En medio del océano Atlántico, una diminuta isla africana plantea una idea inusual: dejar atrás su pertenencia oficial actual y establecer un vínculo formal con América Latina. Lo que comenzó como una reivindicación simbólica basada en su historia colonial, hoy toma fuerza como propuesta concreta ante un contexto crítico.
Una historia que resurge desde el aislamiento

Annobón, ubicada en el golfo de Guinea, es una isla volcánica de 17 kilómetros cuadrados y alrededor de 2.000 habitantes. Sus condiciones actuales están marcadas por el aislamiento, la pobreza extrema y un férreo control gubernamental. La vida allí, según diversos testimonios, es cada vez más difícil.
En 2022, un grupo de habitantes proclamó una república autónoma, sin reconocimiento internacional. Desde entonces, iniciaron gestiones con sectores diplomáticos y académicos argentinos para explorar un escenario improbable: desvincularse de Guinea Ecuatorial y establecer una relación formal con Argentina.
El argumento central tiene raíz histórica. A fines del siglo XVIII, Annobón fue incorporada al Virreinato del Río de la Plata, bajo dominio español. Aunque nunca hubo una integración efectiva, algunos habitantes rescatan ese antecedente como base de su reclamo actual.
Entre la herencia colonial y la búsqueda de una salida

Los representantes del movimiento, citados en medios como Escenario Mundial y El Canciller, explican que su pedido no solo se basa en cuestiones simbólicas. También buscan apoyo humanitario, oportunidades en educación y salud, y respaldo diplomático para ganar visibilidad internacional.
Según sus promotores, una relación con Argentina permitiría a la isla escapar de un régimen represivo, acceder a recursos básicos y reescribir su destino. La propuesta, sin embargo, enfrenta obstáculos legales y geopolíticos considerables.
Expertos en relaciones internacionales señalan que aceptar una anexión territorial implicaría desafíos constitucionales y una compleja negociación con Guinea Ecuatorial. Aun así, el caso de Annobón revela algo más profundo: en un mundo hiperconectado, hay comunidades que siguen buscando su lugar, incluso si eso significa cambiar de continente.