«No estamos en la vida para ser escenografía. No puedo ser escenografía de cosas que no me representan. Somos actores y actrices de nuestras vidas para decir y vivir cómo sentimos”. Sonrisa constante, pupilas iluminadas. Las definiciones de la actriz, directora y bailarina de flamenco Laura Azcurra (43) parecen atropellarse a toda velocidad, pero sus ideas están siempre bien ordenadas.
Luego de una gira por 14 ciudades del interior y el conurbano bonaerense, está de vuelta en la Ciudad de Buenos Aires para personificar a su admirada Frida Kahlo -los jueves 20 y 27- en el unipersonal Frida: Viva la vida. “Siempre digo que Kahlo es de esos personajes que todas las actrices queremos hacer, pero que es un minón universal que te intimida: no siempre me sentí lista para hacerla”, confiesa.
Cuando Joaquín Sabina deseaba en su canción Noche de bodas “que el escenario te pinte las canas”, probablemente pensaba en una vida como la de Azcurra. Hija de un director y profesor de teatro y una maquilladora y caracterizadora, y hermana de una bailarina y escenógrafa, empezó a estudiar actuación a los 8 años, y a los 16 debutaba en el cine de la mano de Eliseo Subiela, en Despabílate amor.
La masividad llegó muy pronto. Antes de los 20 se había transformado en una de las estrellas de la arrolladora productora Polka de los ‘90, cuando desde series y comedias costumbristas acompañaba las cenas de todo un país (Poliladron, RRDT, Campeones, Verdad Consecuencia y Son amores, entre otros).
Con la llegada de su hijo Marco (18), empezó a reconocerse más en el activismo. “Cuando sos mamá, empezás a ver más claramente las injusticias y las desigualdades, que muchas veces se profundizan por ser mujer. Y sabés que desde tu lugar algo tenés que hacer”, dice una de las referentes del colectivo Actrices Argentinas.
A la altura de una gran artista
![Laura Azcurra cuenta que Frida Kahlo es un personajes que siempre quiso hacer, pero que esperó hasta sentirse lista. Foto: Ariel Grinberg](https://www.clarin.com/img/2025/02/07/4ys66u-Bl_720x0__1.jpg)
-Dicen que “el tango te espera”. ¿Con Frida pasa lo mismo?
-Sí, sin duda. Frida esperó y le pedí señales para saber si podía hacerla, si estaba a la altura de su legado. Después de casi 30 años, aprendés que los trabajos llegan cuando tienen que llegar. Creo en el misticismo de este laburo; los personajes llegan en el momento social en el que tienen que llegar. Esta Frida tiene mucho que decir desde siempre, pero también desde hoy. Nuestra Frida llega con este aplomo, con esta investigación, con este activismo que me atravesó en mi vida. Me sonrió; es cuando tiene que ser.
-¿Frida es para todos?
-Es universal. Porque su lucha, sus miedos y su valentía lo son. Por eso también es tan profundo su mensaje. Frida es provocadora, polémica, mural, bandera y pin. Una mujer principalmente libre. En su pensamiento, en sus pasiones, en su sexualidad, en su sentir y en su amar. Era mujer, latinoamericana, marrón, discapacitada.
-¿Y cómo es contar esta historia en este contexto político y social?
-Es un contexto muy batido. Desde pequeñas organizaciones, desde las minorías, desde las diversidades, se empiezan a alzar voces sobre un presente en el que pasan cosas que no están buenas. Celebro que la lucha y la salida a la calle sea impulsada por estos espacios. Somos muchos los que decimos: “Che, acá hay algo que está desbalanceado, que no es equitativo, que es obscenamente desigual, que no se está cumpliendo con lo que se prometió”. Y lo digo como una ciudadana.
-¿El teatro es una herramienta para exorcizar toda esa angustia?
-El teatro es una herramienta para visibilizar todo ese abanico amplio de emociones que es la humanidad. Por eso es esencial. Realmente no podemos prescindir de algo que nos hace pensar, emocionarnos, descubrirnos. El teatro es un arte vivo. Muy artesanal y te diría que, en este momento, revolucionario, porque moviliza y provoca algo internamente. Lo fue siempre, desde que Aristóteles propone el acto catártico de descubrirnos arriba de un escenario, y lo sigue siendo hoy.
El debut a los 16 años
![Laura Azcurra tiene un hijo de 18 años, al que incita para que vaya al teatro. Foto: Ariel Grinberg](https://www.clarin.com/img/2025/02/07/IfXQZxmnI_720x0__1.jpg)
-Hoy tenés un hijo de 18 años, ¿lográs que vaya al teatro?
-Sí, pero cuesta. No es fácil. Yo celebro cuando viene gente joven al teatro. Lo celebro, lo milito y lo difundo. Tenemos que hacer campaña para que vengan más. Para que suelten la falsa endorfina que genera el celular y las redes. Es un hecho presencial, artesanal, y es un viaje. Es una teletransportación en la que artistas y público estamos de acuerdo. Decidimos viajar al México de la vida de Frida, a otro plano. Es la magia ancestral del teatro, y es hermosa. Es trabajar en la humanidad, compartir un presente que no se va a repetir. Y eso es ni más ni menos que vivir.
-Apenas tenías 16 años cuando debutaste en cine. ¿Cómo fue?
-Inolvidable. Eliseo Subiela había conquistado mi corazón ya de muy temprana edad, cuando vi Hombre mirando al sudeste en un vagón que tenía el tren que iba de Buenos Aires a Mendoza. Tenía 11 años, estaba con mi papá y vino el guarda a avisar que había función de cine en el último vagón del tren.
-Maravilloso.
-Espectacular, no sé si sigue existiendo eso, ojalá que sí. Vi la película y quedé flasheada por ese surrealismo, por lo que estaba planteando, por cómo lo contaba, por las actuaciones. Le dije a mi papá que me gustaría algún día, cuando fuera grande y fuera actriz, trabajar con ese director. Y se dio. Fue una experiencia muy amorosa, porque Eliseo me ayudó a quitarme los gestos enormes del teatro que yo tenía y que había estudiado y proyectaba mi voz y de repente era como aprender a trabajar menos y actuar para el plano.
-¿Cómo se dio esa oportunidad?
-Me mandé a la audición porque mi maestro de teatro, Jorge Lira, estaba dando clases a los futuros directores en la escuela de cine de Subiela. Entonces estaban ahí buscando actores jóvenes para interpretar la juventud de los personajes protagónicos de la película (Darío Grandinetti, Juan Leyrado y Solita Silveyra), así que yo fui para audicionar el personaje de Solita y quedé.
![Laura Azcurra trabaja como actriz desde los 16 años. Hizo cine, teatro y TV. Foto: Ariel Grinberg](https://www.clarin.com/img/2025/02/07/t29TwaFBo_720x0__1.jpg)
-Un año después estabas haciendo éxitos en el prime time de la televisión argentina. ¿Fue difícil tanta exposición al ser tan chica?
-No fue fácil, pero tenía un anclaje muy potente por mis padres. Venía de una familia de artistas que conocían el palo, que saben cómo son las vueltas de la profesión. Siempre fue para mí un espacio de laburo, no me comí los espejitos de colores. No había lugar para la engrupida, ni nada que no fuera comprometerse con el laburo, con la emoción, los compañeros, el material.
-¿Sentías presión?
-Cuando ingresamos a este laburo tan expuesto, con tantas pretensiones y etiquetas, aparecen muchos mandatos del “deber ser”. Sobre todo en aquella época. Ahora las cosas cambiaron, todo es un poco más genuino y no tan careta. Está mucho más flexible que entonces. Pero sí, soy consciente de que entré trabajando a espacios masivos, queridos, anhelados, copados, y siempre voy a estar muy agradecida. La suerte tocó a mi puerta.
-Ahora la TV parece no existir más.
-Todo está cambiando, nadie sabe qué va a pasar. Yo agradezco la oportunidad que me dio la televisión de masificar mi trabajo, estudio e investigación. Yo tengo una formación teatral, vengo de una familia teatral, entonces llegar a la televisión y a Polka, que era un lugar que estaba naciendo, fue muy hermoso. Hay algo no menor: fue un proyecto construido por un colega. Tenía 16 años y lo veía a Adrián Suar que no tenía 40 y que estaba con una manija impresionante. Ahí fuimos acompañando y creciendo y todo eso creció. Otro siglo, otro contexto, otra economía.
-Premasificación de Internet.
-Totalmente, pre Internet. Era algo mucho más artesanal. La televisión compartía la cena con las familias. Sentías que acompañabas el día a día de los argentinos. Internet tiene cosas maravillosas, pero a la vez limita. Pareciera que sólo se puede conocer el mundo a través de esas pantallas y se pierde mucho de humanidad. Ahí también está la resistencia, en no entregarse a un modernismo que limita lo sensorial y lleva a una despersonificación.
![Laura Azcurra y Mariano Martínez en](https://www.clarin.com/img/2019/01/01/sfslESj1K_720x0__1.jpg)
La vasca que no quiere etiquetas
-No tuviste problemas en asumir riesgos. Hiciste tele, teatro, conducción, incluso hasta fuiste movilera de un canal de deportes.
-Es que cuando vamos creciendo hay cosas que no podemos hacer y otras que ya no podés no hacer. Cuando nace mi hijo, descubro la desigualdad y lo que representa eso en una sociedad donde ya de por sí nos cuesta un montón ganar espacios a las mujeres. Entrás en un nivel de honestidad en el que ya no te interesa caretearla. Si la vida me va haciendo cada vez más grande, más aplomada, más sabia, no me interesa estar en lugares que no me representan.
-Algo cambió en ese momento.
-Apareció una necesidad de ampliar mi voz y decir: “Che, no está bueno que pase tal cosa, no lo naturalicemos”. Con todo lo que implica encontrar el famoso equilibrio en una sociedad que todo el tiempo te polariza y te etiqueta.
-¿Te sentiste etiquetada?
-Yo no quiero etiquetas desde hace 28 años, cuando no quería que me vieran solo como una actriz de televisión, como una rubia, blanca hegemónica. Todo el tiempo estuve gambeteando la etiqueta de “la chica de la tele”. Invito a la sociedad a que paremos con las etiquetas y los hashtags, porque cada uno está haciendo su propio camino, peleando sus propias batallas y tenemos que ser respetuosos con eso.
-Tampoco podés hacerte cargo todo el tiempo de la opinión del otro.
-Ni hablar. Por eso digo que las etiquetas son tan peligrosas, porque instalan una suposición del otro y por más que le digas “no es verdad”, ya está. ¿Por qué todo el tiempo tengo que salir a aclarar que no estoy afiliada a ningún partido político? Soy una inquilina del mundo, porteña, que ama a su país y cuya raíz vasca hace que inevitablemente le molesten las injusticias.