Un símbolo que perdió su magia: la casaca destinada al conductor del equipo hace tiempo que no encuentra a un heredero a la altura del peso histórico.

Foto: Estefanía Leal.
Usar la número 10 en Nacional dejó de ser un honor para transformarse en una carga pesada. La camiseta que alguna vez lucieron sueltos de cuerpo figuras como Rubén Sosa, Luis Artime, Juan Ramón Carrasco o Matute Morales, en la última década parece traer más problemas que soluciones. Ninguno de los que la vistieron en tiempos recientes logró transformarla en un símbolo de liderazgo o talento.
Por ella pasaron Rodrigo Amaral, Tabaré Viudez, Ignacio González, Pablo García, Pablo Barrientos, Andrés D’Alessandro, Brian Ocampo (en alguna ocasión puntual), Leandro Otormín y Franco Fagúndez. Todos con historias distintas, pero con un punto en común: la imposibilidad de sostener un nivel resaliente a lo que la 10 representa en un grande. Incluso Martín Ligüera, que fue el que más se acercó a encenderla en su última etapa, no consiguió coronar con el título del Campeonato Uruguayo su buen rendimiento antes de retirarse.
El caso más reciente había sido el de Fagúndez, que heredó el dorsal en 2022 y vivió una paradoja: cuando cambió la 32 por la 10, su rendimiento cayó en picada y nunca volvió a recuperar aquel brillo inicial.
Hoy, con él lejos de Nacional, el número es potestad de Mauricio Pereyra, que tomó la posta en enero de 2024 y tampoco le escapó a la tendencia. Lejos de potenciarlo, la camiseta parece pesarle como a tantos otros. Y es que, desde vuelta, apenas completó los 90 minutos en cinco de sus 61 apariciones oficiales en cancha y este año solo jugó el 18% de los minutos posibles desde el inicio de la temporada.

Foto: Darwin Borrelli.
A eso se le suma el factor de la edad (ya tiene 35 años), el mal ingreso clásico contra Peñarol que cortó su espectacular invicto en ese tipo de partidos y que no fue tenido en cuenta para la última convocatoria ante Progreso.
Su importancia hoy está mayoritariamente volcada a las acciones de afuera de la cancha, donde es considerado un referente para el grupo.
En Nacional, la 10 se transformó en un número maldito, una herencia incómoda que, de momento, nadie logra revertir.
La temporada actual y ¿un retiro que asoma?
Estefania Leal/Archivo El Pais
Fue titular en apenas cuatro partidos este año (dos con Martín Lasarte y dos con Pablo Peirano). Su contrato con Nacional vence en diciembre e informalmente se ha barajado la chance de que para entonces pondrá un punto final a su carrera profesional.
En los últimos días, fue halagado por Renzo Sánchez, quien en diálogo con El Espectador Deportes le agradeció por acercarse a su familia ni bien se rompió los ligamentos cruzados por segunda vez en su carrera: “Un día Mauri Pereyra fue hasta mi casa y me dijo: ‘mañana te espero en Los Céspedes y no me falles’. Yo no estaba yendo ni me podía levantar de la cama”.
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