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martes, julio 8, 2025

«La milonga más grande del mundo»: la historia del ingeniero que convoca multitudes con su bandoneón

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Una pareja de veteranos tangueros vestidos de gala le saca lustre a la pista con sus giros perfectos al compás del dos por cuatro. A pocos metros, una mujer de cuerpo estilizado y mirada atenta imita esos movimientos exactos, como para entrar en calor antes de salir al ruedo con su compañero.

En un rato pasan a ser decenas las almas gemelas -hombres y mujeres de edades y orígenes diversos- que recubren la pista al ritmo que impone la sugerente melodía de un bandoneón.

A un costado, por la entrada sin carteles de 23 entre 43 y 44, en el barrio La Loma de La Plata, sigue avanzando la hilera del público, que ingresa ávido de dar rienda a la diversión y el goce colectivo a través del baile y el placer de aplacar el frío a través de un oportuno plato casero.

Antes de abrir la milonga, los martes de 20,30 a 21.30 se dictan clases de tango en
Antes de abrir la milonga, los martes de 20,30 a 21.30 se dictan clases de tango en «Lo de Raúl».

No hay nombres de peso ni personajes de fama rimbombante en esta tertulia familiar que se enciende cada martes después de las 21.30, una vez que llega a su fin la clase de tango gratuito y a la gorra que ofrece el profesor Ciro.

Pero, de a poco, del boca a boca de los habitués se desprende la figura de Raúl Gaggiotti, el dueño de casa, el visionario ingeniero electrónico de 83 años devenido músico y luthier, que primero imaginó y después construyó con sus manos este lugar de encuentro y libre expresión popular.

Turistas, empleados, estudiantes, profesionales y veteranos tangueros son parte del público que frecuenta Turistas, empleados, estudiantes, profesionales y veteranos tangueros son parte del público que frecuenta «Lo de Raúl».

Inaugurado en 1988 como un banco de pruebas sin grandes expectativas para atraer tangueros, “Lo de Raúl” ya lleva 37 años instalado en el corazón de la sociedad platense.

A esta altura, el inmenso salón de más de mil metros cuadrados que llega a convocar a más de mil personas en las veladas más concurridas es considerada “La milonga más grande del mundo” por sus adeptos, que se reparten entre los amantes del tango y aquellos que prefieren acercarse los sábados, cuando tienen cita la música romántica, la cumbia y los géneros tropicales.

Raúl Gaggiotti, de 83 años, el Raúl Gaggiotti, de 83 años, el «hombre orquesta» y propietario de «La milonga más grande del mundo».

Desde su perfil decididamente discreto, Gaggiotti asoma entre la multitud como el experimentado bastonero que marca todos los pasos. A primera hora se encarga de controlar que todo esté en orden en la cocina para delegar la preparación de cada especialidad en su hija Andrea. Después revisa la barra del comedor -el puesto fijo que ocupa su esposa- y encarga a su nieto Franco Velázquez, de 28 años, echar un vistazo al salón, ya colmado de milongueros y comensales acomodados en las mesas largas.

Finalmente, el hombre orquesta que aprendió todo del venerado Ángel -su padre italiano, que llegó el país a los 18 años y empezó a forjar el progreso familiar en los hornos de ladrillos de la zona de Las Quintas- se lleva a Lucía a la plataforma que techa el buffet para dar cátedra a dúo: la nieta de 18 años se revela como una pianista prodigiosa y el abuelo reparte su talento entre el fueye y un piano con bajo que él mismo fabricó para tocar en sus tiempos iniciáticos junto a Los Cuatro Soles.

Raúl Gaggiotti tocando el bandoneón, en una pasarela construida sobre el buffet de la milonga del barrio La Loma de La Plata.Raúl Gaggiotti tocando el bandoneón, en una pasarela construida sobre el buffet de la milonga del barrio La Loma de La Plata.

La impronta tropical y levemente romántica de esa banda que integró Gaggiotti en los años ’60 -su primera gran apuesta, que lo llevó a realizar giras por América y Europa- recobra actualidad cada sábado, cuando asume su lugar de cantante y pianista al frente de un grupo de música más bien caribeña y pegadiza.

Como fieles escuderos lo acompañan sus nietos Franco al acordeón y Lucía en el bajo, además del baterista Alejandro Velázquez. Los pedidos desde la pista de canciones que todos saben y el gesto de complacerlos al instante avivan una férrea comunión entre músicos y huéspedes.

Para no defraudar a los más nostálgicos, el anfitrión suelta toda su voz para ofrendar “Nunca más para olvidarte”, el bolero que entonaba en tiempos lejanos y marca el final de la fiesta de los sábados, una ruidosa tertulia estirada hasta la madrugada del domingo, que transcurre en esta suerte de sociedad de fomento, club de barrio, bodegón o cantina italiana.

Largas mesas en el comedor popular de Largas mesas en el comedor popular de «Lo de Raúl», en La Plata.

Gaggiotti abre un fugaz resquicio en su rutina de trabajo para advertir que «acá se derriban las barreras patriarcales y las miradas condenatorias. Te podés encontrar con muchachos jóvenes compartiendo el rato con mujeres de 30 a 80 años, profesores de tango con principiantes o personas del mismo género bailando felices».

Las palabras del anfitrión se escuchan entrecortadas por el sonoro desfile de estudiantes universitarios, trabajadores de oficios diversos, turistas y profesionales y tangueros de toda la vida que se mueven a sus anchas entre el decorado de telas, guirnaldas de colores, viejos bandoneones y fotos que sostienen los brillos de legendarias orquestas clásicas, músicos y personajes de la noche platense dignos de ser recordados.

Tangueros de toda la vida y aficionados comparten la fiesta en Tangueros de toda la vida y aficionados comparten la fiesta en «Lo de Raúl».

«Nací en la casa de mi familia, acá en La Plata, en 1942, rodeado de radios, planchas, transformadores, parlantes e instrumentos musicales. Es que mi papá aprendió a arreglar esos aparatos y también era músico, que tocaba en vivo seguido. Él me enseñó a tocar a los 5 años y también me alentó a estudiar Ingeniería Electrónica, a fabricar mis propios instrumentos y a tomar clases de Canto lírico, algo que hice durante seis años», reconoce Gaggiotti los alcances del legado paterno.

Esa etapa formativa resultaría su plataforma de despegue, de la que salió lanzado a dar su primer paso decisivo: a sus 20 años, la orquesta de tango moderno de Horacio Del Buono lo convocó para ocupar el lugar de uno de sus bandoneonistas y a sumarse a decenas de presentaciones en La Plata, el resto de la provincia y en la ciudad de Buenos Aires, la meca soñada donde el grupo completó una temporada en el mítico programa «Casino Phillips», que conducía Juan Carlos «Pinocho» Mareco en Canal 13.

Raúl Gaggiotti junto a su esposa, su nieto Franco Velázquez y su hija Andrea.Raúl Gaggiotti junto a su esposa, su nieto Franco Velázquez y su hija Andrea.

El resto de la carrera -silenciosa y prodigiosa a la vez- llegaría por decantación. Gaggiotti cambió por un tiempo el bandoneón por el bajo y se habituó a cargar con sus tres compañeros los equipos e instrumentos en una camioneta Chevrolet Apache para cumplir con cada presentación anunciada en giras interminables, primero con Los Cuatro Soles y después con Hierba.

Esa experiencia lo acercó a la canción melódica, el vals peruano y el bolero sin desatender su innegociable pasión por el tango, la marca indeleble que porta con orgullo y define su forma afable, pícara y arrabalera. Esa marca de identidad la exhibe cada noche de martes y de sábado en el refugio platense que concibió para compartir desde el momento mismo que se enciende la fiesta colectiva.

«Lo de Raúl» fue inaugurado en 1988 como un salón para bailar distintos géneros musicales.

Redacción

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