Con la mirada puesta en la sostenibilidad, la apertura comercial y la defensa del modelo productivo regional, legisladores de seis países de América Latina lanzaron en Buenos Aires el Espacio Parlamentario Agroindustrial Sudamericano, un bloque legislativo inédito que busca unificar voces en defensa del agro ante las crecientes presiones internacionales.
La Segunda Cumbre Sudamericana AgroGlobal, organizada por la Fundación Barbechando y celebrada en el Congreso Nacional de Argentina, reunió a parlamentarios de Argentina, Brasil, Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay, junto a más de 180 dirigentes rurales, funcionarios, técnicos y referentes de la agroindustria. Allí se firmó la Carta de Buenos Aires, que establece principios comunes, áreas prioritarias de trabajo y una plataforma de articulación legislativa regional con apoyo técnico del IICA.
El lanzamiento del nuevo espacio parlamentario fue la respuesta directa a una necesidad compartida: construir una agenda agroindustrial latinoamericana sólida y coherente, que permita enfrentar con mayor fuerza el avance de barreras arancelarias, paraarancelarias y ambientales impuestas por bloques como la Unión Europea. La creación de este frente no es menor, teniendo en cuenta que a cortísimo plazo se podría en marcha el acuerdo anunciado entre la Unión Europea y el Mercosur.
Durante el encuentro se hizo una profunda defensa de los métodos y sistemas productivos en la región. Pedro Lupión, presidente del Frente Parlamentario Agropecuario de Brasil, relató cómo su país construyó una bancada transversal que hoy agrupa a más de 350 legisladores y tiene poder real de incidencia y detalló que “el agro no es culpable del cambio climático. Nuestro modelo es trazable, eficiente y sostenible. No aceptamos que nos impongan reglas sin base científica”. En tanto, el senador uruguayo Sebastián Da Silva cargó contra el doble estándar europeo y argumento que “ese girasol en la Toscana tiene más agroquímicos que el argentino. Hace 10 años comer carne era malo. Hoy sabemos que la vaca no tiene la culpa. Estamos cansados de que nos responsabilicen del calentamiento global mientras los que viajan en jets privados siguen dando lecciones”.
En este sentido, Federico Landgraf, director ejecutivo de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE) aseguró a Ámbito que “en un país agroexportador como Argentina, es imprescindible que las decisiones políticas comprendan profundamente al sistema productivo. En ese camino, estamos aprendiendo de experiencias como la de Brasil donde existe una articulación parlamentaria sólida que defiende los intereses estratégicos del agro porque beneficia al país. Este encuentro regional es una oportunidad concreta para compartir aprendizajes, profundizar la cooperación legislativa entre países y prepararnos para los debates internacionales.
El agro como política de estado
El presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados de Argentina, Atilio Benedetti, abrió el evento con un llamado a construir consensos duraderos: y explicó que “Argentina necesita una política agroindustrial de Estado. No podemos ser el único país de la región con el agro en rojo fiscal, aportando el 23% de su producto y sin incentivos claros”.
Por su parte, Ángeles Naveyra, presidenta de la Fundación Barbechando, señaló que la jornada no se trató solo de mostrar logros. Precisó que “este espacio nace de la necesidad de compartir lo que funcionó y también lo que no. La cooperación regional no es una opción, es una obligación si queremos que el agro siga siendo motor de desarrollo, empleo y soberanía alimentaria”.
Una nueva diplomacia parlamentaria agropecuaria
El lanzamiento del Espacio Parlamentario Agroindustrial Sudamericano representa algo más que una declaración de intenciones: es el primer paso hacia una diplomacia parlamentaria agropecuaria con proyección internacional. Frente a un mundo cada vez más fragmentado, con disputas comerciales en aumento y una presión creciente sobre los estándares ambientales, el agro sudamericano busca consolidarse como un actor político, no solo productivo.
De esta manera, el compromiso asumido en Buenos Aires refleja la madurez institucional alcanzada por el sector en varios países de la región y marca el inicio de una nueva etapa de cooperación legislativa, integración regional y proyección estratégica del agro en el escenario global.
Con estas premisas, se elaboró un documento llamado “Carta de Buenos Aires”, que se firmó al cierre del encuentro y estableció cinco ejes de acción:
- Producción agropecuaria y desafíos climáticos, promoviendo prácticas basadas en evidencia.
- Comercio agropecuario, para defenderse de regulaciones externas sin base té
- Innovación y digitalización rural, con marcos que impulsen biotecnología y conectividad.
- Seguridad alimentaria, fortaleciendo a pequeños productores y su acceso a mercados.
- Infraestructura y logística agroindustrial, clave para la competitividad exportadora.
Además, los países firmantes se comprometieron a mantener reuniones periódicas, armonizar marcos normativos, compartir bases de datos legislativas y desarrollar una plataforma digital conjunta. El IICA brindará asistencia técnica y facilitará talleres, intercambios y documentos base para nuevos proyectos de ley.
La cumbre de Buenos Aires no fue solo un evento simbólico. Fue la expresión de una voluntad política concreta de convertir al agro en política de Estado a escala regional. La creación de un bloque legislativo, el respaldo técnico del IICA, y el acuerdo sobre una agenda común podrían ser el puntapié inicial para marcar un cambio de época.
Sudamérica decidió dejar de ser una suma de proveedores dispersos para convertirse en un bloque agroindustrial articulado, con capacidad de negociación, de propuesta y de defensa de su modelo productivo. En un mundo donde las decisiones se toman en bloques, la región eligió dejar de mirar desde afuera.
El desafío que queda por delante no es menor: sostener el impulso, traducir acuerdos en leyes, convertir la cooperación en institucionalidad duradera y dar respuesta conjunta a las tensiones globales. Pero el primer paso ya está dado, y el campo sudamericano empieza a caminar al ritmo de una nueva estrategia colectiva.