Con una asistencia muy por debajo de las previsiones, unas 600 personas, según la Guardia Urbana, marcharon ayer por las calles de Barcelona para protestar contra los efectos del turismo masivo. La manifestación se enmarcaba dentro de la movilización internacional simultánea en varias ciudades del sur de Europa contra lo que definen como los abusos del turismo. La protesta arrancó en los Jardinets de Gràcia pero no terminó, como esperaban los convocantes, a los pies de la Sagrada Família porque los Mossos d’Esquadra bloquearon el paso e impidieron acercarse.
En un ambiente festivo y familiar, representantes de un centenar de asociaciones convocadas por la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico desplegaron pancartas y, armados con pistolas de agua, arrancaron la marcha por el paseo de Gràcia bajo un sol de justicia y la mirada atónita de los turistas que, bajo sus pamelas, fotografiaban curiosos a los manifestantes. Previsores, algunos activistas llegaron con paraguas para protegerse del sol y otros terminaron adquiriendo sombrillas de playa para no terminar achicharrados.
La marcha, muy por debajo de las expectativas, discurrió rodeada por un fuerte dispositivo policial
La previsión de asistentes hecha por los responsables policiales fue muy por encima de los que finalmente salieron. Dos grupos al completo de la Brigada Móbil, los antidisturbios de los Mossos, encapsularon a los participantes en su descenso por el paseo de Gràcia hasta girar por la calle Mallorca. De esa manera, la policía evitó aproximaciones a los establecimientos de lujo, que ya habían echado la persiana y temían las consecuencias.

La Brigada Móbil de los Mossos blindó los accesos a la Sagrada Familia
Mané Espinosa / Propias
La Guardia Urbana también movilizó a su unidad de orden público y las patrullas se avanzaban a la cabeza de la marcha, cortando el tráfico al avance de una manifestación que se desarrolló sin incidentes de consideración. En la confluencia con la calle Mallorca, frente a los escaparates de Louis Vuitton, los activistas recordaron el desfile que realizó la marca de moda en el Park Güell, mientras disparaban sus pistolas de agua y encendían botes de humo de color.
A las puertas del hostel Generator de la calle Còrsega, los manifestantes simularon que clausuraban el negocio. Allí se vivieron algunos momentos de tensión después de que uno de los empleados advirtiera de que dejaran de increparle e insultarle porque era un simple trabajador. Un poco más adelante, un turista perdido, pero muy visible por su altura, tuvo que ser desalojado por los Mossos después de que los activistas descubrieran el eslogan que lucía en la gorra: Maga (Make America Great Again, Haz América grande otra vez). Una frase de apoyo a Donald Trump por la que recibió gritos de “fuera nazis”.
Tras casi dos horas de marcha por el Eixample, la manifestación finalizó en la avenida de Gaudí, con la imponente silueta de la Sagrada Familia de telón de fondo.
Durante la protesta, los manifestantes exhibieron todo tipo de carteles hechos en casa con lemas como “pan, techo futuro”, “el turismo nos roba” o “un turista más, un vecino menos”, y entre los cánticos el más coreado fue “mires donde mires, todo son guiris”.
A la convocatoria se sumaron colectivos sociales como las Kellys, la asociación de trabajadoras de la limpieza de hoteles, además de trabajadores de Transports Metropolitans de Barcelona y del hospital del Mar.
Poco antes de que comenzara la manifestación, Dani Pardo, de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico recordó que esa misma marcha se estaba realizando de manera simultánea en ciudades como San Sebastián, Palma, Eivissa, Nápoles o Granada. Y advirtió de que el monocultivo turístico tiene una afectación directa en el trabajo, la vivienda y el planeta. Además, enfatizó la precariedad de los trabajadores del sector, con un salario “un 60% inferior a la media de la ciudad”. para acabar denunciando que el sur de Europa se ha convertido en “el patio de las vacaciones” de millones de visitantes.
Ariadna Coten de la entidad Zeroport, que protesta contra la ampliación del aeropuerto de El Prat, recordó que hace un año su entidad presentó varias exigencias: “Reducir las instalaciones aeroportuarias, las terminales de cruceros, eliminar los puntos turísticos, los alquileres de temporadas… Y nada se ha cumplido.”
Al finalizar, algunos activistas buscaron sin éxito una terraza para refrescarse. Tarea imposible. Estaban abarrotadas de turistas y de barceloneses.