
Basta con salir a recorrer la estepa, el monte o el bosque para deslumbrarse con los jardines que la naturaleza ha diseñado en la Patagonia: es el hábitat de las plantas nativas, resistentes al frío o el calor extremo, la sequía, el aguacero o los vientos furiosos del sur. Del ocre del otoño al verde del verano, las hojas, los frutos y las flores atraviesan toda la gama de colores y aromas.
La bióloga Florencia Mancini lo sabe bien, porque cada vez que parte desde San Martín de los Andes para un trekking o una escalada vuelve a maravillarse con ese paisaje agreste. Así fue aquella vez en el 2014 cuando con un grupo de amigas fue a Villa Llanquín, esa joya rural a la vera de la Ruta nacional 237 a 40 km de Bariloche.

«Parece un campo de lavandas»
Ya llegar a Villa LLanquín tiene su épico detalle patagónico: los autos, las camionetas y los conductores cruzan el río Limay de Neuquén a Río Negro en una balsa maroma que impulsa la corriente. Los acompañantes y los ciclistas lo hacen por un puente peatonal.

En aquel viaje que no olvidó lo que siguió fue caminar por la estepa entre álamos y piedras rojizas hasta llegar a ese punto elevado cerca del lugar para escalar en las rocas. Entonces las vio: allí estaban esos arbustos, aquellas flores, ese manto violeta que brillaba armonioso bajo el sol del sur.
-Parece un campo de lavandas -dijo una de sus amigas, una frase que le resultaría inspiradora. Por entonces, era ayudante en las materias Plantas Ornamentales I y II de la Tecnicatura en Espacios Verdes en la Universidad Nacional del Comahue. Y si buscaba la nativa a la que dedicaría su tesis para la maestría en la Universidad Nacional de La Pampa, la acababa de encontrar: era esa maravilla que se extendía frente a sus ojos, la Junellia succulentifolia.
Pero una cosa es verlas en su hábitat y otra llevarlas a un jardín. Para eso, hay que valorar esos recursos naturales nativos desde el punto de vista productivo y trabajar para domesticarlos en un camino que exige inversión de tiempo, de conocimientos, de salidas de campo, de pruebas.
En el caso de la bióloga Florencia Mancini, llegó a un acuerdo con el Vivero Raulí de San Martín de los Andes: haría el paso a paso de la experiencia en sus instalaciones desde la selección de plantas madre, la colecta de semillas, la germinación, el comportamiento en macetas en un ambiente diferente al silvestre, la pruebas de sistemas de cultivo, la evolución de los esquejes, el índice de enraizamiento, la altura y el promedio que alcanzarían las plantas a partir de estacas y todo el proceso técnico que describiría en su tesis para la maestría en producción agropecuaria en regiones semiáridas en la Facultad de Agronomía en la Universidad Nacional de La Pampa. A cambio, dejaría al vivero la producción en marcha, si todo resultaba bien.

No pudo haber salido mejor: “Hice mi tesis con esa especie y se logró insertarla en la cadena productiva”, explica la bióloga. Es un buen caso testigo del esfuerzo que lleva llevar a una nativa de la estepa a los jardines y del interés que despierta: este año, el Vivero Raulí tiene toda su producción vendida de Junellia succulentifolia. Trabaja en especial con estudios de arquitectura, paisajistas y jardineros, atiende tres días por semana y los clientes tienen que concertar una cita para ir. En la estepa florece de diciembre a marzo, pero en San Martín de los Andes las flores pueden permanecer hasta principios de mayo.
Opciones a las plantas exóticas
En el norte de la Patagonia, una red de paisajistas, agrónomos y viveristas alientan el uso ornamental de las plantas y promueven su protección de su hábitat. Florencia Mancini es parte de ese grupo desde que descubrió este mundo que la apasionó ya con las primeras charlas, talleres y libros de referentes como Marcela Ferreyra y Sara Itkin.
Todos comparten la visión de las cosas, el afán de conservarlas, de domesticarlas, de llevarlas a los viveros para que cada vez más gente sepa que hay opciones de esta tierra a las plantas en flor de cada mes que captan la atención en la primera mirada.
Un relevamiento que hizo en el 2018 en viveros de la cordillera junto a Ariel Mazzoni (Inta Bari,oche, codirector de su tesis, que dirigió Anibal Prina de la Universidad Nacional de La Pampa) evidenció que faltaba información sobre las plantas nativas.
Toda esa red trabaja para remediar eso, para sumar más autóctonas a las góndolas y conservar las poblaciones actuales como refugio de la biodiversidad. «Hay que poner en valor a las plantas ornamentales nativas», dice Florencia. Un nuevo proyecto de investigación la espera: los jardines que diseña la naturaleza están ahí:, solo hay que saber mirarlos.
Atributos ornamentales de Junellia succulentifolia
Así los describió la bióloga y docente Florencia Mancini en su tesis para la maestría:
- Tipo de planta, magnitud: hasta 80 cm altura.
- Forma: Arbusto globoso, inerme.
- Hábito: perene.
- Densidad: alta.
- Textura: fina.
- Tipo y color de hoja: Hojas opuestas, subcarnosas, verde oscuro.
- Tipo y color de flor: Inflorescencias densas, blanco- azuladas, violetas. Muy
perfumada. - Época de floración: fines de primavera y verano. Floración prolongada.
- Potenciales usos en jardinería: Recomendable para borduras, canteros,
rocallas, grupos y macizos. - Equivalentes ornamentales exóticos desde el aporte visual: géneros Hebe y
Lavandula.
Contacto: @ormancini_plantasnativas/





