Manuel Girona, banquero relevante y en este caso doblado de comisario regio de la Exposición Universal de 1888, tuvo el honor de pronunciar el discurso inaugural.
Habló claro: “Es la primera vez que se ofrece una sección verdaderamente marítima, por la feliz circunstancia de bañar parte de su perímetro las aguas del Mediterráneo”.
Por primera vez en el mundo aquel sector estaba ante la muy seductora cercanía de aguas marinas
Y es que en los anteriores certámenes mundiales el pabellón Marítimo consistía en una simple exhibición de objetos. Barcelona brindaba en cambio un conjunto de edificios no solo especializados, sino junto a la playa: Industrias Marítimas, Compañía Trasatlántica, Administración Militar, Asilo Naval, Salvamento de Náufragos, Efectos Navales y un café-restaurante.
Este sector mereció un éxito espectacular. Semejante acogida la consiguió sobre todo gracias a la oferta de un lugar destinado a la contemplación y el reposo ante la atractiva panorámica del mar abierto, tan encalmado que parecía un lago. La época era de lo más favorable: primavera terminal y verano.

En primer término, el pabellón Marítimo y el de la Trasatlántica, junto con el faro
JOSEP ESPLUGAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA
Fue también un punto de exhibición espectacular, pues desde allí la reina regente presidió el desfile internacional de escuadras.
El pabellón de las construcciones navales dominaba el conjunto. Fue proyectado por el arquitecto Gaietà Buïgas, quien no temió repetir una fachada de ladrillo visto, como el Arc de Triomf y el Castell dels Tres Dragons, pues dominaba un material hasta el punto de no necesitar ornamentos, al obtenerlos con la mera colocación y ritmo de según que piezas.
El desafío mayor le había venido dado por las características de un terreno nada firme que le obligó a reforzar mucho los cimientos.
El pabellón estaba flanqueado por el de la Trasatlántica, la destacada naviera del marqués de Comillas. Proyectado por el maestro de obras Guillermo García Cabezas para la exposición de Cádiz, fue trasladado y reformado por la mano de Gaudí con decoración y cuatro torres.
El faro vecino fue construido con carbón extraído de la mina del Rif propiedad del marqués.
El gran puente, que vencía el camino de hierro a Mataró y unía el centro de la parte trasera del pabellón de la Industria con la sección Marítima, fue obrado por la Maquinista, que no por Eiffel.
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El tranvía de Collboni
El domingo pasado y en estas páginas del Vivir Ramon Suñé entrevistaba al alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. Y sobre la prolongación del tranvía por la Diagonal respondía que seguirá el calendario previsto. En tres meses se presentará el proyecto ejecutivo desde Verdaguer a Francesc Macià. Y sostiene que todo el mundo puede entender que es razonable hacer esta conexión. Pues yo no lo entiendo. El autobús de la línea X1 cumple esta misión de forma perfecta y rapidísima. Como usuario me alarma que en la primera parada solo ingrese un simple puñado de viajeros: los procedentes de la zona Llobregat ya no van más allá. En el otro extremo malicio que la conducta es la misma. Los de los extremos se quedan en el centro. ¿El empeño de prolongar viene presionado por los intereses de las empresas privadas implicadas? Importa recordar que sigue vigente el resultado de la consulta convocada por un Jordi Hereu del mismo partido de Jaume Collboni, saldada con una negativa rotunda. Y del Tramvia Blau, ni palabra…