Fue una carcajada resabiada la de aquellas dos amigas mayores, feministas en el tardofranquismo, cuando recién salida del cascarón les confesé con estupor que aquel amigo tan de izquierdas era un machista insoportable. “Pero, mi doña, ¿aún no te has enterado de que esto de la igualdad no va de colores?”. Y me desgranaron anécdotas de míticos revolucionarios que esclavizaban a sus “compañeras de lucha” pese a tener la igualdad como divisa.
]]>



