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miércoles, noviembre 12, 2025

Las charlas de peluquería que acunaron las ideas de Vivian Gornick

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Existe un acervo anecdótico del que se vale Vivian Gornick para trazar sus reflexiones. El lugar común de una charla en la peluquería le sirve para unir a varias generaciones de mujeres durante la segunda ola feminista (años 60 y 70) en Nueva York como si allí se estableciera una asamblea espontánea. Pero esta imagen trillada no funciona dentro de este libro como una casualidad. Hay algo en la compilación de textos reunidos bajo el título Por qué algunos hombres odian a las mujeres (Sexto Piso con traducción Cristina Lizarbe Ruiz) que resulta demasiado convencional, más allá de las expectativas que genera el nombre de la autora.

Vivian Gornick. EFE/Sergio PérezVivian Gornick. EFE/Sergio Pérez

Los recursos de la crónica son utilizados en estos materiales que no logran la envergadura de ensayos porque quedan demasiado acotados a la situación puntual que describen. Si bien la escritora y periodista norteamericana da un pequeño espacio al análisis al identificar que el punto de vista de las mujeres que concurrían a La peluquería de Bobbi (el título del primer texto) siempre estaba enfocado en el modo en que los hombres las veían, este tipo de marco puede resultar insuficiente al querer pensar en términos más amplios las resonancias del movimiento feminista en la vida de esas mujeres en particular.

Es interesante el momento en el que Gornick encuentra ese instante de reflexión que marca la diferencia, esa revelación que surge del diálogo distendido en un espacio guiado por la suspicacia y el espíritu chismoso del peluquero, pero estos relatos tendrían más impacto en un diario o revista, como una suerte de aguafuerte, que en un libro, un formato que demanda otra profundidad.

Pequeños testimonios

Los pequeños testimonios que captura donde algunas mujeres expresan algo así como una conciencia de género, tienen el registro periodístico de esas reflexiones donde un conjunto de mujeres, que no necesariamente se autodefinen como feministas, comienza a revisar sus prácticas, su experiencia de vida y a identificar las desigualdades.

La autoconciencia como técnica es una herramienta que Gornick presenta como un mecanismo de liberación que se puede aplicar en cualquier contexto o situación, un arma que puede ser masiva o íntima pero que ya está marcando una transformación. La reivindicación de las reuniones de mujeres hablando, compartiendo sus impresiones y vivencias tiene en los relatos de Gornick una dimensión política, la puesta en escena de cierto despertar. Allí se enlaza lo psicológico con el dispositivo asambleario.

El libro ofrece una documentación de la segunda ola feminista en Estados Unidos a partir de una mujer que fue testigo y partícipe (la autora había comenzado a escribir para el periódico alternativo The Village Voice y le asignaron que cubriera las movilizaciones feministas que ocurrían a finales de los años 70 en Manhattan) en una secuencia de episodios o escenas, como una sucesión de imágenes. La reconstrucción de las conversaciones entre mujeres, el breve perfil de cada una de ellas y la práctica misma del diálogo tienen un valor testimonial pero, tal vez, resulta escaso o poco estimulante en relación con los desafíos actuales mientras transitamos la cuarta ola feminista.

Falta un mayor desarrollo teórico y reflexivo que habla de una falencia al momento de editar este libro. Los materiales publicados hace casi cincuenta años seguramente fueron valiosos en su momento pero las referencias a hechos puntuales o anécdotas demandan, no solo información de contexto sino algo más importante: una mirada actual.

Lecturas del pasado

Las lecturas sobre el pasado adquieren mayor complejidad y dinamismo si se las hace dialogar con el presente. Los editores del libro podrían haberle propuesto a Gornick sumar materiales complementarios para revisar estos episodios en tensión con las problemáticas de nuestro tiempo. El libro se ve escuálido, incompleto y, por momentos, demasiado ingenuo, ya que en la actualidad muchos de los problemas expuestos persisten. Aquí sería necesario trazar una suerte de balance que pueda unir el análisis situacional con los resultados o discontinuidades a lo largo del tiempo.

La discusión sobre la obra de Henry Miller y la lectura en términos misóginos refuerza la literalidad de nuestra época. Para Gornick no es posible la separación entre vida y obra en el caso de Miller ni en el caso de Norman Mailer porque el machismo atrofiar su escritura.

La escritora estadounidense Vivian Gornick. EFE/Sergio PérezLa escritora estadounidense Vivian Gornick. EFE/Sergio Pérez

Podríamos argumentar que el problema no reside tanto esa separación, porque en este sentido habría que analizar caso por caso, incluso ver si las formulaciones personales aparecen en la obra, sino limitar un material literario a la anécdota sin detenerse a señalar si en los procedimientos los autores están reforzando o discutiendo el armado de la historia o generando las condiciones para que los lectores puedan establecer una distancia crítica.

El riesgo está en creer que una obra de arte es un manual de normas, un material propagandístico ante el que el público se sitúa como un ente desvalido para dejarse colonizar. El arte es un espacio de reflexión e imaginación que busca transitar por los lugares que en la cotidianidad podrían resultarnos inaccesibles, si vamos a leerlos en términos de lo permitido, de acciones que repercuten socialmente como si sucedieran en la cotidianidad y no en el plano de la ficción, estamos confundiendo la naturaleza de su campo compositivo.

Esto no impide reflexionar sobre la proliferación o no de mujeres en roles más determinantes en la creación de personajes femeninos o incluso en la voluntad de inventar y proponer protagonistas más desafiantes y menos mártires según las épocas. No sería acertado desestimar el terreno simbólico que lleva a la identificación con determinado tipo de mujeres en la ficción y el impacto que eso puede tener en el imaginario, en la construcción de la propia subjetividad. Lo mismo sucede con las condiciones de vida que favorecieron durante siglos la predominancia de escritores e intelectuales hombres.

Cuando se detiene en la escritura de las autoras mujeres, Gornick piensa lo que falta tanto con relación a los temas a abordar como en las alternativas más experimentales. En Joan Didion, Anne Roiphe, Lois Gould y Margaret Drabble ve la huella de una actitud defensiva. La marca que la dominación masculina dejó en el estilo de cada una se observa en historias donde faltan estrategias para superar las condiciones hostiles. Aquí Gornick propone un territorio a explorar desde la ficción, una apuesta a la escritura como el escenario imaginativo donde pueden aventurarse otras realidades.

Por qué algunos hombres odian a las mujeres, de Vivian Gornick (Sexto Piso).

Redacción

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