Después de casi un año juntos, la bailarina y cantante uruguaya y el empresario argentino atraviesan un presente cargado de proyectos personales, familiares y profesionales compartidos. Andrea Ghidone (47) y Pablo Otero (55) eligieron Uruguay -el lugar donde se conocieron- para realizar su primera producción de fotos y contar en exclusiva a Revista GENTE cómo nació esta historia de amor, qué los unió y qué sueñan para lo que viene.
Ella estuvo casada dos veces y es mamá de una hija de 19 años. Él también tuvo un matrimonio largo y es padre de tres. Hoy, desde una madurez distinta, se preparan para dar un nuevo paso: el próximo 24 de octubre, tras la tercera función de Ellas son tango, el espectáculo que coproducen juntos en Origami, oficializarán su compromiso en una noche íntima que reunirá a familiares y amigos.
En Carmelo, entre el río, la arena y el atardecer, Pablo posa por primera vez para una producción y habla abiertamente de su historia. “La vi en Madame Tango, aunque ella nunca se enteró. Meses después nos presentaron y me di cuenta de que estaba enamorado en 3, 2, 1”, recuerda. Andrea, por su parte, lo resume con precisión: “Me enamoró desde el primer día por su respeto, su caballerosidad, su manera distinta de tratarme. Me sorprendió todo para bien, demasiado para bien”.
Y suma: “Lo miro, lo escucho hablar. Lo observo y ya eso me enamora, o sea, me gusta, me atrae, me seduce. Su trato conmigo es hermoso, sus formas. Es muy sano, y vengo de relaciones que no fueron así. Ahora entendí que había una posibilidad de algo real, serio y distinto al resto”.
Una historia que comenzó en el verano
El primer cruce fue en Punta del Este. Una amiga en común los presentó en un encuentro familiar. Andrea estaba con su hija; Pablo, con su hijo más chico. No era el momento, pero algo se encendió. “Para mí, el tiempo es lo más valioso que existe. Volver a dárselo a alguien implica sentir que hay algo real para construir. A él desde el primer día tuve ganas de volver a escucharlo, de observarlo”, cuenta ella.
Andrea venía de muchos años sola y tenía claro que no iba a “probar” nada que no la convenciera. “Andaba muy bien así, disfrutando de mi hija y de mi tiempo. No tenía ganas de andar haciendo pruebas sin estar cien por ciento convencida”, dice. Por eso, cuando apareció Pablo, se concentró en los gestos pequeños. “Me llamó la atención el grado de respeto, de caballerosidad, algo sutil, no común en el género masculino. Hubo una previa larga, de compartir desayunos, almuerzos, meriendas… hasta que en un momento le dejé claro: tirate a la pileta que hay agua”, recuerda entre risas.
Pablo lo sintió enseguida. “Yo la quise muy rápido. Y aunque sea veterano, nunca me había pasado de claramente desear sellar una relación para siempre. Luego demoré en hablarlo con ella. Fue de a poco y cada vez que tocaba el tema ella me daba señales notorias de que era posible». Desde ese primer verano, el vínculo creció con naturalidad.
Andrea vive esta etapa con una conciencia distinta. “Es todo nuevo para mí, tengo mucha ilusión y alegría. Por primera vez en mi vida puedo proyectar, imaginarme una familia, disfrutar de lo simple… Aunque sea un compromiso sencillo, para mí significa toda la vida”, dice. Pablo se enamoró no sólo de su presencia, sino de su esencia. “Por supuesto tengo una química única con ella: su cuerpo, sus ojos… Pero desde el comienzo me sorprendió porque es alguien muy inteligente, lúcida, nunca tiene problemas de nada y no se la cree en absoluto, aún siendo la artista talentosa que es. Además, es una gran madre y siempre está atenta a sus seres queridos».
Un lenguaje propio y una familia ensamblada en construcción
La música también los une. Tienen una playlist compartida que nació en su primer viaje juntos a Cerdeña-, con clásicos de Sade, Pearl Jam, Metallica, Guns N’ Roses, Marisa Monte y baladas en inglés de los 90. Suelen escucharla en sus escapadas a Carmelo, en el auto o en la casa junto al río, cuando el día baja y el atardecer tiñe todo de naranja. Entre risas, música y miradas cómplices, construyeron un espacio propio.
Ella encontró en él algo que no esperaba. “Una de las primeras cosas que me sorprendió fue lo que sabía de arte. Me dejó muda. Es un fanático. Me mira con esos ojos de alguien para quien el arte significa algo muy especial. Más allá de su imagen recia, es un hombre muy sensible y auténtico, y eso fue crucial. Mi vida artística es muy particular, y encontrar una pareja que no sólo lo entienda sino que lo respete y lo admire es hermoso».
Andrea también le aportó un cambio de ritmo a su vida cotidiana. Lo impulsó a adoptar hábitos más saludables y a incorporar rutinas físicas y alimenticias que lo conectaron con una versión más vital de sí mismo. Pablo, en cambio, la ayuda a bajar revoluciones, a frenar entre funciones, ensayos y viajes, y a disfrutar. La acompaña a sus presentaciones, la espera a la salida de los ensayos y celebra cada proyecto como propio.
Parte central de esta etapa es la familia. Natasha, la hija de Andrea, y los tres hijos de Pablo están construyendo vínculos con respeto y naturalidad. “Claramente mi hija estaba muy acostumbrada a ser la reina del espacio -dice Andrea-. Pero yo encontré algo hermoso: sueño con que esta familia ensamblada se consolide. Isa, la hija del medio de Pablo, es muy divertida, muy artista, y se lleva muy bien con mi hija. Ya estamos organizando salidas juntas”.
Andrea observa con admiración la manera en que Pablo ejerce su paternidad. “Es muy inteligente para elegir el momento justo de decir las cosas. Eso habla de valores”. Pablo, por su parte, cuenta que sus hijos tomaron la noticia del compromiso con alegría, «aunque les costó creer que el padre, siempre tan solitario, diera este paso. Con Natasha me llevo muy bien. Ella es muy educada y buena estudiante. Todos parecen estar felices por el momento que pasan sus padres».
“Ellas son tango” y el compromiso en Origami
Entre los proyectos que los unen hay uno que mezcla amor y escenario. Ellas son tango, el espectáculo que Andrea protagoniza, dirige y ensaya en estos días, es también la primera obra que producen juntos. Con una puesta contemporánea, orquesta típica en vivo, proyecciones audiovisuales y un elenco estelar, es un homenaje vibrante a Tita Merello, Libertad Lamarque, Susana Rinaldi y María Nieves desde una mirada femenina y actual, que también incluirá cena.
En escena, Andrea compartirá protagonismo con Anita Martínez, Marisol Otero y Natalia Cociuffo, tres figuras con trayectorias sólidas que asumirán el desafío de encarnar distintos matices del universo femenino del tango. Anita aportará su impronta teatral y humorística para revivir el desparpajo de Tita Merello; Marisol desplegará su potencia vocal para rendir homenaje a la lírica de Libertad Lamarque; y Natalia, con su fuerza escénica, dará vida a la rebeldía teatral de Susana Rinaldi. Andrea, además de dirigir, pondrá el cuerpo y el baile para encarnar la potencia danzante de María Nieves. La puesta se completa con proyecciones audiovisuales, vestuario de época y una orquesta típica en vivo que recorre cada cuadro como un viaje emocional.
Para Pablo será también el escenario de un momento inolvidable. El 24 de octubre, al terminar la tercera función en Origami, frente a un grupo íntimo de seres queridos, le pedirá formalmente compromiso. “Lo pensamos entre los dos, desde el punto de vista de que Ellas son tango es la primera obra que producimos juntos. El compromiso es para un grupo reducido de seres queridos, que además podrán disfrutar de ver a Andrea en su mejor momento. Va a ser un gran recuerdo para todos”, dice él.
Si bien no imaginaba volver a casarse, algo en Andrea lo despertó. “Para nada lo hubiera imaginado hasta el verano pasado. Estoy divorciado desde 2016, y realmente quise estar solo todos estos años. Pero la vida te da sorpresas…”, confiesa el excorredor que ahora despunta el vicio andando en moto. Hoy, proyectan juntos un futuro compartido, con un casamiento planeado para 2026.
Andrea vivió la pandemia en Uruguay, un regreso a sus raíces que la marcó. “Uruguay puede ser más adelante un lugar de encuentro nuevamente conmigo. Me encontré con mis orígenes y desde ahí decidí qué conservar y qué dejar atrás. Hoy no proyecto tanto, voy viendo qué surge. Pero sé que ese lugar siempre está ahí”, cuenta.
Aunque no descarta volver en algún momento, su vínculo con Argentina es profundo: lleva 19 años viviendo acá, construyendo su carrera y su vida. Entre escenarios, música, familia y amor, Andrea y Pablo transitan una etapa donde todo encaja con naturalidad: entre abrazos, proyectos compartidos y un atardecer que parece no terminar.
Fotos: Gentileza Andrea Ghidone
