“Vamos a hablar de tres novelas sobre la vejez. Mejor dicho, en tiempos de corrección política, de adultas mayores”. Así presentó este jueves la charla la periodista Natalia Ginzburg que ocurrió en el espacio cultural Clarín / Ñ y cruzó a tres autoras contemporáneas jóvenes que escribieron novelas cuyas protagonistas eran mujeres de más de setenta años.

Luciana De Luca (1978), autora de Otra cosas por las que llorar (Tusquets), que contó la historia de Carolina, una mujer que ha quedado sola y comienza un lento deterioro cognitivo producto de su edad avanzada; Natalia Rozenblum (1984), que en Baño de damas (Tusquets) narró la vida de Ana Inés, una viuda, jubilada, que pasa los días en un club de barrio junto con sus amigas y lidia con su hija de cincuenta que se instala en su casa y Adriana Riva quien en Ruth (Seix Barrial) pergeñó un personaje inspirado en su madre, octogenaria, que goza de ir a galerías de arte, hace cursos por zoom y se mantiene activa. El deseo, la amistad, la sexualidad –aparente patrimonio de la juventud– fueron algunos de los tópicos que atravesaron esta conversación.
“Estas obras nos interpelan, nos conmueven”, describió Ginzburg a la vez que lanzó su primera pregunta: ¿Cómo apareció la idea o necesidad de escribir sobre la vejez? De Luca tomó la posta: “Hay algo de la búsqueda de una voz que repasa toda su vida como si estuviese en el descanso de una escalera”, confesó. Agregó también que pasar mucho tiempo con un personaje “requiere un compromiso importante” y que la escritura de esta novela –su debut en la literatura para adultos ya que anteriormente había publicado relatos juveniles– le llevó casi tres años de trabajo.
En el vestuario de club
Rozenblum contó que la idea le surgió en un escenario similar al de la novela: “Tenía veinte, estaba en un vestuario de club y cuando vi a una señora desnuda pensé: tiene concha. Hasta el momento, no lo había pensado. Empecé a contar la vida de una de estas mujeres mayores desde una mirada joven hasta que me di cuenta de que me interesaba más cómo ella se percibía. Me interesaban los puntos en común entre viejos y jóvenes”, confesó.
Riva reveló que la inspiración le surgió de su madre: “Quería escribir sobre ella. Me inspiró una novela de la cineasta belga Chantal Ackerman. Leí el primer párrafo y pensé: es mi madre. Luego volqué en su voz muchas cosas que también yo pienso”, reveló.
Ginzburg les hizo una pregunta más ligada a los procedimientos narrativos: ¿Por qué algunas eligieron la primera y otras la tercera persona para contar? Mientras que Riva y De Luca eligieron la primera, porque sus relatos eran bien testimoniales, Rozenblum contó que eligió la tercera porque “intenté escribir en primera, me hubiera encantado haberlo hecho, pero fue un delirio. Me daba miedo caer en la ridiculización. Luego agregué diálogos”. Riva agregó que muchos momentos se los “robó” a su madre. “Tenía anotaciones en primera persona de cosas que ella decía”, comentó.
Acerca de las vidas que narraron, Riva comentó cómo Ruth, su protagonista, “a pesar de que no pasa nada, vive un montón de pequeñas nadas”. Su rutina se llena de “vida cultural” ahora que tiene mucho tiempo: asiste a museos, conciertos de ópera y toma clases de arte por Zoom (algo que, reveló, lo hacía también su propia madre).
“Me interesa la gente deseante”, enfatizó Rozenblum al hablar de Ana Inés, la protagonista de Baño de damas. Agregó: “El deseo va mucho más allá de la edad. La hija no registra la vida que lleva la madre. Para esta mujer, el baño de damas termina siendo su espacio. Yo veía que en esos ámbitos las mujeres mayores no sentían vergüenza. En cambio yo, a los veinte, sí la sentía. Eso me fascinaba”, explicó.

La mujer que construyó De Luca es mayor que las protagonistas de las otras dos novelas. “Es de otra época –describió– se quedó en su casa, desconoció cierto empoderamiento y descubrió que no había más nada ahí. Su enfermedad, su deterioro cognitivo, se convierte en una especie de rebeldía. Porque se enoja y en ese enojo hay deseo. Es vital”, expresó.
Ginzburg preguntó un poco más acerca de los pequeños universos de estas mujeres. El de Ruth está atravesado por las artes visuales. Riva reveló que esta elección tuvo que ver con un desafío personal: “Me interesó indagar en un mundo que me era más ajeno. Quise introducir pequeños textos sobre arte que pudieran ser un parate para el lector. Quería que sean breves porque a veces los textos de los museos me expulsan, son demasiado elitistas o snobs”, exclamó. Rozenblum, cuya protagonista comparte literatura, en palabras de Ginzburg, casi como “un secreto a voces” con sus amigas, contó que pensó esto como “algo que se reserva para ella y comparte más allá de lo que se supone que es correcto”.
Amistad entre mujeres
Acerca de la amistad, De Luca agregó que “disfruto mucho la intimidad que se genera en la amistad entre mujeres. Entre hombres es otra cosa”. “Envejecer con amigas me parece fundamental”, subrayó Riva.
Sobre el final, Ginzburg les preguntó acerca de la recepción de estas obras, las cuales han tenido mucha circulación entre lectores y críticos. Riva fue la primera en tomar el micrófono para enfatizar lo mucho que habían circulado: “Vienen a mostrar algo que no estaba en la literatura” –resaltó– “Hay un montón de libros al padre, a la madre o al hijo pero no sé si hay tanto acerca de la gente mayor. Las tres se consiguen en el stand de Planeta. Paso el chivo”, concluyó entre risas.

“La mía es viejísima”, agregó Rozenblum –su novela es de 2020– y destacó que “lo mejor de su escritura vino después: me llamaron de muchos grupos de lectura de señoras, hablé por Zoom con ellas y me contaron cada cosa. Confirmé que hay sexualidad en la tercera edad y también hay pudor”, señaló.
“Uno tiene la sexualidad asociada a la juventud y eso es un sesgo del mercado”, agregó De Luca y se rió un poco acerca de su propia novela: “La mía es un bajón. La hice mierda a esta pobre señora”, comentó haciendo referencia al dramatismo de su personaje. Luego, concluyó: “Me interesa esta idea del abanico de posibilidades de una persona mayor. La posibilidad de que la vida continúe hasta que termine la vida”.