La indefinición o dudas en sectores del campo popular al ver la contienda por uno de los polos de poder entre Axel Kicillof y Cristina Fernández ¿responde al desacostumbramiento de admitir peleas legítimas que sacudan los cimientos? Gobiernan opiniones que dan equilibrio al instituido y amado tutelaje, es decir, alguien ayudó a otro a llegar y el o la elegida debe comprender que el asiento es una circunstancia y si pretende algo más, cierta autonomía, requiere la bendición. Una gigantesca simulación porque el poder no se divide ni fracciona, los tercios quedaron a la vista y la fractura expuesta llevó el apellido de unidad.
Volviendo a la hipótesis de no creer que hay pelea ni ruotura entre Kicillof y Cristina y su hijo Máximo (que no es Gladiador) porque «terminarán arreglando«, debemos contemplar que la Legislatura bonaerense se transformó en un Coliseo y sin pretender cargar el título de César, el gobernador que gobierna ostenta la facultad que decretar el «desdoblamiento electoral» que en los hechos es más que una ruptura, se trata de la elección de construir otro Movimiento.
Martín «El Vasco» Arrizabalaga, flamante cuadro del Frente Grande, dirigente del Ateneo Néstor Kirchner, explica la construcción de la política kicillofista más que la escena. Con firmeza y claridad define al proyecto que presentó el «cristinismo en el Senado provincial» como una «extorsión al Gobernador que, aún así, no está dispuesto a modificar el rumbo que lleva una nueva canción sin desconocer las partituras del pasado.
Como la política es frenética hay un plan para acordar y otro para confrontar en los niveles próximos: Provincia de Buenos Aires y municipio. Las listas están en el horizonte cercano porque la elección General desdoblada podría tener fecha antes de agosto… siempre que se suspenda la PASO bonaerense.