“Por ahora, no necesito a nadie: puedo ir solo por la calle, subo y bajo sin problemas del autobús, voy al médico, a la compra y a gimnasia. Me defiendo muy bien”, asegura Francisco Herreros, de 93 años. Otra cosa es su esposa, Antonia, de 90: “Sigo llevando la casa como siempre, es verdad que me cuesta más; hago la comida, friego los cacharros, lavo, tiendo la ropa y me ducho sin ayuda. Lo que no puedo hacer es salir sola a la calle, pero tampoco lo echo de menos, porque en mi casa estoy muy bien”.
]]>