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viernes, junio 6, 2025

Las gaviotas también se ensañan con los universitarios del campus de la Ciutadella

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Las gaviotas también le roban la comida a los estudiantes de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona. Tres ejemplares suelen posarse en las sombrillas de la terraza de la cafetería del campus de la Ciutadella, sobre todo al mediodía. “Y desde ahí esperan su oportunidad”, relatan los universitarios, mirando de reojo a las tres reinas del campus. “Sí, siempre son las mismas, las que aprendieron a quitarte el bocadillo de las manos”. “Has de tener mucho cuidado, porque son muy listas”. Entretanto, un empleado de la cafetería se afana en retirar cuanto antes las bandejas con restos de comida que quedan en las mesas.

Un estudiante de la Pompeu Fabra observa una gaviota volando a su vera

Un estudiante de la Pompeu Fabra observa una gaviota volando a su vera

Mane Espinosa

“Cada dos por tres se lanzan en picado y se llevan el bocadillo que alguien tiene en las manos –dicen los estudiantes–, pasa muchas veces”. “Y si no ven la oportunidad, pues se lanzan a tu plato ¡te llevas unos sustos!”. “Cuentan que una vez una se llevó un pollo asado, pero no está claro si fue así o se trata de una leyenda”. “En el tour de bienvenida que te hacen cuando empiezas aquí te lo advierten, ten cuidado con las gaviotas”. “Varios carteles te avisan de que no dejes comida, pero ellas…”.

Un gaviota después de hacerse con un trozo de comida

Un gaviota después de hacerse con un trozo de comida

Mane Espinosa

Según la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB), Barcelona registra cada año unas 300 quejas relacionadas con estas aves. Las gaviotas pueden mostrarse agresivas cuando tienen hambre, pero en estas incursiones en busca de comida no acostumbran a dañar a la gente. Estos párrafos, como aquellos otros recientemente publicados por este diario sobre cómo aprendieron a hacerse con las gambas de los turistas que se comen en la plaza de la Gardunya las paellas de la Boqueria, revelan su capacidad para adaptarse a la vida urbana, una adaptación que no siempre es conveniente, ni para unos ni para otros. ¿Para qué va a una a hartarse de volar entre barcos pesqueros para hacerse con sus restos si aquí puede llenarse el buche en cualquier parte? La vida en la gran ciudad empobrece su dieta.

Una gaviota en busca de comida da un susto a dos universitarias en el campus de la Ciutadella

Una gaviota en busca de comida da un susto a dos universitarias en el campus de la Ciutadella

Mane Espinosa

“Antes esperaban a que te fueras –agregan en el campus–. Entonces se lanzaban hacia los restos que quedaban en las mesas”. “Pero como ya hace tiempo que retiran las bandejas a toda velocidad, pues se espabilaron”. Las gaviotas pusieron las paellas de los turistas de la Gardunya en su punto de mira luego de que el Ayuntamiento instalara en la plaza unas papeleras antigaviotas donde no pueden meter el pico. El encargado de retirar las bandejas de las mesas del campus también procura que no se acumulen mucho tiempo en los portabandejas. Se mueve raudo y presto, y cuenta acelerado que otras gaviotas menos espabiladas y varias palomas también rondan todo el rato, a ver si pueden meter el pico en los portabandejas. “A la que te despistas, las tienes ahí. Hace años que vienen, pero cada vez son más listas”.

Una gaviota huye con un trozo de carne en el pico

Una gaviota huye con un trozo de carne en el pico

Mane Espinosa

En la ASPB estiman que la urbe presenta cerca de 300 parejas reproductoras de gaviotas patiamarillas. De todas formas, la población barcelonesa de esta especie ha de arrojar una cifra muy superior. Estas gaviotas no se reproducen hasta los cuatro o cinco años. Esta estimación, publicada en el 2017 tras años de investigaciones, se basa en buena parte en las quejas vecinales relacionadas con los nidos que estas aves montan en las azoteas. Si uno sube a tender la ropa durante la época de reproducción, de abril a julio, sí que puede llevarse un picotazo. Además, en la gran ciudad, las gaviotas carecen de depredadores, pierden sus sistemas de control de la población y encima encuentran alimentos por doquier. No hace tantos años que aprendieron a cazar palomas por las calles.

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Joan Carles Senar, investigador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona, añade que los primeros nidos de gaviota barceloneses datan de los años ochenta. Entonces la población rondaba los 50 individuos, en el 2007 ya eran más de 2.000 y, desde entonces, su crecimiento ha sido exponencial. De hecho, el Ayuntamiento trata de frenar su crecimiento tal y como hace con las palomas, y también trata de concienciar a la gente para que no las alimente. Las gaviotas no hacen otra cosa que adaptarse.

Redacción

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