20 / julio / 2025 Politica
Parece que la gran mayoría de los políticos del país, nunca le dieron importancia a esa histórica frase “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!” fue cuando se convirtió en un grito icónico de protesta en Argentina durante la crisis del 2001, el país atravesaba una grave situación económica, social y política.
(Foto Tiempo Argentino)
Fue una expresión de hartazgo profundo de la sociedad hacia toda la clase dirigente: políticos, empresarios, sindicalistas y todo el aparato institucional que, a ojos de gran parte de la población, había fracasado.
Esta consigna no solo resumía una bronca generalizada, sino también una crisis de representación, donde muchos ciudadanos sentían que nadie los representaba realmente y que el sistema político estaba desconectado de sus necesidades reales y es lo que sigue sucediendo hoy.
Aunque han pasado más de 24 años, esa frase sigue teniendo peso simbólico y vuelve a escucharse en distintos contextos, especialmente cuando se renuevan sentimientos de decepción, corrupción o ineficacia en la dirigencia.
¿Una Argentina sin dirigentes políticos?
La creciente desconfianza hacia la clase política en Argentina lleva a muchos a preguntarse si el país funcionaría mejor sin dirigentes políticos. La imagen del político como oportunista, desconectado de la realidad, corrupto o ineficiente está muy instalada en la sociedad. Pero, ¿qué pasaría realmente si no tuviéramos dirigentes?
Una nación sin conducción política formal no implicaría necesariamente el caos, pero sí una transformación profunda del sistema actual. ¿Quién tomaría las decisiones clave? ¿Quién legislaría, distribuiría los recursos o representaría a los ciudadanos? La respuesta más inmediata suele ser: “que gobierne el pueblo directamente”. Es decir, una democracia directa. Sin embargo, esto plantea enormes desafíos logísticos y culturales.
La historia y la experiencia mundial muestran que la ausencia de dirigentes políticos no significa ausencia de poder. Ocuparían su lugar otros actores: las corporaciones, las fuerzas de seguridad, los medios o incluso como puede estar ocurriendo en algún lado del mundo el crimen organizado. La política, guste o no, es la herramienta con la que se canaliza el conflicto social y se define un rumbo común.
Entonces, el problema no es la existencia de dirigentes, sino la calidad de los dirigentes. Más que una Argentina sin políticos, lo que se necesita es una Argentina con políticos honestos, preparados, transparentes y comprometidos con lo público.
Mientras tanto, la apatía social, el voto bronca y la desafección solo perpetúan el sistema que muchos critican. La salida no está en eliminar la política, sino en reconstruirla, pero reconstruirlas con los que realmente amamos a la Argentina y no con los que buscan satisfacciones personales y económicas.
Desde la vuelta a la democracia en 1983, Argentina ha atravesado numerosos momentos de avance institucional, pero también ha acumulado una larga lista de desaciertos políticos que han tenido consecuencias profundas en lo económico, social y democrático.
Hoy Milei ha impuesto un estilo confrontativo, con un fuerte componente ideológico libertario y antisistema. Sus discursos atacan con frecuencia a la “casta política”, a gobernadores, sindicatos, periodistas e incluso a sectores del Poder Judicial y del Congreso.
Este tono ha generado tensiones institucionales, pero también ha fidelizado a su base electoral. Sumando últimamente insultos a quienes lo contradicen.
La situación política actual está marcada por un gobierno al que le falta una fuerte iniciativa política y capacidad de shock, a esto se suma el débil sustento institucional y creciente tensión social. El modelo libertario de Milei es disruptivo, y su éxito o fracaso dependerá de si logra estabilizar la economía y sostener la gobernabilidad en medio del descontento.
Dirigentes que realmente nos representen
El problema es la mala política de los políticos, la falta de transparencia, la desconexión con la realidad, la impunidad. No se necesita menos política, se necesita otra política, con dirigentes que caminen al lado del pueblo, no arriba de él.
Y la pregunta del millón que nos hacemos los argentinos que amamos al país, ¿realmente habrá alguien que sea distinto a lo que venimos viendo durante tanto tiempo? y no que diga soy el cambio pero termina siendo igual a todos, porque también es parte de “la rosca” política.