Cada vez más gente lee libros de papel en el transporte público. Me fijo porque no estoy mirando el móvil. Siguen siendo pocos ante la cantidad de personas abducidas por las pantallas. Es casi alarmante. Me asomo al teléfono de una chica que pasa reels con tips de skincare ; a su lado, un chico atiende a un criptobro que le da trucos para hacerse rico; cotilleo el móvil de un hombre que juega a algo y el de una mujer enganchada a recetas exprés.
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