“No puedo fallar, la autoexigencia pesa”, reflexiona Genciana Meneses, la única bombera GRAE (Grup de Recolzament d’Actuacions Especials) de montaña desde que hace un año ganara la plaza y se incorporara a la sede de Valls. Una mujer que pide paso en un ámbito dominado por los hombres y que siente que debe esforzarse cada día para dar la talla y neutralizar suspicacias. Para llegar hasta aquí, a los 46 años, ha acreditado sus habilidades, especialmente como escaladora en hielo, pero también en roca, esquiando y haciendo espeleología, además de mantener una buena forma física.
“Ser una bombera GRAE supone normalizar que, al margen de nuestro sexo, todas las personas podamos hacer lo que queramos”, afirma en la base de Valls una tranquila mañana de febrero. Cuando no son requeridos para algún rescate entrenan. Comenta que la mayoría de salidas son para ir en busca de personas que se han extraviado en el monte o que han sufrido accidentes leves. Hace una semanas divisó desde el aire el cuerpo de un joven que se precipitó por una canal en Montserrat, un macizo perdedor en el que en otros casos se ha tardado incluso años en localizar cadáveres.
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Genciana se crió en la montaña, de ahí el nombre que eligió para ella su madre, el de una vistosa flor alpina de color azul lila. “Mis padres iban de excursión los fines de semana y cuando era niña nos trasladamos de Barcelona a Dosrius, a la sierra del Corredor, en una finca en medio del bosque. De los 16 a los 23 años me formé en alpinismo y en escalada en hielo y en roca, a los 18 ya me había independizado. Busqué un trabajo que me diera libertad y que ganara lo suficiente para poder seguir escalando, por eso me hice protésica dental”, recuerda. Un tiempo después un amigo le sugirió que opositara para ser bombera, le hizo caso, dejó su empleo y empezó como auxiliar en las campañas forestales. Un tiempo después, en el 2008, entró en el cuerpo de Bombers pasando por distintos destinos, Gavà, Ascó, Móra d’Ebre, Maçanet de la Selva, Rubí y Mataró. “De hecho yo ya quería ser rescatadora pues recordaba lo que me sucedió en el pico del Infern a los 16 años, en una travesía organizada por el CEC. Resbalé en una placa de hielo, caí unos 250 metros y la mochila me protegió, ese no era mi día para morir, solo sufrí algunas heridas en las rodillas, pero vinieron a rescatarme”.
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Hasta que fue madre, hace nueve años, escalaba por medio mundo, de los Alpes, a Canadá, Escocia, Perú, EE.UU., el Himalaya y sobre todo en los Pirineos. La maternidad supuso un cambio radical y echó el frenó a las expediciones más exigentes. “Me pesa la responsabilidad; a nivel profesional no tengo miedo, todo está muy controlado, y si me pasa algo trabajando está justificado, pero no en mi tiempo libre, ahora no me iría a una cara norte de los Alpes por el riesgo de dejar huérfano a mi hijo”. Lamenta que esta reflexión se la hagan las madres pero no tanto los padres. Ellos son unos héroes si perecen en el intento de cima y ellas unas irresponsables. “Nosotras somos las que siempre debemos renunciar a nuestros proyectos personales, por desgracia solo una minoría de hombres lo hace”.
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Su acceso a los GRAE no ha sido fácil, una única mujer entre un centenar de personas, de las cuales 22 en Valls. Aunque hay 96 plazas el número de bomberos GRAE en activo es de 91, pues quedan cinco por cubrir. A estos cabe sumar ocho mandos. “Entras en un grupo donde todo son hombres con su manera de funcionar y deben cambiar sus costumbres; aunque cuando llegué nadie dijera nada sentí reticencias. He tenido que luchar contra mis propios miedos a no estar a la altura, ellos fisiológicamente son más fuertes. Empecé con compañeros de profesión mucho más jóvenes y con una excelente forma física, voy aprendiendo cada día”, asume. Y con mucha honestidad reconoce limitaciones como poder moverse por la montaña al mismo ritmo que ellos. Por contra reivindica su capacidad para empatizar y cuidar a las víctimas.
A Genciana la precedió Emma Roca, fallecida en el 2021, y otra bombera aprobó los exámenes pero nunca llegó a incorporarse al GRAE.
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Genciana entrenando en el parque de Valls
Alba Mariné
Genciana esperó diez años a que saliera una convocatoria para ser bombera GRAE: suspendió dos veces y a la tercera aprobó. De las cinco mujeres que se presentaron sólo pasó ella que quedó en el número 24 de los 25 seleccionados. La discriminación positiva la benefició pues le permitió colarse en el grupo de los diez primeros con acceso directo. “Si no fuera así aún estaría esperando o quizás no entraría nunca”, sentencia.