La víctima de Consell de Cent era un serbio buscado por la mafia balcánica

Un hombre desconocido acabó con la vida de dos criminales montenegrinos, Alan Kožar y Damir Hadžić el 23 de julio de 2020 en la isla griega de Corfú. Ambos eran los cabecillas de una banda criminal de Montenegro denominada Škaljari y fueron asesinados por una banda rival, llamada Kavač. Les dispararon 29 balas. Uno de los pistoleros era Filip Knežević, serbio de 36 años, y es el hombre que el martes fue asesinado en un portal de la calle Consell de Cent de Barcelona. Así lo han confirmado fuentes próximas al caso a La Vanguardia. El crimen está relacionado con un ajuste de cuentas entre bandas montenegrinas y serbias rivales cuyo conflicto se arrastra desde hace años y que suma decenas de muertos. Estos grupos están vinculados al narcotráfico de cocaína, blanqueo de dinero, extorsión y asesinatos. Por el modus operandi, los Mossos ya sospechaban que se trataba de una venganza y de un crimen por encargo, pero las dudas se disiparon al conocer la identidad de la víctima que figura en los ficheros policiales de los distintos cuerpos.

Knežević formaba parte de la cúpula de los Kavač y también participó en un tiroteo en año 2018 junto a otros miembros de la organización que dejó herida a una mujer de la organización rival en Podgorica. La justicia lo busca desde entonces. El año pasado la Policía Nacional detuvo a tres cabecillas de los Kavac, uno de ellos en Lloret de Mar y los otros dos en Barcelona. 

El asesinato vuelve a poner de manifiesto la presencia en Catalunya de bandas criminales extranjeras dedicadas al narcotráfico y que lleva asociada el uso de armas. Los tiroteos crecieron un 23% el año pasado alentados por el tráfico de drogas.

En el número 200 de Consell de Cent, nadie conocía a la víctima. El hombre, que fue acribillado a balazos el pasado martes a plena luz del día en el rellano del edificio, vivía en el 4º 2ª. Llevaba poco tiempo allí. Su nombre no constaba en el buzón que iba a nombre de Marc L. Su paso por el edificio fue discreto, si bien, es un bloque de vecinos en el que no hay sentimiento de comunidad ni de barrio. De las diez viviendas, solo los residentes de tres pisos son capaces de reconocerse entre ellos. Una joven sudafricana, unos italianos y unos argentinos. El resto son estudiantes y turistas que están de paso. El edificio es la imagen de la actual Barcelona atestada de turistas, expats, brunchs y empanadas en la que nadie conoce a nadie ni siquiera al vecino del piso de arriba.

La víctima vivía en el 4º2º del edificio y llevaba poco tiempo viviendo allí; ningún vecino lo conocía

La división de investigación criminal de los Mossos sigue buscando al agresor y ayer continuaba reconstruyendo el camino por el que huyó tras cometer el crimen. En los comercios colindantes no oyeron nada. En la popular tienda de instrumentos musicales Tokobongo se enteraron del asesinato al ver aparecer las ambulancias y los coches de policía. En la clínica dental de al lado, más de lo mismo. “Con el instrumental que utilizamos no oímos nada”, explicó una empleada. Las cámaras de videovigilancia de algunos comercios sirvieron de poco. La mayoría enfocaban hacia el interior del establecimiento, con lo que era poco útil para reproducir la huida del atacante.

El pistolero actuó sin que le temblara el pulso. Abordó a la víctima cuando esta regresaba a casa. En el momento de abrir la puerta, el agresor se colocó a su vera y apretó el gatillo descerrajándole al menos ocho balazos, cuatro de los cuales fueron certeros: tres impactaron en la espalda y uno en la cabeza. El cadáver quedó tendido en el suelo.

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Elea, la joven sudafricana que vive en la planta baja, se topó con el cuerpo sin vida del vecino al que no conocía de nada. Abrió la puerta y halló el cadáver boca abajo con un tiro en la nuca. Antes, escuchó un ruido tan fuerte que pensó que alguien se había caído por el hueco de la escalera. Con el segundo estruendo tuvo claro que era un tiroteo. A las 16.18 h avisó a los Mossos. Cuando el silencio envolvió el rellano, se atrevió a abrir la puerta. “Me quedé en shock”, recuerda. La joven se mantuvo encerrada en el domicilio durante seis horas hasta que los Mossos acabaron de recoger los casquillos, buscar las huellas y proceder al levantamiento del cadáver. Ayer aún eran visibles los estragos del asesinato. Cuatro enormes agujeros en la pared daban cuenta de los disparos. En la puerta principal, un gran agujero en la cristalera, provocado por un disparo, daba la bienvenida al edificio, recordando que el día anterior un vecino murió tiroteado en el portal.