¿Cuántos sentimientos se esconden detrás del acto de mirarse frente al espejo, en el reflejo del vidrio de un local o en una foto que devuelve la imagen del pasado, esa que hace tiempo desapareció de la memoria? La autoobservación se manifiesta como algo recurrente y que sin embargo nunca deja de fascinar, aterrar o generar placer, transformando al cuerpo en un espacio de experimentación para artistas de todas las disciplinas y generaciones hasta convertirse en una herramienta que está tan a mano, incluso cuando no se tiene nada más. Desde Francesca Woodman hasta Claude Cahun, Ana Mendieta, Flavia Da Rin o Cindy Sherman, la lista es tan extensa que es imposible sintetizar.

En La intimidad como artificio en Ungallery, Lena Szankay muestra por primera vez en conjunto un cuerpo de obra que aparece después de hurgar en los confines de su extenso archivo y que saca a relucir después de 36 años. Tomadas entre 1988 y 1995, revelan procesos y búsquedas de una joven fotógrafa, que viviendo en Berlín, ensaya, se acerca y se anima a algo nuevo, tomando al autorretrato como una posibilidad.
Szankay no se apoya en el registro, sino que atraviesa un largo proceso introspectivo, que por momentos se acerca a lo performativo, frente a la decisión de acompañar al cuerpo y reflejar distintos estados de ánimo, desde el dolor, la desesperación o la excitación. Ese cuerpo entendido como refugio y posibilidad para delimitar las fronteras entre medio, técnica y recursos. “Era divertido verme ser otra en un ritual visceral donde no había ningún partícipe, todo era un tête-à-tête con la cámara”.
Sesiones en secuencia
Hay algo distintivo en el proceso y es que abordaba las fotos como sesiones en secuencia, donde el aspecto performático cobraba mayor fuerza. “Si uno ve la tira de contactos, entiende que cada foto está hecha en base a la anterior”, explica.
Cuando se terminaba la sesión, lo mismo sucedía con ese instante irrepetible y sus detalles, desde la simple arquitectura hasta los muebles y objetos que no ingresaban en escena por casualidad, sino que dialogaban con las sensaciones, “como alguien que anda en busca de un personaje para una obra de la cual desconoce la trama».

Las piernas que se asoman en un baño de inmersión vuelven a aparecer vestidas con un par de medias de cancán, que por su cualidad translúcida, develan la ropa interior y posan sobre una cama junto a un reproductor de música. Son elementos cruciales porque hablan de una época, un contexto y una añorada juventud.
Szankay comparte lo que le pasa, al mismo tiempo que envuelve todo con una fina capa de misterio, como hace en una de las tomas, donde cubre su rostro con un pañuelo de seda a la manera de una odalisca y que recuerda a un retrato de la fotógrafa y artista textil Gertrud Arndt, considerada una pionera del autorretrato de los años 20 y 30.
Sin embargo, este dato no se debería tener en cuenta, considerando una observación que Szankayh hace en relación a la forma en la cual trabajaba por entonces. «Mi generación se curtió bastante sola; la dinámica no era precisamente grupal y menos en el círculo que utiliza la fotografía. Tampoco reinterpretábamos el valor histórico de otros artistas que hicieron foto-performance o autorretratos, como se suele evocar hoy en día», aclara.

Como náufrago en medio del mar, aun así, algo debe haber quedado a modo de coletazo de la historia del arte alemán, ya que vivió en ese país entre 1989 y el 2007, un período que considera iniciático y formativo.
Estas fotografías se presentan de manera conjunta por primera vez y bajo la mirada curatorial de Lorena Alfonso, por varios factores, entre ellos que después de muchos años, Szankay pudo digitalizar parte de su extenso archivo, aunque también comparte: «Cuando realicé este trabajo, el tema del cuerpo femenino y el mundo emocional no estaba instalado en la agenda y menos el tratamiento de la imagen en blanco y negro, ya que estaba muy lejos de lo que se consideraba contemporáneo durante la primera década de los 2000, cuando se respetaba la fotografía digital, el montaje y el full color a gran tamaño. Años después, con el auge de una nueva ola feminista —a la cual adhiero— hubo premiaciones como el 8M, pero tampoco pude hacerlo visible, tal vez porque no se sabía que mi obra primogénita parte de ahí. Se suma que mi producción oscila y crece desde los márgenes, por lo que para un circuito es demasiado documental, mientras que para otro se inscribe dentro de las Artes Visuales».
La inmensidad de la naturaleza
En contraposición con el trabajo de Szankay, Marino Botas presenta algunas de sus pinturas más recientes, atravesadas por la inmensidad de la naturaleza, precisamente el vínculo entre el cielo y el mar, captado a través de la vida contemplativa, algo que siente ajeno en la contemporaneidad citadina, mas no por eso innecesario, sino todo lo contrario.

Cielo en tu océano refleja la conexión de Botas con su interior desde el afuera, apreciando el irremediable paso del tiempo, el territorio y sus variaciones, desde una expresión abstracta y sintética, en un entorno aislado, casi imposible de acceder, donde el silencio se hace más fuerte. “Ese tiempo que habitamos y que, con cada paso, nos conduce inevitablemente hacia la muerte … La impermanencia es un tema fundamental para mí.”
Después de vivir durante veinte años en Chile, encontró en México un nuevo hogar. Los procesos migratorios también se plantan en la obra, que es causa y consecuencia de esos vaivenes. Como explica Natalia Albanese, curadora de la exposición: “Son trabajos en acrílico atravesados por el devenir de las rutas entre México D.F., Santiago de Chile y Buenos Aires, y son las huellas de las experiencias personales de su autor durante ese período” y explica que como una botella con deseos arrojada al mar, aquí se busca el encuentro con un espectador que, contemplando su propio cielo y océano, descubre en ellos vestigios de sí mismo.

Las pinturas se instalan en la sala sin retoques o excesos. Cuelgan sin bastidor, se confunden con la materialidad de las paredes y aprovechan la altura de Ungallery para crear una sensación de cobijo y monumentalidad en igual medida. Por sobre todo, aquí se siente que los artilugios de la palabra sobran y que no hace falta más que observar para captar algo de la inmensidad que Botas propone.
Lena Szankay, La intimidad como artificio en la sala 2 y Mariano Botas, Cielo en tu oceano en la sala 1 de Ungallery (Ministro Brin 1335, La Boca).