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lunes, abril 7, 2025

¿Las decisiones de Trump ayudarán a China a fortalecer su presencia en América Latina?

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Ya en el anterior mandato del magnate inmobiliario, se adoptaron políticas antiinmigratorias, comenzó la construcción del muro en la frontera con México y se redujeron los acuerdos comerciales y financieros con los países de la región. Ahora, los ataques antiinmigratorios y arancelarios ponen en entredicho las relaciones entre Estados Unidos y los países latinoamericanos.

Pérdida de poder hegemónico.

En gran parte de los países latinoamericanos, Estados Unidos ejerció durante décadas como polo hegemónico. Esta condición se refleja en varios aspectos muy relevantes: Estados Unidos ha sido la principal fuente externa de inversión y financiación (en 2015 invirtió en la región más de 240 mil millones de dólares), el principal socio comercial (a principios de siglo eran de más de 300 mil millones de dólares anuales), y también uno de los más principales suministradores de material tecnológico.

Además, los importantes flujos migratorios de los países de América Latina a Estados Unidos contribuyeron a un estrechamiento de los lazos culturales y a la creación de una diversidad y una riqueza social fundamental para el desarrollo económico de varios de los estados más pujantes del país norteamericano. Según datos proporcionados por Naciones Unidas, más de veinte millones de inmigrantes han llegado a tierras estadounidenses en las últimas décadas.

Sin embargo, desde hace un cuarto de siglo, Estados Unidos ha optado por una actitud más distante con los países de América Latina. Es cierto que Donald Trump hace gala de ello pero tampoco el resto de inquilinos recientes de la Casa Blanca han realizado grandes esfuerzos para propiciar un acercamiento con sus economías vecinas del sur.

Los posibles efectos del segundo mandato.

Las primeras decisiones adoptadas por Trump en su regreso a la Casa Blanca indican que Estados Unidos va a intensificar unas medidas que le pueden alejar más de los países latinoamericanos: políticas proteccionistas, aranceles a los productos importados de México, iniciativas para perseguir y expulsar a inmigrantes irregulares, imposiciones para el control de infraestructuras estratégicas como el Canal de Panamá, etcétera.

Todo lo contrario sucede con los movimientos geoestratégicos del Gobierno de la República Popular China (RPC) que, en los últimos años, ha buscado fortalecer su presencia en el exterior, dentro de su estrategia Chinese Dream. El presidente chino ha visitado la región en seis ocasiones. Además, la RPC ha publicado dos documentos estratégicos sobre su interés en fortalecer las relaciones con América Latina y el Caribe, el primero en 2008, y el segundo en 2016.

También ha puesto en marcha foros para la cooperación internacional y ha firmado acuerdos de libre comercio con Chile (2006), Perú (2009), Costa Rica (2011) y Ecuador (2023). En lo financiero, ha facilitado a los países latinoamericanos el acceso a recursos financieros para la inversión y financiación en infraestructuras a través de iniciativas como la de la Ruta de la Seda.

Políticas dispares, distintos resultados.

Mientras la cuota de participación de China en el comercio exterior de los países de Latinoamérica se elevaba del 3,7% al 16% entre 2001 y 2020, la de EE.UU. se reducía del 49,7% al 37,4% en este mismo período.

Entre 2009 y 2020 el Banco de Desarrollo de la China y el Banco de Exportaciones e Importaciones de la China han financiado con más de 130 mil millones de dólares a los países de la región. Esa cifra supera la financiación concedida por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Corporación Andina de Fomento (CAF).

Acercamiento con ganancias.

El gobierno chino se declara partidario de fortalecer las relaciones entre los países del sur global. Su propio éxito económico le da credibilidad y le ha convertido, para algunos países de América Latina, en una alternativa frente al modelo de desarrollo propuesto por Estados Unidos. Especialmente para aquellos en los que los programas de las entidades financieras internacionales (FMI, Banco Mundial) han resultado infructuosos en repetidas ocasiones.

Evidentemente, China espera obtener ganancias en este proceso de acercamiento. América Latina tiene importantes reservas de recursos naturales y, además, puede resultar un mercado adecuado para las exportaciones chinas en un contexto internacional marcado por el creciente proteccionismo.

Varios investigadores latinoamericanos se muestran preocupados por el hecho de que el modelo de comercio con China pueda resultar en una reducción de los flujos comerciales intrarregionales y en una reprimarización económica, priorizando las actividades extractivas para ser simples proveedores de materias primas para China.

EEUU-AMLAT ¿Se perfila China como un obvio ganador?

La cuestión del triángulo Trump-China-América Latina fue abordada recientemente por Foreign Policy. En un artículo de fines de marzo de este año en la prestigiosa revista estadounidense, el analista Ryan Berg, director del programa para las Américas del Center for Strategic and International Studies (CSIS), reconoció que predecir una influencia creciente de China en América Latina y el Caribe ya es simplemente la apuesta más segura “bajo cualquier administración” en la Casa Blanca.

Esa apuesta se basa en datos, apuntó Berg: China -recordó el analista- expandió su influencia en la región “bajo cada presidente estadounidense desde George W. Bush”. En 2002, el comercio bilateral con China ascendía a 18.000 millones de dólares, mientras que veinte años después, ese comercio “se había disparado a 450.000 millones de dólares”.

Más allá del comercio bilateral, continuó el experto del CSIS, el enfoque de China en la región se volvió “cada vez más estratégico”. Veintidós países de América Latina y el Caribe adhirieron a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China desde 2018, y Pekín “forjó alianzas de inversión en áreas sensibles y de doble uso, como la infraestructura espacial, la construcción de puertos de aguas profundas y las telecomunicaciones”.

Sin embargo, advirtió Berg en su nota en Foreign Policy, si bien China podría aumentar su influencia en América Latina y el Caribe como resultado de las políticas del segundo gobierno de Trump (“lo cual estaría en consonancia con la tendencia de las últimas dos décadas”, recordó), existen varias razones para “cuestionar esa narrativa emergente, al menos a corto y mediano plazo”.

Según el analista, hay que tener en cuenta “las propias limitaciones” del gigante asiático, “los próximos cambios en la ayuda al desarrollo de Estados Unidos, el establecimiento de líneas rojas” por parte de Washington y “el deseo de América Latina y el Caribe de mitigar su dependencia de China mediante una estrategia de alineamiento múltiple”.

El título del artículo del analista resume su posición: “China no será el ganador obvio en América Latina” en esta nueva era Trump.

Por el contrario, otros dos analistas, Daniel Depetris y Jennifer Kavanagh, pronosticaron que “el enfoque coercitivo que Trump y sus asesores adoptaron” hacia América Latina (con el caso del canal de Panamá como estandarte) amenaza con “socavar, en lugar de fortalecer, la posición de Estados Unidos” en la región.

“Mientras Estados Unidos aleja a sus viejos aliados, China se prepara para presentarse como una alternativa” para los países latinoamericanos y caribeños, escribieron Depetris y Kavanagh en una nota publicada por el portal Defense One y que trata, precisamente, de temas de defensa y seguridad.

Los autores destacaron que “altos funcionarios estadounidenses están cada vez más preocupados” por los acontecimientos” ocurridos desde el regreso de Trump “y sus implicaciones para la seguridad” del país norteamericano. Por ejemplo, señalaron, el 13 de febrero último, el almirante Alvin Halsey, al frente del Comando Sur de Estados Unidos, “testificó que la creciente presencia de China ‘crea vulnerabilidades y una posible capacidad para explotar cuellos de botella globales’ durante situaciones de conflicto”.

Su predecesora, la general Laura Richardson, “se mostró igualmente alarmada, y el año pasado comentó que los proyectos de infraestructura de China podrían ser reconvertidos para uso militar en el futuro”.

“Si Washington no quiere que los países latinoamericanos recurran a China para el desarrollo de infraestructura o la modernización tecnológica, entonces las empresas estadounidenses o las iniciativas respaldadas por el gobierno tendrán que competir por esas oportunidades”, propusieron los autores, quienes, además, criticaron la decisión de Trump de recortar más del 80 por ciento de los programas de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), “lo que reducirá el desarrollo y la inversión pública en América Latina”.

* Profesores de la Universidad del País Vasco / Publicado originalmente en The Conversation.

Redacción

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