Teclean, acarician, sostienen, hacen fuerza, trabajan, convierten en música los instrumentos, bailan, friegan, cocinan, envían WhatsApp, pegan, protegen… Pueden convertirse en la casita temporal de un insecto salvado o en su arma letal. Son la herramienta definitiva. Son, también, una cartografía íntima de nuestra vida. En ellas puede leerse mucho de lo que somos y de lo que hacemos. Del tiempo que dedicamos al autocuidado, de la estética que elegimos, del trabajo al que nos dedicamos, de los hábitos de vida, de nuestra edad cronológica.
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