Barcelona
Ayuntamiento y hoteleros han escenificado más acuerdos que discrepancias sobre el presente y el futuro turístico de Barcelona. Han quedado patentes sus diferencias en cuestiones como el incremento de la tasa turística o la eliminación, en 2028, de los 10.000 pisos turísticos que hay en la ciudad. Sin embargo, en la quinta edición del Rethink que organiza la Societat Barcelonesa d’Estudis Econòmics i Socials de Foment del Treball, también han aflorado visiones y preocupaciones compartidas entre el sector público y el sector privado. Entre ellas, y especialmente relevante, la necesidad de preservar la marca Barcelona, que unos y otros consideran dañada por el discurso antiturístico de los últimos tiempos.
El Tourist go home , las pistolas de agua y las manifestaciones han contribuido, según unos y otros, a desprestigiar la imagen turística de Barcelona en el mundo. “Y cuando esto afecta a la marca, hay que actuar, porque la marca de ciudad va mucho más allá del turismo; tenemos que preservar y mejorar la reputación de la marca”, afirmó el cuarto teniente de alcalde y responsable del Área de Economía, Vivienda, Hacienda y Turismo, Jordi Valls.
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Frente a él, el presidente del Gremi d’Hotels y del comité ejecutivo de Turisme de Barcelona, Jordi Clos, quien vinculó la recuperación del prestigio turístico a la capacidad de la ciudad para “escoger” a sus visitantes: “Ya no se trata de una promoción abierta de la ciudad, sino que el objetivo es que la gente venga para hacer cosas concretas… a comer a un restaurante, ir a un concierto, a un evento deportivo o a un congreso; el primer paso en este sentido es la campaña ‘This is Barcelona’”.
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“¿Cómo se hace compatible la promoción turística con la calidad de vida de los residentes? ¿Cómo hacemos posible un turismo de más calidad?¿Quién y cómo establece el grado de impacto positivo y negativo del turismo en la ciudad?”, preguntó Felipe Camps, consejero de delegado de Aigües de Barcelona, a Valls y Clos en la introducción del diálogo. “Tenemos que hacer el turismo más amable para la ciudad”, dijo Valls. Clos suscribió. Sobre el objetivo de los tercios –un tercio de turistas de ocio, uno de turistas de negocios y congresos y otro cultural– también hubo acuerdo.
“Hay que gestionar para no morir de éxito y hay que introducir medidas económicas. No estaremos quizás de acuerdo en todo con el Gremi d’Hotels o el de Restauració, pero todos tenemos claro que hay que gestionar”, insistió Valls. Clos asintió: “La pandemia mostró una ciudad sin turismo y ahora sabemos lo importante que es para nuestra economía; para el gobierno anterior el turismo tenía la culpa de todo, de la limpieza, la seguridad, el precio de la vivienda… Sin embargo ahora estamos en una situación perfecta para mejorar, estamos absolutamente de acuerdo y Turisme de Barcelona es una buena herramienta”.
Llegados a este punto, Valls matizó: “La promoción va vinculada a la imagen y no puede estar sólo en manos de las empresas privadas, hay elementos reputaciones que nos interesan a todos; si podemos consensuar la regulación bien, pero no podemos renunciar a hacerla”. En este saco, el concejal añadió el Peuat o la gestión de las zonas saturadas (Egas).
En el apartado de los desacuerdos –no se entró en el debate sobre los cruceros– llegó la tasa turística: “Hemos tocado techo y nos preocupa que esto nos puede hacer perder competitividad, especialmente en el sector de reuniones, negocios y congresos, aquí debería hacerse una tasa especial, porque es un tipo de turista que nos interesa”, alertó Clos. “Entiendo que al sector no le guste, pero la tasa se cobra desde 2012 y no ha desincentivado el turismo”, contestó Valls. “Por lo menos ahora sabemos un poco en qué se invierte”, destacaron los dos.
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La supresión de todas las licencias de los pisos turísticos de Barcelona, unas 10.000, fue otro de los puntos de roce. Para Clos, el problema radica en los pisos turísticos ubicados en las comunidades de vecinos, “pero cuando ocupan un bloque entero no generan conflictos y desde el Gremi y Turisme de Barcelona creemos que hay cierta necesidad de este tipo de alojamiento, cuando sea el momento, en 2027 plantearemos que la mitad de las licencias, si están concentradas en un único edificio, puedan mantenerse”. Valls ahí se mostró inflexible insistió en que la supresión de las viviendas turísticas responde a una estrategia para aumentar la oferta de vivienda en la ciudad “y todavía hay margen para construir 4.000 camas hoteleras en los barrios no tensionados”. Según los datos municipales el 85% de los pisos turísticos están ubicados en edificios de vecinos.





