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domingo, noviembre 2, 2025

Las nuevas masculinidades en la era digital: qué consumen los adolescentes en las redes y el peligro de los modelos tóxicos

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En un clic, un adolescente puede pasar de un video que promete “éxito en tres pasos” a otro que ridiculiza al feminismo o realza el cuerpo musculoso como sinónimo de valor. Las redes ofrecen un catálogo infinito sobre “cómo ser hombre”: entre consejos, desafíos, memes y podcasts que, una y otra vez, reponen viejos modelos de fuerza, control o poder.

Pero ese consumo no ocurre en el vacío. Convive con horas de juegos en línea, música, series, conversaciones entre pares o exploraciones con inteligencia artificial.

La pregunta es cómo procesan los chicos esos mensajes, qué los atrae y qué referentes terminan eligiendo.

La disputa simbólica en las redes

Las redes sociales son, al mismo tiempo, una fuente de aprendizaje y un escenario de riesgo. Betiana Cabrera Fasolis, médica y directora del Observatorio Nacional MuMaLa, lo resume así: “Observamos una intensificación de discursos de odio en plataformas, impulsados por influencers o streamers que difunden contenido antifeminista. No solo atacan la agenda de género: también vulneran a colectivos históricamente oprimidos, como la comunidad LGBTIQ+”.

Redes sociales, una fuente de aprendizaje y un escenario de riesgos. Foto: ShutterstockRedes sociales, una fuente de aprendizaje y un escenario de riesgos. Foto: Shutterstock

Desde su organización trabajan en talleres, campañas y redes sociales para revertir esas narrativas. “Queremos promover masculinidades libres: sin prejuicios, sin prescripciones tradicionales, alejadas de la agresión y la violencia. Los varones también son víctimas del mandato hegemónico”, detalla.

Para Cabrera Fasolis, la clave está en la experiencia grupal: “El cambio genera resistencias materiales y emocionales. Los talleres son un espacio de reflexión colectiva donde los varones comprenden su posición dentro de las relaciones de género y pueden transformarla activamente”.

También advierte que la atracción de íconos globales (misóginos) de redes como Elon Musk o Andrew Tate no es casual: su estilo desafiante y su promesa de poder económico condensan viejos ideales de éxito masculino que resultan magnéticos para jóvenes en búsqueda de identidad.

Miradas históricas y nuevas conversaciones

Sandra Chaher, presidenta de la Asociación Civil Comunicar Igualdad, recuerda que el debate sobre “nuevas masculinidades” no es nuevo: “Desde los años 80, a partir de los estudios feministas, los varones empezaron a revisar sus prácticas. El feminismo señalaba que las conductas patriarcales no solo perjudicaban a las mujeres: también alejaban a los hombres de lo afectivo y lo emocional, imponiéndoles exigencias.”

Chaher: Chaher: «La crianza no termina en la niñez: la adolescencia requiere acompañamiento, debate y cuestionamiento».

Ese proceso, dice, se cruzó con tensiones generacionales y políticas: “Las jóvenes tuvieron un norte emancipatorio con el feminismo, pero los varones quedaron huérfanos de horizontes. No hubo referentes progresistas que ofrecieran un futuro igualitario también para ellos. Ese vacío fue ocupado por relatos reaccionarios, que presentan a varones poderosos, productivos, con modelos de éxito económico.”

Por eso, insiste: “La conversación sigue siendo una herramienta poderosa. Hay que dar tiempo a hablar con los adolescentes, escuchar sus miradas y debatir lo que reciben en redes. La crianza no termina en la niñez: la adolescencia requiere acompañamiento, debate y cuestionamiento”.

Riesgos digitales y cuidados posibles

Las desigualdades se reflejan en internet. Ezequiel Passeron, vocero de Faro Digital, plantea que “en los territorios digitales se espejan las desigualdades. Las chicas están más expuestas a violencia digital y acoso; los varones, a apuestas, pornografía y contenidos violentos”.

Datos de UNICEF confirman la brecha: un 61% de varones vio imágenes sexuales frente a un 33% de mujeres. Además, ellos reciben con mayor frecuencia imágenes discriminatorias o sangrientas.

Alta exposición. Seis de cada 10 varones ven imágenes sexuales. Foto: PexelsAlta exposición. Seis de cada 10 varones ven imágenes sexuales. Foto: Pexels

Ese sesgo, señala Passeron, reproduce guiones clásicos sobre la hombría: “En las apuestas o los discursos de ‘ponzibros’ se retoman expectativas de rendimiento y éxito. En nuestros talleres aparecen varones confundidos por lo que se espera de ellos, muchos influenciados por referentes como Andrew Tate o Llados Fitness, que vinculan hombría con cuerpo y dinero.”

Su enfoque apunta a un cambio pedagógico: “Nos gusta hablar de cuidados más que de seguridad. Trabajamos con diálogo, escucha y protocolos colectivos en escuelas, hospitales y organizaciones. Es clave acompañar desde instituciones y familias, construir acuerdos sobre el uso de plataformas y abrir espacios de conversación para procesar daños”.

Passeron subraya que acompañar no implica controlar ni prohibir: “Se trata de construir confianza, entender qué miran y sienten los chicos y ayudarlos a ponerle palabras”.

Malestares masculinos: precariedad y enojo

Para un equipo del Conicet integrado por Santiago Morcillo, Estefanía Martynowskyj y Matías de Stéfano Barbero, detrás de las búsquedas digitales hay malestares más profundos.

“Hay una fuerte precarización en lo material, con dificultades para conseguir trabajos estables. Eso impide cumplir con mandatos de ser padres, proveedores o protectores. Y en lo simbólico, hay incertidumbre sobre qué significa ser hombre hoy”, señalan.

El mandato de ser padre y proveedor, en discusión.El mandato de ser padre y proveedor, en discusión.

Ese escenario, agregan, permite que influencers transformen malestares diversos en una sola emoción concreta: “enojo contra un enemigo difuso: feministas, progres, ambientalistas”.

La victimización masculina prospera en ese contexto. “Hubo un movimiento en tenaza: la cuarta ola feminista cuestionó a los varones, mientras que las políticas de género se enfocaron en las mujeres y diversidades. Ellos quedaron caracterizados solo como victimarios, privilegiados y opresores”, explican.

En ese vacío, los influencers recuperaron reclamos y ofrecieron una supuesta restauración del honor perdido. El estilo comunicacional también influye: “Los malos modos y la teatralidad agresiva son magnéticos para el público masculino joven, porque transforman la inseguridad o la vergüenza en reacción”. Además, “esa performance hipermasculina se presenta como rebeldía frente a la corrección política».

Frente a esto, los investigadores apuestan por abrir espacios de diálogo genuino. “Los varones que se acercan al feminismo suelen ser ridiculizados y, muchas veces, quedan en un limbo: rechazados por ambos bandos”.

Recuperar experiencias del feminismo puede ofrecer ámbitos grupales donde los varones habiten su masculinidad de modo crítico, sin caer en binarismos de privilegio versus precariedad.

Presiones invisibles y aprendizajes colectivos

La organización Chicos.net advierte que los varones adolescentes también cargan con mandatos poco visibles.

Uno de los más comunes es el físico: influencers muestran sus “antes y después” como prueba de disciplina y esfuerzo, reforzando la idea de que la apariencia define el valor personal.

En paralelo, se difunde la figura del varón proveedor, en diálogo con las “tradwives” –mujeres que reivindican roles subordinados en el hogar–, lo que consolida desigualdades de género.

Para contrarrestar esos mensajes, Chicos.net impulsa campañas como “Sé la mejor influencia”, dirigida a adultos, para ayudarlos a entender qué consumen chicos y chicas en internet y cómo acompañarlos.

Otra iniciativa, “Mitos en juego”, fue creada por 30 adolescentes de ocho países. De ese proceso surgieron contenidos como el podcast “Masculinidades: ¿cómo romper con los mandatos?”, que reflexiona sobre vínculos, estereotipos y masculinidades desde la voz juvenil.

La recepción, cuentan, fue muy positiva: los jóvenes valoraron poder hablar de temas que no aparecen ni en la escuela ni en la familia.

El espejismo del éxito digital

Esa promesa de poder y riqueza se repite con distintas formas. Ezequiel Gatto, doctor en Ciencias Sociales e investigador de Conicet, encuentra un hilo histórico: “En la Colonia, la minería en Potosí o México exigía mucho trabajo y sangre para conseguir dinero metálico. Hoy hablamos de ‘minar’ bitcoins.”

Aclara que la fantasía de abundancia nunca estuvo desligada del esfuerzo: “No es riqueza sin esfuerzo, sino con muchísimo trabajo. Los ‘cripto bros’ no hacen apología del ocio; hay toda una cultura de la inversión, la austeridad y el ascetismo vinculada a ese dinero.”

Gatto distingue dos perfiles: “Los primeros trabajan mucho, aunque de modo especulativo y digital. Los segundos son estafadores: apelan al misterio, al saber que vos no tenés, y que te prometen revelar para hacerte ganar dinero.”

Ese “misterio”, advierte, funciona como anzuelo poderoso y suele traducirse en mensajes culpabilizadores: “Te dicen que sos un gil porque trabajás mucho y ganás poco, no porque trabajes poco, sino porque hay algo que no sabés.”

Para Gatto, el atractivo de esas narrativas se enlaza con un patrón masculino clásico: esfuerzo, resistencia y demostración de valor. Pero también, con una sociedad marcada por la deuda: “Hoy la gente piensa mucho en el futuro, pero de la manera más letal: desde la deuda. La única manera de imaginar lo que viene es preguntarse cómo pagar lo que debo”.

Por eso, propone “construir redes e infraestructuras colectivas que permitan otras economías y formas de proyectar la vida.”

Horizontes juveniles y desafíos del adultocentrismo

Daniel Jones, doctor en Ciencias Sociales e investigador de Conicet, aporta otra mirada: “Los adultos creen que entienden la adolescencia porque también lo fueron. Pero hoy los códigos digitales son específicos. Frases como ‘yo también fui adolescente’ resultan vacías si no se comprende la experiencia actual.”

Jones advierte que “no hay mucha investigación en Argentina sobre sociabilidad adolescente y masculinidad en redes sociales” y reconoce un “vacío de conocimiento sociológico riguroso alrededor de los varones adolescentes.”

Critica la mirada adultocéntrica: “Hasta que no se haga investigación empírica sobre qué creen o qué hacen los pibes, es medio el mundo adulto tirando hipótesis, tirando cualquier banana.”

El sociólogo también analiza cómo cambian los mandatos. Si antes el ideal era progresar o construir una carrera, hoy la presión se asocia al dinero inmediato, a emprender o ganar rápido. “Eso genera tensiones incluso en familias que todavía valoran la universidad”, dice.

Jones propone mirar las transformaciones sin prejuicios: hay jóvenes que no se sienten cómodos con la exigencia de demostrar deseo o fuerza todo el tiempo, y eso también es parte de las nuevas masculinidades.

Del diagnóstico a las respuestas

Las voces académicas, médicas, pedagógicas y comunicacionales coinciden en que la disputa por lo masculino en la era digital no es un tema lateral: se juega parte del futuro.

Talleres presenciales, contrarrelatos que promuevan vulnerabilidad y cuidado, protocolos de acompañamiento digital y una conversación adulta que dedique tiempo a los adolescentes son algunas de las respuestas que hoy ya se ensayan en Argentina.

El desafío es lograr que esas experiencias no queden aisladas, sino que dialoguen con los malestares juveniles, para disputar el espacio a los discursos que ofrecen salidas rápidas y peligrosas.

Redacción

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