América Latina se encuentra en el centro de una reconfiguración geopolítica silenciosa pero imparable. Un nuevo informe advierte que China ha consolidado su presencia en la región mediante inversiones, infraestructura y acuerdos bilaterales. Lo que comenzó como cooperación económica ahora se interpreta como una estrategia de influencia a largo plazo que podría alterar el equilibrio de poder en el continente.
Una expansión sostenida y bien calculada
Lejos del foco mediático, China ha avanzado con paso firme en América Latina durante la última década. Según el informe, Pekín ya no se limita a construir carreteras o financiar obras: ahora establece relaciones estratégicas con gobiernos, participa en sectores clave como energía, minería y telecomunicaciones, y ofrece créditos blandos con pocos condicionamientos.
Varios países del continente han firmado memorandos de entendimiento en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, lo que consolida aún más la presencia china. Esta expansión no solo es económica, también es simbólica: China proyecta una imagen de socio fiable, dispuesto a invertir sin exigir reformas políticas ni interferencias diplomáticas.
¿Cooperación o dependencia?

Aunque los acuerdos con China han facilitado el desarrollo de infraestructuras esenciales y generado oportunidades económicas, los analistas advierten sobre los riesgos de una creciente dependencia. Los términos de muchos contratos permanecen opacos y, en algunos casos, han generado endeudamientos difíciles de sostener.
Además, la creciente participación china en sectores estratégicos —como el litio, los puertos y las redes 5G— despierta inquietudes sobre el control a largo plazo de recursos clave. Esto ha encendido las alarmas en Washington y Bruselas, que ven con preocupación cómo América Latina se aleja de su tradicional órbita de influencia.
Un nuevo tablero de poder
Para muchos gobiernos latinoamericanos, China representa una alternativa atractiva frente a los organismos multilaterales occidentales. Sin embargo, esa elección no es neutral. Implica un reordenamiento de alianzas, un cambio en las reglas del juego y una redefinición del papel de la región en el mundo.
América Latina ya no es solo un campo de recursos naturales: es ahora un escenario clave en la disputa global por el poder. Y, mientras algunos aún debaten si mirar hacia Pekín o hacia Washington, China ya ha tomado posiciones.