Hay un momento, en cada gira, en el que Camila Andersen se detiene a mirar lo que está ocurriendo. A veces es apenas un segundo en medio del caos del ensayo, o una ráfaga mientras canta arriba del escenario. “Estamos muy contentos de poder seguir con este gran viaje que empezó hace mucho”, dice con la voz cálida de quien sabe que no hay destino sin camino.
El Plan de la Mariposa, la banda nacida en Necochea que combina rock, psicodelia, ritmos rioplatenses y espiritualidad, llegará este viernes 8 de agosto al Estadio Pretensa Atenas (Antonio Maria Gianelli 762). Será un show especial: un salto simbólico desde las salas medianas a los grandes recintos. “Siempre nos gustó ir a Córdoba”, asegura Camila. “Recuerdo que al principio nos costó entrar, no fue fácil conectar, pero siempre tuvimos ganas de estar ahí. Y hoy, llegar a este lugar tan grande, con tanta gente que nos acompaña, nos hace sentir muy agradecidos”.
La historia entre la banda y Córdoba tiene hitos propios. Uno de ellos ocurrió en 2014, cuando El Plan emprendió una gira a bordo de un colectivo viejo, reacondicionado por ellos mismos, al que bautizaron como ‘Isoca’. “Le pusimos camas, arreglamos lo que pudimos. Salimos desde Necochea y el primer destino era Córdoba. Me acuerdo mucho de la alegría de haber llegado, porque era todo un desafío. No sabíamos si el colectivo iba a aguantar. Fue una aventura”.
Desde entonces, la conexión con el público cordobés fue creciendo con paciencia. “Córdoba fue un lugar que nos costó, pero nunca dejamos de ir. Hoy, la energía que recibimos de la gente es hermosa”.

Correntada en movimiento
El Plan viene girando con “Correntada”, su sexto disco de estudio, lanzado en 2024. La recepción fue inmediata. “No había pasado un mes de haberlo sacado, y la gente ya se sabía las letras, lo cantaba todo. Sentimos mucho el apoyo”, recuerda ‘Mila’. “Es un momento muy importante sacar un nuevo disco, y más cuando ya tenés una historia. Hay una expectativa. Estuvimos más de dos años trabajando en él, así que el momento de mostrarlo fue intenso y muy emocionante”.
Una de las particularidades de esta gira ha sido la transformación de las canciones al llevarlas al escenario. “Hay un tema que se llama ‘Es por ahí’, que yo al principio no lo votaba para el disco. Me generaba dudas. Y hoy es una de las que más disfruto en vivo. Estoy esperando que llegue ese momento del show para cantarla, porque me encanta”, confiesa entre risas.
Camila destaca ese tránsito que va del estudio al escenario como uno de los más ricos del oficio musical. “Hasta que no la cantás en vivo, no sabés bien qué vas a sentir. A veces algo que no te cerraba en el disco te vuela la cabeza en un show”.
El salto como motor
El crecimiento sostenido de El Plan se refleja en el tamaño de sus escenarios. En Buenos Aires, el grupo pasó del mítico Obras al Luna Park para pasar al Movistar Arena y de allí, al estadio de Argentinos Juniors. En Córdoba, el salto va del Club Paraguay al Estadio Atenas. Pero más allá de la escala, hay algo que se mantiene: el entusiasmo creativo.
“Estos desafíos te despiertan la creatividad”, reflexiona Camila. “Pensás en el vestuario, en las fotos, en los vídeos, en qué vas a transmitir. Tener un norte así te activa. Empezás a ensayar, a reunirte, a pensar ideas. Para mí, eso es muy motivador. Poder dedicar nuestro tiempo a mejorar, a construir algo nuevo, me da mucha alegría”.
También, confiesa, siente gratitud. “El camino del arte no siempre es fácil. Poder dedicarme a lo que me apasiona es una fortuna. Y si podemos hacer lugares más grandes, eso nos permite seguir: grabar mejor, viajar más, hacer mejores vídeos. Todo eso se retroalimenta”.
Identidad y movimiento
La historia de Camila Andersen dentro del Plan es también una historia de conquista personal. “Cuando empezó la banda, mis hermanos me decían: ‘Dale, Cami, cantá’, y yo me moría de ganas, pero me sentía muy limitada. Tenía una timidez muy grande. Sufría ataques de pánico, ansiedad. Al principio me paraba al costado del escenario y apenas cantaba. A veces me decían: ‘Che, no se te escuchó’, y yo estaba como: ‘Bueno, hago lo que puedo’”, recuerda.
Fue el empuje del grupo, y el hecho de que fueran familia, lo que le permitió atravesar ese miedo. “El equipo te alentaba, te empujaba a hacer cosas que sola no me habría animado. También fue un gran proceso de descubrir quién era yo dentro del grupo. ¿Qué quería decir? ¿Cómo me quería expresar?”.
En ese camino, encontró en el movimiento una herramienta poderosa. “Moverme me salvó. Me ayudó a no pensar tanto, a entregarme a la emoción, a sentir la música con el cuerpo. Eso me cambió completamente la experiencia arriba del escenario”.
Familia, arte y espiritualidad
El Plan de la Mariposa no es sólo una banda: es una familia. Literalmente. Camila comparte el escenario con sus hermanos, y eso crea un vínculo singular. “Está todo mezclado”, admite. “Nos juntamos a comer y estamos hablando del Plan. Estamos en un asado familiar, pero seguimos pensando ideas. Es difícil frenar el trabajo, porque está atravesado por la pasión”.
A pesar de las posibles fricciones, Camila siente que hoy el grupo está en un momento de armonía. “Aprendimos mucho sobre cómo trabajar juntos, cómo respetarnos. Cada uno encontró su lugar dentro del proyecto, y eso ordena todo. Somos un gran equipo. No sólo los hermanos, sino todo el equipo humano que nos acompaña. Es una gran familia, y eso para mí es lo más importante”.
La espiritualidad también es un eje profundo en su vida y en la música del Plan. “La música es una gran aliada para la espiritualidad. Te conecta con la emoción, te da un momento para vos. Nuestra mamá hacía encuentros de mujeres con tambores, meditación en movimiento. Crecimos con esa idea de la música como herramienta para sanar, para acompañarte”.
Esa idea se refleja en las letras y en la energía de los shows. “Nuestras canciones suelen tener una mirada esperanzadora, pero no porque pensemos que la vida es fácil. Al contrario: nacen muchas veces de la oscuridad, del deseo de poner un poco de luz en medio del caos. La música fue compañera en momentos de duelo, de celebración, de todo. Por eso es tan importante”.
Catarsis colectiva
En los shows en vivo, Camila encuentra un espacio vital. “Siempre salgo mejor de lo que entro. Me da energía, me pone muy presente. Veo gente emocionada, abrazada, llorando. Es un espacio de catarsis, de compartir algo muy íntimo. Sentís que la música también ayuda a los demás, como te ayuda a vos. Eso es muy gratificante”.
Hay una canción que le toca especialmente: ‘Pulpo’. “Habla de cuando estás enredado, enroscado en un mambo. Me encanta porque habla de pedir ayuda, que a veces es muy difícil, y cuando lo hacés puede cambiarte todo. Es una de mis favoritas para tocar en vivo”.
El futuro del Plan
A pesar del camino recorrido, Camila mantiene la ilusión intacta. “Quiero seguir viajando, tocando, haciendo canciones. Me gustaría también compartir música con artistas que admiro. Nosotros admiramos mucho a León Gieco, por ejemplo. Poder acercarnos a él sería hermoso”.
Pero, por sobre todo, desea que el viaje continúe. “El arte nos da creatividad, nos llena de vida. Mientras eso siga, hay razones para seguir caminando”.
Sobre El Plan de la Mariposa
Formado en Necochea a principios de los 2000, El Plan de la Mariposa es una banda que logró destacarse en la escena del rock argentino por su propuesta ecléctica y su espíritu comunitario. Integrado por cinco hermanos Andersen —Camila, Sebastián, Santiago, Máximo y Valentín— junto a dos músicos amigos –Julián Ropero y Andrés Nor– el grupo combina rock, psicodelia, candombe, folklore y poesía en un sonido propio que desafía las etiquetas.
Durante años recorrieron el país en su propio colectivo, cultivando un lazo directo con su audiencia a través de una ética autogestiva. Esa forma de trabajo, sumada a la intensidad de sus shows en vivo, les permitió pasar del under al reconocimiento masivo sin renunciar a su identidad.
A lo largo de su discografía, que incluye títulos como Brote (2011), Trance Habitante (2013), Danza de Antalgia (2015), Devorando intensidad (2017), Estado de enlace (2020) y el mismo Correntada (2024), el Plan fue consolidando un lenguaje sonoro y lírico que interpela a quienes buscan en la música algo más que entretenimiento. Con letras que oscilan entre la introspección y la crítica social, el grupo se presenta como una voz generacional que habla de vínculos, libertad, comunidad y transformación.
En Córdoba, su relación con el público ha sido especialmente fértil. De los pequeños escenarios del circuito independiente pasaron a agotar fechas en Club Paraguay, ocupar una plaza importante en el Cosquín Rock y ahora preparan un nuevo hito con su llegada al Estadio de Atenas.