La noticia de que Mendoza unificará las elecciones trajo, también hay que decirlo, un alivio en buena parte del electorado al que cada vez le pesa más ir a votar. Ni hablar si debe hacerlo varias veces. Para quienes no siempre vivimos en democracia cada cita con las urnas es un compromiso impostergable que, aún 42 años después, nos sigue generando un sentimiento especial. Es entendible que para generaciones posteriores ir a votar sea lo más parecido a un trámite que, si pudieran, resolverían a través del celular como tantas gestiones en los tiempos que corren.
A contrapelo de esta tendencia, basta repasar la pobre asistencia de sufragantes en las elecciones que hubo este año en distintas provincias y en CABA para confirmar la pereza/desidia del electorado. Sin embargo, desde Pulsar (el Observatorio de la UBA especializado en el estudio de la opinión pública) aseguran que la política vuelve a importarnos a los argentinos. Y fundamentan esa sorpresiva afirmación en base a su propia y respetada encuesta nacional de Creencias Sociales. Algunas de las consignas lanzadas a los consultados fueron: ¿Qué tan interesados o apáticos somos? ¿Juzgamos a las personas por sus posiciones políticas? ¿Podemos estar en pareja con alguien que piensa lo opuesto a nosotros? ¿Tenemos amigos que son cercanos o distantes en términos ideológicos? ¿Cómo incide la política en nuestra satisfacción personal?
Según el sondeo, la tendencia en alza que arrancó en 2023 se ratificó este año: el 55% se declara interesado por la política, siendo las mujeres quienes más inclinan la balanza. En cuanto a la polarización, el 74% rechaza juzgar a los otros por sus ideas políticas, incluso admiten que estarían en pareja con alguien que piensa distinto (68%). El 72% reconoce escuchar periodistas con posiciones distintas a la propia.
Párrafo aparte y nada menor es que en una escala de satisfacción con la vida personal, los argentinos apenas superamos la media: 6,16 sobre 10. Aquí se da un vínculo directo entre el nivel formativo logrado, las expectativas de vida alcanzadas y, claro, una vez más la ama y señora política.
En estas respuestas juegan tanto la formación, dónde se vive y el comportamiento electoral. Quienes tienen un mayor nivel educativo se muestran más interesados en lo político. Para Pulsar los más conformes son los universitarios y oficialistas y los menos quienes solo cursaron primaria y se reconocen opositores. Para los analistas de la encuesta, tal crecimiento responde sobre todo a la politización de los sectores que acompañan al oficialismo nacional.
En cuanto a la «polarización afectiva», no se visualizan rastros masivos de tal tendencia. El 68% admitió que podría estar en pareja con alguien que tiene ideas políticas opuestas; valores similares a los de 2023 y 2024, más allá de intereses políticos puntuales. A tal punto que el 74% se mostró en desacuerdo con la frase “se puede saber si una persona es buena o mala por sus opiniones políticas”. Posiciones que, claramente, no reflejan lo que campea en todas las redes sociales donde la grieta sigue tan abierta como antes, aunque en retroceso por el hartazgo general o el clima de época que se mueve con otra lógica.
Por último entramos en el terreno que más odia el Presidente, sí adivinaron: periodistas y medios. El 72% de los consultados manifestó escuchar a periodistas con ideas políticas opuestas, frente a un 25% que opina lo contrario. «La convivencia con voces disonantes es la regla más que la excepción, incluso entre votantes de espacios políticos que públicamente se enfrentan de manera cotidiana, sostenida y en aumento», interpreta el equipo de Pulsar.
La síntesis de este trabajo revela una Argentina interesada en política, pese a la prédica contra la casta, menos polarizada que tiempo atrás y medianamente satisfecha. Como a toda encuesta debe interpretársela con pinzas, pero también leyendo inteligentemente una realidad que va mutando a otra velocidad y que parece ir dejando atrás el nocivo paternalismo de los líderes.
El mundo contra mí. Es sabido que para el presidente Milei toda visión diferente a la suya implica no sólo estar en la vereda de enfrente sino ser lo más parecido a un golpista que busca derribar su gobierno. Uno de sus asesores, Miguel Boggiano, mostró en la mesa de Mirtha Legrand cuánto de sintonía fina tiene el equipo de Javier. “Pasamos de estar extorsionados por los piqueteros a estar extorsionados por el Congreso», ejemplificó para graficar la derrota en el Senado en temas sensibles para el bolsillo del Ejecutivo. “Buscan esconderse detrás de causas nobles para hacerle daño al Gobierno. No lo van a conseguir”, desafió quien hoy vive de la política pero pronostica que «se les está acabando la posibilidad de vivir de la política y de todos los argentinos”, en referencia a los legisladores votados democráticamente para ejercer esa función.
Estupideces, según Javier. «El pelotudo del siglo. Dice Thomas Showell: ‘La primera ley de la economía es la escasez, esto es, no hay de todo para todos. A su vez, la primera ley de la política es ignorar la primera ley de la economía’. Este tipo de estupideces son las que han hundido al país», tuitea @JMilei. Algunos datos de ese tal Showel: es un economista y teórico social estadounidense de 95 años. Fue docente en numerosas universidades y escribió más de treinta libros; el más leído, Economía Básica, «una guía para el sentido común en economía». Quien más ha destacado la visión de Showell («un ejemplo del espíritu libre», dijo) es ni más ni menos que Alberto Benegas Lynch (h), uno de los principales mentores del actual Presidente.
Maridaje de la semana. Seguridad y justicia. Diez integrantes de una banda que operaba dentro y fuera del penal de Cacheuta fueron los primeros procesados con la «Ley Antimafia» (27.786). Con prisión preventiva por vender armas y drogas, se les aplicó la figura de asociación ilícita prevista en el artículo 210 del Código Penal.
* El autor es periodista. [email protected]