y UN ADIÓS QUE NADIE IMAGINABA

Allá por 1980 finalmente Guy Williams regresó para quedarse en Buenos Aires, la ciudad que lo había cautivado por su trato cordial, la admiración incondicional de su gente y su bohemia. Habitué de la zona de Recoleta, aunque con un pronunciado bajo perfil, se lo solía ver tomando café en La Biela (allí conoció a la modelo y ex Miss Argentina Johanna Fonseca, con quien salió un año), leyendo The Buenos Aires Herald en el Hotel Alvear, devolviendo con tono afable y abierto los saludos recibidos y firmando autógrafos de manera ilimitada.



Dedicado aquí, como en su país, a la inversión inmobiliaria, retornó a Los Ángeles en 1983 para hacer, como invitado, un par de apariciones en televisión (con el reparto de Perdidos en el espacio y en el programa Good Morning America) y retonó. Ese año sufrió un aneurisma en Argentina, motivo por el cual ya no volvió a su tierra.

Por aquellos tiempos -1984- se separó de Araceli Lizaso y comenzó una relación con Patricia Goodliffe, empleada de la casa de cambio Puente Hermanos. Ambas mujeres han declarado en distintas entrevistas que formaban parte la vida de Williams hasta que justamente la perdió: Isazo señaló que se había reconciliado con él un mes antes del trágico desenlace e iban a casarse, y Goodliffe, que continuaba en pareja con Guy y que, incluso, planeaban tener un hijo.

Lo cierto fue que el 6 de mayo de 1989 una vecina percibió mal olor frente al semipiso que el actor de 65 años habitaba en Ayacucho 1964. Avisó al encargado, quien llamó a la policía, forzó la entrada y encontró a Guy muerto a causa de otro aneurisma que había acabado con su vida el 30 de abril, una semana antes.

Sólo dos representantes del medio artístico asistieron a su sepelio en el Cementerio de Chacarita: Mirtha Legrand y Fernando Lúpiz, a través de cuya gestión los restos del estadounidense pudieron permanecer dos años en el panteón de la Asociación Argentina de Actores. Hasta que en 1991 los hijos de Guy Williams cumplieron el deseo del padre y esparcieron sus cenizas entre las montañas de California, las playa de Malibú y el Océano Pacífico.
EPÍLOGO

Sí, esta historia transitó la inversa de la lógica, fue de la Z a la A.
Nació a partir de uno de los personajes más entrañables, queridos, admirados y perpetuos de nuestra televisión: el Zorro.
Para extenderse al país que le capitalizó su corazón hasta robárselo por completo: Argentina.
Fotos: Archivo Grupo Atlántida y redes sociales
Arte de portada: Silvana Solano