Después de casi cuatro meses de idas y vueltas, la Corte Electoral de Uruguay aprobó la inscripción de La Libertad Avanza (LLA) como partido político. Desde el 23 de septiembre, la fuerza ya tiene reconocimiento legal y se suma oficialmente al mapa político de un país marcado por la estabilidad y la competencia de sus partidos tradicionales.
Si bien el nombre, los colores y la ideología remiten de inmediato al espacio que lidera Javier Milei, los referentes uruguayos enseguida salieron a desmarcarse y aclaran que, aunque se reconocen inspirados en el fenómeno libertario argentino, buscan un camino propio.

Un proyecto liberal a la uruguaya
El principal referente del flamante partido es Nicolás Quintana, un montevideano de 38 años que se define como “un liberal convencido”. En diálogo con medios locales, explicó que el lanzamiento es “un imperativo del alma” y que el objetivo de LLA es “dar el salto y llevar a Uruguay al primer mundo”.
El partido se presenta como “un gran frente liberal” e integra a dirigentes como Juan Pablo Baeza, Matías de Brun y Yesica Borges. Su propuesta política incluye recortar el Estado, bajar impuestos y regulaciones, y devolver dinero a los ciudadanos, en línea con la agenda liberal clásica.
El apoyo simbólico no tardó en llegar desde Argentina. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich envió un saludo en video celebrando la inscripción del partido en Uruguay, al igual que otros dirigentes cercanos al oficialismo argentino.
Diferencias con Milei y la política argentina
Aunque comparten el nombre y la impronta liberal, Quintana marca una diferencia central con el estilo del presidente argentino:
“Uruguay no es el país para aplicar ese lenguaje. La palabra y las ideas deben ser suficientes sin necesidad de caer en el agravio. Ni siquiera nos lo planteamos. Esa estrategia fracasaría acá”, afirmó, en alusión a los insultos y descalificaciones habituales en la política argentina reciente.
También el contexto político es distinto. Mientras Milei en Argentina logró en poco tiempo llegar al gobierno con un fuerte discurso de ajuste, en Uruguay las elecciones presidenciales recién serán en 2029. Además, allí no existen comicios legislativos intermedios: el camino es largo y exigirá organización territorial.
Un terreno difícil para partidos nuevos
El panorama no es sencillo. Desde la recuperación democrática en 1985, Uruguay mantiene un sistema muy sólido donde predominan dos polos: el Frente Amplio (izquierda) y la coalición de centroderecha integrada por el Partido Nacional, el Colorado y otros aliados menores.
El politólogo y escritor uruguayo Alfonso Lessa lo resumió así: “Por ahora no tiene ningún peso. Ya ha habido en el pasado algunas experiencias de partidos libertarios y nunca tuvieron mayores respaldos. El sistema de partidos es muy sólido y no acepta fácilmente a los que vienen de afuera”.
Otro obstáculo, según Lessa, es la cultura política local: “El uruguayo, sea del partido que fuere, en el fondo es estatista. Sería una sorpresa muy grande que un partido así tuviera éxito”.
Un futuro por construir
Más allá de los saludos internacionales y la inspiración en Milei, Quintana subraya que la situación uruguaya es distinta y que el partido debe crecer desde cero: “No es necesario tocar fondo para hacer cambios. Hay un hastío general muy importante con la política y queremos ser la alternativa”.
La Corte Electoral ya señaló algunos ajustes internos que deberán resolverse, como la integración de su directorio provisorio y la representación formal ante el organismo. Hasta entonces, la conducción seguirá en manos de autoridades interinas.
Mientras tanto, La Libertad Avanza Uruguay buscará consolidarse como una opción entre jóvenes y votantes desencantados con las dos grandes coaliciones. Su desafío será construir presencia territorial y sostener la identidad liberal en un país donde, hasta ahora, las experiencias de partidos similares tuvieron escaso recorrido.
En definitiva, la llegada de La Libertad Avanza a Uruguay abre un nuevo capítulo en la expansión regional del libertarismo, pero con un estilo más moderado y adaptado a la cultura política local. El tiempo dirá si logra convertirse en un actor relevante de cara a 2029 o si quedará como una expresión minoritaria dentro de un sistema que históricamente ha resistido las irrupciones externas.