Empezó como una innovación tecnológica, continuó como una moda de verano y terminó de constituirse en una costumbre que ya se arraigó en el fútbol argentino. El chaleco del GPS ya es un elemento más que porta el jugador en la cancha, como los botines, las tobilleras o las canilleras.
“Apareció hace unos quince años y, desde hace diez, ya se hizo mucho más común en el fútbol argentino. Es un dispositivo que se coloca en un chaleco y lo que hace es medir distintas variables, como la distancia, los picos de velocidad, la intensidad, las aceleraciones y desaceleraciones que tienen los futbolistas”, detalló Federico Germiniani, uno de los preparadores físicos de Almirante Brown.
Tal es la importancia que se les da a los valores que arrojan las mediciones que, en los cuerpos técnicos, uno de los profes del staff suele dedicarse exclusivamente al análisis del dispositivo. “Yo descargo la información, hago los cortes y paso los resultados para que sea entendible para el cuerpo técnico. Lo que más se pregunta es la cantidad de kilómetros recorridos, pero todo es relativo, porque, también se puede hacer esa distancia a una intensidad baja. También lo interesante es la distancia que hizo en zona de sprint, cercano a la velocidad máxima, que es algo muy difícil de alcanzar”, agregó el profesor aurinegro,
Germiniani también reveló que el promedio de la distancia que recorren los futbolistas en un partido oscila entre “los 10 y 11 kilómetros y medio” y que las variables, además, dependen de la posición que ocupan en la cancha. “Claramente los laterales tienen más recorrido que los centrales y una intensidad mucho más alta. Por ahí, los mediocampistas son lo que hacen mayores aceleraciones, con arranques y frenos”, explicó.
Después de su estreno en el banquillo aurinegro, Guillermo Szeszurak ponderó a los cuatro vientos el despliegue de sus dirigidos y resaltó que algunos de sus jugadores “rompieron el GPS”. La tecnología aplicada al fútbol y que, por estos días, entra a la cancha como un jugador más.