La historia de Sandra, docente de Ciencias Biológicas y una de las seis finalistas de la quinta edición del premio Docentes que Inspiran, la iniciativa de Clarín y Zurich que reconoce a maestros de todo el país que logran transformar la vida de sus alumnos, demuestra que, en contextos adversos, enseñar se vuelve un acto de creación constante. En sus aulas rurales conviven estudiantes de comunidades originarias, adolescentes con Certificado Único de Discapacidad (CUD) y jóvenes que recorren kilómetros cada día para poder llegar a clases. Lo que para muchos serían obstáculos, para ella se han convertido en motor pedagógico: desde cuadernos reciclados hasta grabaciones en celulares viejos que permiten que quienes no pueden leer fluidamente o no tienen internet accedan al conocimiento.
Convertir la falta en oportunidad
La poca conectividad en la zona rural donde enseña no ha sido un impedimento para que Sandra imparta clases con la inclusión como bandera. Esta docente ha desplegado diversas estrategias inclusivas que combinan creatividad y compromiso. Utiliza en sus clases audios grabados con programas gratuitos o cuadernillos que ella misma adapta para sus alumnos. “Estas estrategias permiten que todos participen sin importar si tienen conectividad o no, si pueden leer fluidamente o no. La enseñanza se convierte en una experiencia colectiva y significativa”, resume. También ha diseñado proyectos interdisciplinarios que unen biología, geografía y saberes ancestrales.
Uno de sus logros más destacados fue la creación de una revista digital sobre árboles frutales, elaborada íntegramente por los estudiantes. También impulsó talleres comunitarios sobre salud bucodental y campañas ambientales que involucraron a familias y personal de la escuela. Sus estrategias siempre parten del contexto de los estudiantes, de sus saberes previos y de su cultura local.

El impacto de esta metodología es notorio. Más del 70% de los alumnos que participaron en los proyectos interdisciplinarios mejoró su asistencia y rendimiento. En cursos donde la deserción era habitual, hoy la asistencia alcanza el 80%. Y, quizás lo más importante, los jóvenes recuperaron confianza en sí mismos. Varios de ellos que habían interrumpido sus trayectorias educativas lograron volver al aula, aprobar materias y proyectar estudios superiores.
El vínculo que Sandra construye va más allá del aula. Los estudiantes la reconocen como una presencia cercana y afectuosa. Una de sus alumnas lo resumió con una frase que la conmovió profundamente: “La seño me cuida tanto como mi mamá”. Ese reconocimiento espontáneo refleja lo que transmite a diario: que la escuela puede ser un lugar de cuidado, respeto y oportunidades.
Sandra acompaña también fuera del horario escolar: orienta a jóvenes en la elección de carreras, los ayuda con trámites de becas y organiza charlas con egresados que hoy estudian en la universidad. Su trabajo no se limita al aula: lo concibe como un proyecto comunitario. “Enseñar es escuchar y sostener”, suele decir al compartir su experiencia.

La apuesta de Sandra es “que cada estudiante descubra su voz, sus talentos y su proyecto de vida sin que su condición social y cultural o cognitiva sea un límite”. “Mi mayor orgullo es ver a mis estudiantes apropiarse del saber, sentirse parte y no al margen . Eso me recuerda por qué elegí ser docente.
Docentes que Inspiran
El premio Docentes que Inspiran busca visibilizar y homenajear a maestras y maestros de todo el país que, con pasión y compromiso, dejan una huella indeleble en sus estudiantes. Cada año, el reconocimiento destaca y difunde historias que, como la de Sandra, muestran que la docencia puede transformar destinos, incluso en contextos difíciles.
Si querés conocer las historias de los seis finalistas del Premio Docentes que Inspiran, ingresá en www.premiodocentesqueinspiran.com.ar o a las redes sociales del concurso: en Facebook, “Docentes que Inspiran”; y en Instagram, @docentequeinspiran.
AA