El Colón Contemporáneo abrió su temporada con un programa que combinó Rothko Chapel de Morton Feldman con los estrenos latinoamericanos Just (after Song of Songs) de David Lang y el arreglo para piano a cuatro manos de Shostakovich de la Sinfonía de los salmos, que Stravinski escribió en 1930.
El concierto contó con la participación del Grupo Vocal de Difusión, bajo la magistral dirección de Mariano Moruja, junto con los instrumentistas Diana Gasparini (viola), Benjamín Báez (violonchelo), Silvia Dabul (piano), Lucas Urdampilleta (piano y celesta), Bruno Lo Bianco (percusión) y Mercedes García Blesa (soprano). El concierto contó con un diseño de luces a cargo de Facundo David.
Momentos espirituales
Tres “momentos espirituales” contrastantes se sucedieron en el concierto. desde la seriedad ritual (Stravinski), pasando por la repetición emocional accesible (Lang) y la meditación abstracta (Feldman).
Programar en un mismo concierto las tres obras es un verdadero descubrimiento: confronta al público con tres visiones distintas de lo espiritual en la modernidad tardía. Cada obra ofrece una nueva lectura de lo sagrado -preservando su profundidad, pero abriéndola a formas estéticas distintas- y propone, además, una “ecología de la atención” renovada.

El aparato coral es la continuidad que funciona como máquina de culto a lo largo de todo el concierto. En la era de la positividad y el rendimiento, la música mística ofrece un refugio para recuperar el secreto, la sombra, lo que se resiste a revelarse de inmediato al merodear el universo de lo sagrado.
El tiempo de Shostakovich
La noche abrió con la Sinfonía de los salmos en la versión de Shostakovich para piano a cuatro manos, que prescinde de las voces. Pero en la versión que se escuchó, se agregó el coro original. La obra es del período neoclásico de Stravinski, para voces e instrumentos de cuerdas y vientos.
Una buena reducción no es transcripción mecánica: implica recrear colores orquestales y reorganizar texturas para que funcionen al piano, algo que Shotakovich manejaba con gran imaginación, abriendo la puerta a una lectura nueva y legítima de la obra original. Pero en la versión que se escuchó, hubo un desequilibrio de fuerzas: la transparencia tímbrica y densidad dramática diseñada por Shotakovich en el piano se diluyó en la densidad de las voces.

El piano, más bien, se escuchó como soporte o acompañamiento vocal, que tuvo una excelente performance bajo la dirección de Moruja, también los pianistas, Silvia Dabul y Lucas Urdampilleta. No fue un problema de interpretación sino de versión, no se accedió ni a la obra original ni a la transcripción de Shostakovich.
La segunda parte
La segunda parte abrió con Just (after Song of Songs), una letanía serial escrita por David Lang en 2014, alejada de la densidad simbólica que sostuvo lo sagrado en otras épocas.
Lang partió de una reescritura y reorganización libre del Cantar de los Cantares (o Song of Songs, un texto bíblico atribuido a Salomón). En lugar de utilizar frases completas del Cantar, Lang extrae adjetivos, acciones y atributos del amante, y los presenta en forma de lista repetitiva que va creciendo con intensidad emocional.

Este recurso convierte el texto bíblico en una especie de invocación poética y sensual, al estilo de una letanía amorosa. La repetición de la palabra “just” (solo, solamente) al inicio de cada verso genera un efecto de devoción íntima y obsesiva, evocando tanto la pasión mística como el deseo erótico. Moruja condujo con maestría la carga de emoción acumulativa y la obra se escuchó de punta a punta sin fisuras, con las sutiles y fundamentales intervenciones de Bruno Lo Bianco en la percusión.
La viola de Diana Gasparini aportó color tímbrico y sostuvo el pulso legato en las zonas de “descanso” de la letanía, acompañando los cambios de acorde sin acentuar. Aunque una mayor proyección sonora habría creado un contraste más intenso. La sensación de inmanencia y gravedad, dando peso a la etérea letanía, fue bien llevada por el violonchelo de Benjamín Báez desde el registro grave.
El concierto cerró con una excelente interpretación de Rothko Chapel, un monumento a la quietud: texturas frágiles, dinámica casi evaporada, un tiempo que se disuelve en pura inmanencia. Si Stravinski objetivaba el salmo, Feldman suspende toda discursividad; la música se vuelve un “manto sonoro” que roza el umbral del silencio. La voz de Mercedes García Blesa aportó un toque epifánico a un final extraordinario, que se desvaneció lentamente, como si la música se replegara en sí misma.
Colón Contemporáneo
Muy bueno
Grupo Vocal de Difusión. Mariano Moruja, dirección; Mercedes García Blesa, soprano; Diana Gasparini, viola; Benjamín Báez, violonchelo; Silvia Dabul, piano; Lucas Urdampilleta, piano y celesta; Bruno Lo Bianco, percusión; Facundo David, diseño de luces. Fecha: lunes 23.
POS