Casi cuatro meses después del crimen que estremeció al automovilismo español, el expiloto Antolín González, de 23 años, rompió el silencio y decidió colaborar con la Justicia. En su declaración ante el juez, el joven admitió haber matado a su padre, aunque sostiene que se trató de un hecho accidental ocurrido durante un forcejeo.
El caso, que continúa bajo investigación en Burgos, mantiene en vilo a la opinión pública por las contradicciones en el relato del acusado, la ausencia del arma homicida y las dudas sobre lo que realmente sucedió el 5 de julio en el negocio familiar en las afueras de Aranda de Duero.
El caso Antolín González: las claves del parricidio que conmociona al automovilismo mundial
El día del crimen
Según su propio testimonio, González se dirigió aquel día al negocio familiar para hablar con su padre. La conversación rápidamente derivó en una discusión violenta. El joven relató que fue su padre quien tomó un cuchillo —un machete de entre 10 y 15 centímetros de hoja— y lo amenazó con él.
Fue entonces, según aseguró, que durante el forcejeo el arma se clavó accidentalmente en el cuello de la víctima, provocándole la muerte en el acto. Tras el hecho, González huyó de la escena y se deshizo del cuchillo, que hasta hoy no ha sido hallado.

La confesión y las pruebas
Luego de declarar ante el juez, el expiloto acompañó a los agentes policiales hasta la zona del río Bañuelos, donde señaló el sitio entre las zarzas donde habría arrojado el arma y una mochila que llevaba desde el gimnasio. Si bien la mochila fue encontrada, el cuchillo sigue sin aparecer, un elemento clave para reconstruir lo ocurrido.
Los investigadores confirmaron que solo se encontraron huellas del padre en la funda del machete, un dato que abre interrogantes: ¿llegó a empuñarlo efectivamente o el arma ya estaba desenfundada al momento del ataque? Ese detalle, señalan los peritos, podría ser determinante para entender si se trató de una reacción defensiva o de un acto premeditado.
Las dudas de la Justicia
Más allá de la confesión, la investigación enfrenta varios puntos oscuros. No existen cámaras ni testigos presenciales, y el teléfono del acusado no registra geolocalización durante la franja horaria del crimen.
González sostiene que se dejó el móvil en el gimnasio, a unos cinco kilómetros de la nave, una versión que genera desconfianza entre los investigadores, quienes consideran poco habitual que un joven se desplace esa distancia sin su teléfono.

El contexto familiar y el argumento de la defensa
La defensa del expiloto alega que su cliente actuó bajo una fuerte presión psicológica derivada de la separación de sus padres. Según trascendió, la madre del joven había denunciado por malos tratos al padre en dos ocasiones, lo que habría agravado las tensiones familiares.
La familia, en tanto, sigue defendiendo públicamente a Antolín y, por el momento, no se presentó ninguna acusación particular contra la expromesa del automovilismo español, que logró un hito con solo 13 años: convertirse en el piloto más joven a los mandos de un F3.
Por su parte, el penalista José Luis Vegas, convertido también en portavoz de una familia, señaló: «Mi cliente no recuerda la secuencia de todo lo que pasó en el almacén. Sufrió un brote psicótico al ver a su padre con el cuchillo», aseguró.
Un caso abierto
Según indicó la Justicia, el hallazgo o no del cuchillo será clave para avanzar en la causa y determinar si la versión de Antolín González se sostiene. Mientras tanto, el caso continúa conmocionando a España y al mundo del automovilismo, que observa con estupor cómo un joven piloto, llamado a una prometedora carrera deportiva, enfrenta hoy uno de los procesos judiciales más impactantes del año.





