Hace ya un tiempo que la cara de Marcelo Subiotto se volvió más familiar para el público. No solo el que es asiduo espectador del teatro independiente. Si bien viene trabajando en cine desde hace tiempo, lo había hecho en producciones que no tenían la producción o los lanzamientos como Puan, por la que ganó la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián al mejor actor.
Y ni que hablar de El Eternauta, en cuya primera temporada interpretó a Lucas, uno del grupo de amigos que trata de descubrir qué es esa extraña nevada que azota a Buenos Aires.
Ahora Subiotto coprotagoniza, junto a su esposa, Mara Bestelli, El mensaje, la película de Iván Fund que ganó un Oso de Plata, el Premio de Jurado en febrero en el Festival de Berlín. Estrenada el jueves en la Sala Lugones del Teatro San Martín, y en el MALBA, la película se centra en Anika, una niña que tiene el don de comunicarse con los animales, vivos y muertos, y los personajes de Subiotto y Bestelli la llevan por el interior del país, “comercializando” sus dotes ante los dueños de las mascotas.
De raíces yugoslavas, jugador de voley en su juventud y casado desde hace un año, Subiotto está ensayando una obra de teatro y, y sigue rodando (en breve parte a filmar un proyecto en España). En medio de esos ensayos, conversó con Clarín.

El reconocimiento del público
-De a poco, estás siendo, y merecidamente, un rostro más conocido por el público, no solo el que te ve en el teatro, sea independiente u oficial. ¿Lo disfrutás?
-En este último tiempo, sobre todo con Puan, y ahora El Eternauta, hay un reconocimiento mucho más amplio de mi trabajo. Lo disfruto, porque viene de la mano de proyectos que me representan un ciento por ciento. Hay una diferencia entre ser un actor reconocido por su trabajo, y ser un personaje público. Lo segundo es más complicado, porque es algo así como ser el personaje de uno mismo.
Son campos de representación complejos, sobre todo en un tiempo como el nuestro, donde la relación con las nuevas tecnologías, redes sociales, etc., nos invitan todo el tiempo a elaborar un personaje de nosotros como forma de estar en el mundo. Disfruto el reconocimiento del primero, el de un actor que conecta con espectadores a partir de personajes de ficción. Disfruto la comunicación donde siempre el encuentro es hacia los otros, el ida y vuelta.

-Con este frío polar, si llega a caer nieve en Buenos Aires vamos a pensar que lo de “El Eternauta” se vuelve realidad…
-Esperemos que sólo sea una nieve, que no tenga la densidad de la nieve de El Eternauta, ya bastante complicado está nuestro presente, por momentos casi distópico, como para sumarle la nevada mortal.
-Ya hablaremos de “El Eternauta”. Vos ya conocías a Iván Fund, ¿cómo te llegó el ofrecimiento para este papel en “El mensaje”?
-Nos conocimos trabajando en su película anterior, Piedra Noche. Fue un proyecto que disfrutamos hacer, y donde encontramos mucha complicidad y pertenencia artística. Luego de esa experiencia quedó una relación de amistad muy linda, a punto tal que Iván fue testigo, el año anterior, de nuestro casamiento. Compartimos muchos encuentros, cenas, almuerzos, salidas y sobremesas siempre extensas, charlas sobre nuestras vidas, el mundo, y por supuesto proyectos. De esas sobremesas surgió la idea de plasmar un próximo proyecto, a partir de algo que ya Iván tenía en mente, y que hoy es El mensaje.

-¿Qué le aportaste vos a Roger?
-Roger lo fui componiendo a partir de las charlas que teníamos con Iván, sobre la historia que él quería contar, una historia de mujeres, una relación muy particular que circula entre una abuela, su hija, y su nieta. Roger es la pareja de Myriam, la abuela: ése fue el punto de partida. Fuimos pensando en una familia nómade, salió la idea de llevar a los personajes hacia un color algo gitano, gente que vive en su “carromato”.
-¿Hiciste alguna sugerencia?
-Sugerí usar viejas notas mías, de hace muchos años en espectáculos de Clown, lo que ayudaba a contar a Roger desde los ojos de Anika, al descubrir esas revistas. Pero por sobre todo, trabajar la periferia de esa relación con estas mujeres, una forma de estar, de acompañar, amorosamente, en la forma que entienden el amor estos personajes. Usar el lenguaje del cine, la formas de estar, las miradas, los silencios, toda una gama de herramientas que me parecían ricas, desde lo actoral, y que esta película en particular me invitaba a explorar.

Actuando en pareja
-En “El mensaje” se da la particularidad que Iván dirige a su hija, o hijastra, y vos hacés pareja con tu esposa…
-Sí, somos como una gran “familia de cine”, algo de nuestros vínculos se filtran entre los personajes, para un cine tan sensible como el que propone Iván, eso era algo interesante de usar.
-¿Anika es en la ficción nieta de vos y de Mara?
-Anika es la nieta de Myriam (Mara Bestelli). Roger, mi personaje, es una pareja posterior a esa parte su vida.

-Esta pregunta trae a colación el hecho de que ustedes dos, los adultos, parecen aprovecharse de ella, la explotan laboralmente. ¿Lo ves así?
-No lo veo así. Anika es una nena sola, solo sabemos de ella que su mamá está internada en una institución psiquiátrica. Myriam y Roger están a su cargo. Ellos la cuidan desde el mundo al cual pertenecen. Esto me parece un lugar super interesante donde la película interpela “qué es una familia”. Esta familia tiene una casa sobre ruedas, viven rodando, trabajan a partir de este don que tiene Anika para comunicarse con los animales. Como si fueran las típicas familias de circo, donde cada uno ocupa un lugar en la organización del mismo.
Creo que, desde nuestra mirada más burguesa, nos cuesta mucho ver el amor más allá de las formas del mundo que no son cercanas; el mundo que habitan estos tres personajes es otro. Todo puede llevar a sospecha, claro que sí, pero creo que El mensaje, nos muestra una forma de vínculos distinta, que nos lleva un tiempo decodificar desde nuestra propia lógica.

-La cuerda por la que se desanda “El mensaje” me parece nueva para vos. Has hecho papeles volcado a la parodia (en teatro), más hiperrealistas, pero con cierto realismo mágico como el que plantea la película, no recuerdo.
–Piedra Noche, la película anterior, aborda este registro también. Es una forma de trabajo que me resulta muy rica, estimulante, compleja y, en un punto, ciento por ciento cinematográfica. Esto es, estar atento a cada plano, tenga o no relación con la totalidad, porque en determinado momento del montaje, cualquiera de esas “piezas visuales” van a ser usadas, y armarán sentido con el relato cinematográfico final.
Lo que viene
-Te quedan un par de películas por estrenar…
-Trabajé en una producción de Amazon, de la que no puedo contarte mucho, pero que es un personaje que disfruté hacer. Hice un personaje en la película sobre Pepita la pistolera, dirigida por Lucía Puenzo, que fue un placer. Trabajo actualmente en dos proyectos muy independientes, uno con Gustavo Fontán, a quien admiro como director, y otro con Matías Scarvaci, que se las trae. En agosto iré a filmar a España, y más para fin de año hay un proyecto con Benjamín Naishtat que me tiene muy entusiasmado. Todo eso en algún momento se estrenará.

-Has actuado en cortometrajes, pero en uno más reciente interpretaste a José de Zer. ¿Cómo fue eso?
-El cortometraje se llama Los misterios del mundo, su director es Mariano Luque, un proyecto del que también fue parte Iván Fund, desde la producción y la dirección de fotografía. Fue un proyecto muy a pulmón que me encantó hacer. Sobre una idea de Mariano, el director, inspirada en el mundo de José de Zer, sin ser exactamente él. Fuimos un grupo muy reducido, donde también estaba Sergio Prina. Una peli muy federal: un director de Córdoba, un director de fotografía de Entre Ríos, sonidista cordobesa (Melisa Stasiak), un actor de Tucumán, y el otro porteño, todos filmando en Los gigantes, Córdoba, una fiesta. Se la puede ver en Cine.ar.play.
La revelación de «El Eternauta»
-¿Habías leído “El Eternauta” en tu juventud?
-Lo había leído a partir de amigos que eran lectores de cómics, y que también gustaban de la revista Fierro, por ejemplo. Yo no fui muy cercano a ese mundo.

-¿Qué te dejó tu participación en “El Eternauta”?
-Haber sido parte del El Eternauta es una experiencia muy potente, que al día de hoy me es muy difícil dimensionar. En principio me ha dejado muchas enseñanzas en el campo de mi profesión, y una alegría inmensa de haber “jugado ese partido”.
-¿La gente te reconoce más, o te ve en el subte y no te habla?
-Las dos cosas. Me reconocen en la calle, en el subte muchas veces me saludan, o nos sacamos una foto. La relación con la gente es muy amorosa, y sobre todo de mucho respeto. El Eternauta es algo más grande que una serie que “se ve mucho”, indudablemente su capacidad representativa ha llevado a los espectadores a decir algo así como es “nuestra serie”, la representación de un “nosotros” muy necesario en un tiempo de tanto “yo”.

-¿Tuviste que firmar algún tipo de documento para no hablar de la serie hasta su estreno?
-Los contratos que firmás cuando participás de estos proyectos, ya tienen una cláusula de confidencialidad.
La primera vez con Ricardo Darín
-No habías trabajado con Ricardo Darín previamente.
-No, fue la primera vez, y fue una experiencia muy rica. Es una gran figura de nuestro cine. Sin embargo, cuando trabajás con él solo hay un actor, un actor que conoce muy bien su oficio, tanto desde una dimensión profesional como humana, y eso lo hace un grande. En una industria tan grande, es un personaje tan importante, ver que a la hora de encenderse la cámara está concentrado en la potencia de un gesto, le da sentido a lo que hacemos.

-¿Te gusta escribir teatro? Como dramaturgo tenés una obra, “Llegó Godot y no había nadie”, y un par como autor y director. ¿Te tira, no te tira escribir, dirigir…?
-Me formé como actor a fines de los ‘80 y principios de los ‘90. En el movimiento de teatro independiente había una categoría que era “la dramaturgia del actor”. A grandes rasgos era la posibilidad, y la responsabilidad, que tiene un actor de crear sus propios materiales dramatúrgicos. Grupos de teatros donde se rotaban los roles de directores, actores, autores. Por lo tanto, escribí muchos espectáculos propios, de grupo, o algunos que escribí para luego montar como director.
Siempre desde ese lugar, donde se llega con los materiales escritos al ensayo y se los demuele en función a lo que se va encontrando con el trabajo de montaje. Al día de hoy lo sigo haciendo, pero no soy un dramaturgo, no tengo ese saber ni ese oficio. En todos los casos trabajo desde el actor que soy.

-¿Habías estado en la mesa de Mirtha Legrand, antes de este mayo de 2025? Contame cómo te sentiste.
-No había estado nunca, fue un encuentro muy agradable, hay una producción detrás de los almuerzos que trabaja muy bien, nos han tratado muy bien, y Mirtha es un personaje muy importante en ese universo simbólico que es nuestra argentinidad.

Croacia, un tema pendiente
-Tus abuelos eran croatas, de chico y de joven ibas a un club yugoslavo. ¿Sentís que tus raíces te atan? ¿Conocés Croacia?
-Mis raíces me definen, me dan identidad, me sugieren preguntas, me generan movimiento. A sí entiendo la identidad, no como algo estático, sino como ese movimiento que nace en un punto específico y que te acompaña en el viaje. Aún no conozco Croacia, es un tema pendiente.
-Antes que actor ibas a ser maestro mayor de obra. ¿Qué te hizo cambiar de profesión?
-El secundario lo hice en un industrial de construcciones, el Cornelio Saavedra, de Floresta, pero desde mis 14 o 15 años, mi cuerpo se inclinaba hacia lo artístico, en especial la música. El teatro vino después y fue un encuentro casi mágico, una especie de revelación, una invitación a ser parte de ese mundo que sigue vigente al día de hoy.

-Podemos decir que junto a Veronese fueron creciendo en el teatro. ¿Qué recuerdos tenés de esa etapa de tu vida?
-El encuentro con Daniel fue a principios del 2000. Él ya era parte del universo teatral porteño, con las obras tremendas que hacía con El periférico de objetos. Yo venía de otra línea de teatro. Me invitó a ser parte de su obra Mujeres soñaron caballos, y ésa fue una experiencia bisagra. Luego participé de su versión de Tío Vania, de Chejov, y eso fue unas de las experiencias más ricas que viví como actor.
Al día de hoy estamos ensayando, junto a Mara Bestelli, una obra que estaremos estrenando a fin de año. Lo último fue Encuentro con hombres repulsivos, que Daniel dirigió y actuamos con Luis Ziembrowski. Lo que empezó con Mujeres… sigue hasta el día de hoy.
-¿Cómo conociste a Mara? Seguramente fue, como le pasa a muchos oficinistas, en el trabajo… ¿Con qué obra?
-Justamente en Espía una mujer que se mata, la versión de Tío Vania, que dirigió Veronese.
-De los premios que recibiste, ¿cuál es el que más valorás, y por qué?
-Los valoro porque son el trabajo de un grupo de gente que se pone de acuerdo para decirte que, por alguna razón, decidió nominarte o darte un premio. La concha de Plata de San Sebastián (N. De la R.: que ganó por Puan) es un premio muy importante, por su peso internacional, y el reconocimiento que trae aparejado. El primer premio Sur, como revelación por La luz incidente, de Ariel Rotter, es un premio que fue muy importante también. El Cóndor de Plata, por Puan, es un premio que valoro mucho. O el Martín Fierro, también por Puan. El audiovisual ha sido muy generoso conmigo en cuanto a reconocimientos, estoy muy agradecido.